Capítulo 32

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Bueno, mis queridos lectores, al ver el gran apoyo y vuestras ganas de un nuevo capítulo, he decidido subir esta joya hoy, porque os quiero un montón. En la parte de arriba os he dejado una música muy bonita que creo que todos conocéis. Pienso que para el momento tan mágico y hermoso del final, esta canción pega un montón. Así que, si queréis sentirlo tan mágico como yo, os recomiendo que la escuchéis, aunque sea desde el segundo coro hacía delante. 

No os arrepentiréis 

Mikey

Miré sus ojos marrones iluminados por los fuegos artificiales. Su rostro lucía feliz y enrojecido por las lágrimas, tan adorable que no podía dejar de mirarla. Cuando los fuegos terminaron, me miró con una sonrisa de oreja a oreja.

— Mi esposa — acaricié su rostro con ternura, limpiando las lágrimas que aún corrían por sus mejillas.

— ¡Mi esposo! — volvió a reír emocionada y me abrazó, rodeando mi cuerpo con sus bracitos. Yo acaricié su cabello, apoyando mi barbilla en su cabeza. Sentirla tan cerca, tan feliz, me llenó de una paz indescriptible.

Permanecimos abrazados hasta que tomé su mano y la llevé por el caminito hasta la cama. El juez ya se había ido. Sobre la cama, había un gran ramo de rosas rojas que había mandado a preparar para ella, además de una bandeja con comida y fruta con chocolate.

— ¿Cómo has podido preparar todo esto? Es increíble — miró todo con asombro y una sonrisa radiante

— Para mi no hay nada imposible. Puedo estar donde sea, y cuando sea. — introduje mis manos en los bolsillos, observándola mientras se acercaba a la cama y cogía una fresa del bol. Sabía que esas eran la debilidad de Antonella. Vi cómo abría sus labios carnosos y rosados, dándole un mordisco a la punta, para luego relamerse los labios con una expresión de deleite. Sus ojos me miraron con ternura mientras disfrutaba de su fresa — Primero tienes que cenar, luego las fresas.

— Pero yo quiero fresas — me hizo pucheros, dejándose ver más tierna, su inocencia fingida haciéndola aún más irresistible. Esa mezcla de ternura y la picardía velada que intentaba ocultar me excitaba intensamente.

Me acerqué lentamente, manteniendo mi mirada fija en ella.

— Antonella — dije en un tono bajo y serio, mi voz cargada de intención — No tienes idea de lo que provocas en mi. — ella sonrió suavemente, sus ojos brillando con una mezcla de inocencia y picardía. Tomé otra fresa y la llevé a sus labios, observando cómo la mordía lentamente, sus dientes hundiéndose en la pulpa jugosa.

— Ven aquí — murmuré, con voz ronca. La atraje hacia mí, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío. Mis manos recorrieron su espalda lentamente, deteniéndose en la curva de su cintura. La besé, saboreando el dulce sabor de las fresas en sus labios.

Se separó de mis labios, mordiéndolos ligeramente, y sonrió con una inocencia que solo buscaba provocarme y llevarme al límite. Pero sabía que yo haría que ella llegara al suyo. Se sentó en la cama junto al bol de fresas, sus ojos fijos en mí mientras devoraba una tras otra.

Cogí la bandeja tapada con comida y la dejé en una mesita detrás de la cama. Ella no apartó la mirada de mí en ningún momento. Su forma de comer las fresas, cada gesto , era una clara invitación.

Volví hacia ella, quitándome la chaqueta lentamente. Me incliné, cogiendo sus hermosos pies y desabrochando sus zapatillas, mirándola desde abajo mientras sus ojos brillaban. Con la palma de mi mano, limpié la arena de sus pies, y luego comencé a recorrer sus tobillos hacia arriba con besos húmedos, provocándole leves temblores en el cuerpo.

Adicto Deseo [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora