XII

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" Verte sonreír es como estar bajo el sol brillante, tan radiante que siempre te puedo ver "

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Phillip esperaba a su amigo para seguir recoriendo el pueblo, solo miraba a la demás gente a su alrededor con curiosidad, ¿Qué pensaran? ¿Qué más harán? ¿Por qué hay tanto niño en este lugar? ¿Puedo jugar? Eran alguno de sus pensamientos en aquel momento, quería hacer todo lo que alguna ves escucho de sus hermanos, lo primero sería comer ya que tenia  hambre.

Pero su cabeza empezó a jugar mal con el.

Los tratos del castillo hacia su imagen llegaron en ese momento, no quería arriesgar a que algo haci volviera a pasar, sentía como si toda la gente lo mirará, lo juzgará, como si supieran lo que es, que tarde o temprano lo tratarían como lo trataban en el palacio.

—¿Pasa algo? - era el azabache con un paquete extraño en manos.

—Nada nada, solo me aburría - sonrió - ¿Ahora qué haremos?

—Iremos a comer algo, estoy seguro de que tienes hambre - extendió su mano un poco - ¿Vamos?

El doncel tomo la mano del poeta para seguírlo a su destino, miraba nuevamente su alrededor, sentir el como la gente hablaba a sus espaldas sobre él, sobre el como era, lo que pasaría si dice una sola palabra antes de que lo escucharán,era un agobio.

—Majestad, ¿todo bien? - susurro.

—Si si, todo esta bien.

Missa pago la comida para mirar un poco el lugar - Sígueme - Hablo para empezar a caminar junto al doncel.

El castaño estaba confundido, ¿A donde lo lleva? Solo seguía al otro como si de un perro se tratara.

Llegaron a una pequeña fuente que parecía estar abandonada ya que no había gente en ese lugar pero esta estaba reluciente y funcional.

—¿Comeremos aquí? - estaba confundido por ello.

—Sip, no hay gente por aquí haci... - sonrió un poco - Es un agobio sentirse juzgado haci que es mejor despejarse de eso, y que mejor que estar un momento solo.

—¿Cómo lo sabes? - se sentó cerca de la fuente.

—Cuando empiezas con los libros pero a la gente no les gusta al final, eres el ojo del huracan durante mucho tiempo - se sentó frente al castaño.

—Ya veo.

—Aparte... te note nervioso, no se del todo como te trataban en el castillo o si te incomoda estar con mucha gente... por eso te traje aquí.

El doncel se sorprendió por ello, aunque no lo supiera... pensó en el, algo que no pasaría en ese lugar. Fue sacado de sus pensamientos al tener una bolsa de papel frente a él, olia rico a su parecer.

—¿Qué cosa es? - toco la bolsa.

—Son empanadas, son diferentes a las de mi pueblo pero son muy ricas.

No se quería quedar con las ganas y decidió tomar una, le dio un pequeño mordisco y pudo desgustar ese sabor, era bastante delicioso y empezó a dar mordidas más normales.

—Se nota que tenia hambre majestad.

—¡Es que están buenísimas! - tomo otra - ¡La empanada!

—Son un poco más pequeñas... le quedaría mejor empanadita.

—La empanadita~ weon.

Ambos empezaron a reír y disfrutar ese momento juntos, el castaño dejó de lado todas sus preocupaciones, no sabía como es que el poeta siempre lograba sacarle una sonrisa.

°•♤•°

El rey observaba todo lo que habían encontrado en el cuarto del doncel, deste pétalos de flores hasta los cuadros tan detallados.

Al soberano del pueblo le trajo recuerdos de tiempo atrás, cuando el arte era su pasión en todo momento, pintando cuadros de los hermosos paisajes del exterior.

Pero al ver los de su hijo se dio cuenta de algo, solo mostraban colores fríos, sin vida en su mayoría, solo mostraban la habitación vacía o un caus fuera de las paredes, el que mas le llamó la atención fue uno que lo destrozo.

El joven doncel estaba dentro de una jaula de aves con sus manos esposadas, hojas de papel rotas a su alrededor como si las quisiera borrar, su corona tirada fuera de la celda, solo la miraba con sus ojos ámbar entre lágrimas doradas y cariz baja, una prisión para el niño que nunca se dedico a conocer.

—Veo que no eras feliz aquí... - hablo para si mismo - ¿Por qué no te escuche ese día?

Toco la pintura con suavides, sintiendo los trazos secos y la tela del lienzo. ¿Qué haría si no lo encontraba? Esa respuesta es fácil, mataría a cada guardia que le hizo daño, ¿Cambiaría si vuelve su hijo? La respuesta es un si, ¿Le dejaría salir? No más allá de los muros que rodean el pueblo.

—Leer y pintar... creo que si vuelves...ya tendremos algo de que platicar.

—Padre - fue una voz ajena.

—Camila - miro a su hija - ¿Sucede algo?

—Mamá te está buscando deste hace rato, quiere hablar contigo sobre algo al parecer.

—Entiendo - suspiro y salió del cuarto - Vamos, no pienso dejarte aquí.

La chica seguía a su padre con paso lento, mirando de reojo el cuarto de su desaparecido hermano, por alguna razón se sentía extraña, recordando que siempre por las mañanas este la despertaba con sus persecuciones o con su voz hablando consigo mismo, era silencio por esos pasillos que podían llenarse de ruido y diversión, sabía que no era la mejor con su hermano pero le tiene y tendrá afecto, al final son de la misma sangre.

Solo esperaba que volviera a su hogar, donde lo quieren... ¿Verdad?

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𝘗𝘰𝘦𝘮𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘶𝘯 𝘱𝘭𝘦𝘣𝘦𝘺𝘰 / Mr.Phissa / Mpreg AU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora