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Luego de tomar una larga y relajante ducha en la que me sentí el omega más mimado y consentido del mundo, Lio y yo preferimos no salir de la habitación en lo que restaba de la tarde, viendo una película, recostados sobre la mullida cama y con el viento entrando por la ventana.

Todo se sentía sumamente relajante mientras compartíamos besitos esporádicos y suaves risas cada que nuestras miradas se encontraban al descubrir que ninguno prestaba demasiada atención a la pantalla. Las palomitas desaparecieron de a poco entre nosotros, al igual que los distintos postres que habíamos pedido para poder disfrutar de esa tarde.

Entre nosotros quedaba un plato con un último bocado de pay de manzana que ninguno había tocado en más de veinte minutos, por lo que me dispuse a tomarlo para por fin terminar con él, pero la mano de Lionel fue la primera en sacar el plato de su lugar.

—¡Oh mierda! —Dijo mientras se reía y me extendía el plato. —Come tú.

—No, no, me ganaste, hazlo tú.

—No es así, solo que como lo vi tan solito, no quise que se quedara ahí.

—Por eso mismo, debes comerlo. —Ninguno podía parar de reír mientras nos empujábamos el plato, insistiendo en quién debía quedarse con el último bocado.

—Anda, come.

—Tú hazlo, yo me voy a comer el relleno que quedó en el plato.

—De acuerdo. —No puedo evitar sonreir mientras lo veo llevar el último trozo del delicioso postre hasta su boca para luego entregarme el plato, de donde como la manzana caramelizada que queda.

—Hace buen clima allá afuera y el sol comienza a ocultarse ¿Quieres salir al balcón? —La propuesta me toma desprevenido, pero acepto de inmediato, arreglando los platos sucios sobre la mesa del lugar mientras él recoge toda la basura.

Lio tenía razón, el viento refresca el lugar gratamente mientras el sol frente a nosotros crea uno de los espectáculos naturales más hermosos.

—Me encantan las puestas de sol. —Susurro al aire.

—Es la vista más hermosa que he tenido en toda la vida. —Me responde a mis espaldas.

Cuando volteo, me doy cuenta que no solo no habla del atardecer, sino que la cámara de su teléfono me apunta directo a la cara, tomando varias fotos en ráfaga.

—¡Hey! Debes avisarme que tomarás una foto, seguro salí horrible y con el cabello hecho un desastre.

—Eso es imposible, no hay forma en la que puedas verte horrible y el único desastre es el que causas a mi corazón, creo que me dará un paro cardiaco por tanta belleza.

Suelto una carcajada mientras volteo nuevamente hacia el horizonte, con las mejillas ardiendo por el sonrojo que lo cursi de sus palabras me han causado y los nervios haciendo que mi corazón lata desbocado.

—No dirás lo mismo cuando esté desvelado, luego de llevar diez años de casados y con cuatro hijos corriendo por la casa y uno llorando en la cuna. —Ni siquiera soy consciente de lo que digo hasta que mi boca lo ha soltado todo de golpe y es demasiado tarde para retractarme.

Como si fuera poco, en ese momento Lio me abrazaba por la espalda y el viento deja de azotarme el rostro, por lo que mis palabras alcanzan a escucharse fuertes y claras. Alrededor de mí los brazos de mi alfa me sujetan con firmeza, posándose sobre mi abdomen con cariño.

—Y-yo... lo siento, no sé lo que dije, olvidalo, soy un ton...

—¿Quieres que nos casemos? ¿Tú... realmente quieres una familia conmigo? —Suena temeroso, pero incluso si no puedo verlo, sus palabras suenan a que está sonriendo.

❀ My Dear Sunflower ❀ 𝑀⃪𝑒⃪𝑠⃪𝑠⃪𝑐⃪ℎ⃪𝑜⃪𝑎⃪ ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora