Capítulo 38

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Hola, mis adictos hermosos. Por aquí os dejo otro capítulo que espero que os guste mucho. La canción que os voy a dejar arriba me ha recordado a mi querida Antonella en este capítulo y quería compartirla con vosotros para saber qué opináis. Un beso para todos.

Una pequeña aclaración para más adelante: aparece una secretaria llamada Manuela, que no es la señora que cuida la casa de Antonella y Mikey. Sin querer, repetí los nombres, pero bueno, son cosas que pasan. En este mundo nos encontraremos con personas que se llamen igual.

Ahora sí, os dejo seguir leyendo. ¡Besitos!


Antonella

Comencé a moverme incómoda, incapaz de conciliar el sueño. Miré el techo pensativa y luego observé el rostro de Mikey. Tenía los ojos cerrados y una expresión relajada mientras dormía, se veía tan tierno. ¿Quién podría pensar que es un narco?

Sentí mis tripas rugir e hice pucheros.

Tengo tanta hambre.

Miré la hora en el reloj digital de la mesita de noche; eran las tres de la mañana, pero yo quería comer tarta de queso.

—Amor... —murmuré, moviendo a Mikey para despertarlo. Tenía un sueño profundo y pesado, así que no se levantó.

Supuse que no había descansado lo suficiente estos días por mi estado, así que preferí dejarlo dormir. Como pude, me escapé de sus brazos que rodeaban mi cuerpo y, de puntillas, salí del cuarto hacia la cocina. Todo estaba oscuro, pero se iluminaba con las pequeñas luces nocturnas. Eché un vistazo a Mikey, quien seguía durmiendo, y bajé a la cocina.

Con la luz apagada, abrí la nevera buscando algo para comer. Había de todo. Cogí una bolsa hermética con uvas, las lavé y comencé a comer, sonriendo.

—Todo es tu culpa, peque —dije señalando mi tripa. Con Mike no tuve tantos antojos. De hecho, comía menos, supongo que por lo que ocurrió en ese tiempo.

Me comí las uvas, pero aún tenía antojo de algo más. Abrí la heladera y vi diferentes helados. Cogí el de tarta de queso y le clavé la cuchara al momento. Me deleité con esta ricura. Cogí la mostaza y la eché a un trozo de helado. Al principio, dudé, pero resultó ser la mejor combinación que había probado.

Comí varias cucharadas de helado con mostaza, pero se me antojó algo salado. De pronto, se me hizo la boca agua pensando en una rica hamburguesa con mucho queso. Abrí la nevera, viendo las carnes picadas ya preparadas en forma de hamburguesas. Cogí una y preparé la sartén mientras seguía comiendo helado con mostaza.

Puse un poco de aceite en la sartén y dejé caer la carne para que comenzara a cocinarse. Mientras tanto, corté rodajas de tomate, cebolla, lechuga y preparé dos tiras de bacon.

Cuando le di la vuelta a la carne y vi el líquido rojo salir, sentí unas horribles náuseas. Me tapé la boca, girando el rostro para no mirar, pero al poner la mano en mi nariz, el olor a carne me produjo más náuseas. Corrí al baño de la planta baja y, al abrir la tapa, vomité. Tosí tras terminar y suspiré, sintiéndome un poco mejor. Me levanté, tiré de la cadena, limpié el váter y me enjuagué la boca.

Cuando levanté la vista para mirarme en el espejo, vi a Mikey detrás de mí, pegándome un susto.

— Mikey... — me toqué el pecho, sintiendo mis pulsaciones aceleradas.

—Mi amor, ¿has vomitado? —se acercó a mí, agarrando mi cara con suavidad entre sus manos.

—Sí... es que estaba cocinando una... —en ese momento me acordé de que había dejado la sartén encendida con la hamburguesa—. Mikey, la carne se va a quemar.

Adicto Deseo [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora