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NARRADOR OMNISCIENTE

Al informarle el destino a su chofer, Lucius Malfoy dejó caer su espalda en los asientos de su limusina.

Afuera, hacía frío, había muy poca nieve, el sol la había derretido, aunque no miraba eso, peleaba con los pensamientos en su cabeza, sabía que esto era fuera de las reglas, y que tal vez estaba sobrepasando ciertos límites.

Ya era tarde.

Tocó el timbre de la mansión y solo bastaron unos minutos para que el elfo de la casa le abriera.

—Dile a tus amos que quiero verlos —ordenó.

—Pase, señor Malfoy —cualquier ser se sentía sumamente pequeño al lado de Lucius, pero el elfo, le tenía cierto terror.

El rubio entró a la casa, el elfo llamó en solo unos momentos a sus amos.

Lo recibió la señora Grengass, Zeira, acomodó coqueta sus cabellos al verlo, pero él la miró sin emoción alguna.

—Lucius Malfoy —fingió cierta sorpresa y entusiasmo mientras se fijaba en su atuendo, siempre había envidiado el buen porte que Lucius llevaba siempre— es un placer tenerlo aquí.

—Buenos días, Zeira, ¿podría hablar con tu esposo?

Jamás perdía los modales.

Adam lo observaba desde dónde estaba, preguntándose qué hacía en su mansión.
<Solo puede traerme problemas> pensó.

—Lucius —la voz fría de Adam retumbó en la sala mientras se acercaba— déjanos solos, Zeira.

La mujer no mostró enojo por la orden, la siguió sin chistar. Estaba acostumbrada.

Adam observó al rubio con algo de recelo, odiaba tenerlo en su casa, odiaba tenerlo cerca, Lucius siempre había sido su más grande competencia.

Desde adolescentes, Adam quería ser el mejor en su equipo de quidditch, lo cual nunca logró ser, Lucius siempre era el mejor en lo que hacía. Su relación había comenzado como una linda amistad, que derivó en celos, resentimientos y aires de grandeza que nunca pudo alcanzar.

Esto solo prevalecía en la mente y recuerdos de Adam, porque Lucius Malfoy, había sabido desde un principio que no podía ser amigo de una persona cuyo motivo para vivir, era ser mejor que él.

—Bienvenido —dijo, con tono hastío.

Lucius fijó sus ojos en él— Adam. Quiero hablar contigo.

El castaño asintió e hizo que lo siguiera hasta su despacho, era espacioso y cubierto de libros, lo recibió el aroma a cigarro.

Adam se sentó en su silla, e invitó a que Lucius se sentara.

Ambos sentían la intensidad del ambiente, pero ninguno dijo nada.

—Sere breve —advirtió, viéndolo, mientras se acomodaba en el asiento, con cierta ira en la mueca de su rostro.

—Por favor, Lucius, para ti tengo todo el tiempo del mundo —se burló, encendiendo un cigarro.

El rubio relamió sus labios.

—No suelo interesarme en la vida de mis empleados —comenzó— pero en la vida de Sasskia sí.

Adam sonrió, sabiendo lo que iba a decir.

—No sé lo que le has dicho ayer por la noche, pero la ha afectado.

—Me alegra, creo que debe dejar de ser tan niñata y aprenda a vivir en nuestra sociedad.

𝐌𝐀𝐊𝐓𝐔𝐁༄___𝐿𝑈𝐶𝐼𝑈𝑆 𝑀𝐴𝐿𝐹𝑂𝑌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora