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No sabía dónde ir, no sabía dónde llorar, no sabía qué sentir.

No sabía a quién llamar, porque, no tenía a nadie.

Podía llamar a Esmeralda, pero no éramos tan amigas cómo para hacerlo, o la confianza suficiente.

Terminé en el parque al que, anteriormente, había ido con Draco.

No me gustaba describirme, ni preguntarme por qué era así. Lo era y ya estaba. Me sentía, a veces, ciertamente orgullosa de no ser una mala persona cómo lo era mi padre, quien me crio.

Me sentía bien conmigo misma, por ser cómo era, por ser así, luego de pasar aquella infancia que ningún niño debería tener.

Pero tampoco podía sentirme como la víctima de las personas a mi alrededor.

No podía a solo sentarme a llorar y borrar lágrimas cuando alguien aparecía.

¿Por qué todo el mundo era así conmigo?
¿Por qué todo iba en picada?
¿Era para mejor o era para peor?

Solo podía pensar en la mirada, en los ojos verdes de mi sobrina, en el miedo latente, en la voz de Zeira.

Adam no estaba completamente procesado, en la noche volvería a la casa, ¿y qué le haría a Zeira si se enteraba de que yo estuve allí? Podría golpearla, podría hacerle daño a mi sobrina.

Tenía que asegurarme a mí misma que Adam era, y sería, un monstruo y que era lo mejor para Zeira y Astoria que él se fuera.

Pero el dolor en el pecho seguía allí, palpitando y quemándome.

Tal vez era lo que siempre hacía, lo que hice con Nerezza, lo que hice con Hallie, Delia y Andromeda. Pensar en ellas, hacer las cosas que debía para que no piensen mal de mí y ser la buena amiga, la que siempre estaría para escucharlas.

Y al final de todo, estaba sola.

Sentada en el banco de un parque, rodeada de pensamientos que llegaban hasta el cuello, ahogándome.

Luego de unos minutos, cuando al frío aire comenzó a secar mis lágrimas, me dispuse a irme.


Unas horas más tarde cerraba la puerta de mi cuarto con el pestillo, había entrado a escondidas.

No quería que Draco me viera así, ni mucho menos Lucius.

Cuándo entré, lo primero que hice fue abrazar a Meraki que había saltado a mi pecho, apenas entré.

Maulló en mi piel y no era un maullido feliz como los de siempre.

Era como si él sintiera mi dolor y lo compartiera, él padece mi dolor.

No retuve las lágrimas y él lamió mis mejillas haciéndome reír.

—Gracias, cariño —susurré, dejando un beso en su cabeza.

Lo dejé en mi cama y comencé a despojarme de mi ropa. Tomé uno de mis pijamas livianos y abrí las cortinas de mi ventana.

Peiné mis cabellos y al terminar, tomé varios lienzos, pintura, pinceles y me tiré al suelo con unas mantas y almohadones. Meraki maulló y le coloqué un lienzo pequeño y un pequeño recipiente con pintura, dónde mojó sus patitas y saltó en el lienzo.

—Miau.

—Sé que intentas alegrarme, cariño —dije, tocando su pequeña nariz.

Él me miró por unos segundos y volvió a pintar.

Me reincorporé, busqué uno de los discos de vinillo y lo coloqué en el tocadiscos.

Era solo una melodía suave, triste, cubierta de emociones sin procesar.

Me senté y miré el lienzo.

Mis manos se movieron solas, siendo llevadas por el dolor, la culpa y el miedo.
Las lágrimas no se hicieron esperar, era lógico. Estaba pintando mis emociones, lo que sentía.

Meraki se mantuvo en silencio.

Y yo seguí.

No me detuve hasta que la luna me alumbró con su bella luz.

Hasta que mis manos dolieron y la pintura se acabó.

Hasta que mis manos dolieron y la pintura se acabó

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NOTA:

Les regalo este cap porque es muy cortito.

¿Qué opinan de lo qué está pasando?

𝐌𝐀𝐊𝐓𝐔𝐁༄___𝐿𝑈𝐶𝐼𝑈𝑆 𝑀𝐴𝐿𝐹𝑂𝑌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora