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Me despierto como cualquier otro día, con la única diferencia de que el cuerpo me duele horrores y no solo por el maravilloso momento que pasé junto a mi omega, sino también por los golpes que recibí gracias a ese imbécil intolerante del restaurante.

"Pero valió la pena, nuestro omega vale eso y más." Le doy la razón a mi lobo, girándome lentamente en la cama para no despertar a Guillermo.

—Buenos días. —Susurro aún si sé que no va a escucharme. Mi mano palpa la cama a un costado mío, buscando ese cuerpo cálido y con aroma a chocolate que me hace relajarme, pero lo único que logro percibir es el frío de las sábanas, como si Memo se hubiese levantado hace mucho.

Abro los ojos con preocupación cuando no logro percibir ni un atisbo de su presencia. El sol comienza a llenar de luz todo el lugar y la hora en mi teléfono me indica que debo estar listo para ir a entrenar en solo veinte minutos.

—Mierda, olvidé poner mi alarma. —Me incorporo sobre mis rodillas, buscando a mi alrededor la silueta de mi hermoso chico, notando que todo está completamente ordenado y junto a mí, sobre la mesita de noche, hay una bolsa con medicinas y comida.

Me levanto rápidamente, encontrándome con una nota escrita a mano con letra temblorosa y manchones como si le hubiese caído agua. Leo desesperadamente cada palabra, repasando aquél corto escrito un par de veces, como si con eso las palabras fuesen a cambiar de un momento a otro o esta horrible pesadilla fuese a terminar.

—¡Guillermo! Sal... esto no es gracioso. —Pronuncio en voz alta, deseando que el guapo hombre de cabello rizado salga del baño o entre por la puerta con su enorme sonrisa para decirme que era una broma demasiado pesada.

Los segundos pasan lentamente, haciendo que todo el peso de la realidad caiga sobre mí como un montón de plomo.

—Pero... ¿Por qué? —Susurro sintiendo la duda apretarme el pecho dolorosamente. —Memo... tú no hiciste nada malo.

Mi corazón se acelera al pensar en la culpa y demás emociones que lo orillaron a escribir esa nota y alejarse de la forma en la que lo hizo, por lo que sin pensármelo demasiado, me visto de forma apresurada, tomando mi celular para llamarlo mientras me ato las agujetas de los zapatos deportivos.

El tono de llamada me indica que ha bloqueado mi contacto y no recibirá ni un mensaje, lo que me hace desesperarme. Al terminar de atarme los cordones el repentino movimiento hace que las costillas me duelan por los golpes y la cabeza me punce, recordándome que estoy lastimado.

Me tomo un par de segundos para sopesar la situación, decidiendome por tomar un par de los analgésicos que me ha dejado en la mesa.

"Incluso si quisiste irte, te preocupas por mí." Esa idea me da esperanza, hace a mi corazón palpitar con emoción ante la posibilidad de evitar que se aleje de mí.

En la bolsa plástica hay una crema para los golpes, que desinflama y anestesia, por lo que la aviento a mi maleta para poder llevarla conmigo, pero ahora mismo, mi prioridad es buscar a Guillermo. Salgo de mi habitación a paso rápido, sin embargo, alguien me intercepta justo antes de llegar al elevador.

—Buenos y maravillosos días, mi querido Lionel ¿Qué tal tu noche? —Los fuertes brazos de mi "amigo" me rodean el cuello y su aroma a pasto recién podado me abruma un poco cuando se pega mucho más a mí.

—Veo que te has levantado con el pie derecho hoy, Julián ¿Qué te tiene tan animado?

—Oh mi querido Messi, es un día hermoso y las posibilidades de que todo salga maravillosamente son altas. —Por fin me suelta, permitiéndome ver la enorme sonrisa que adorna su juvenil rostro.

❀ My Dear Sunflower ❀ 𝑀⃪𝑒⃪𝑠⃪𝑠⃪𝑐⃪ℎ⃪𝑜⃪𝑎⃪ ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora