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SASSKIA GREENGRASS

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SASSKIA GREENGRASS

Cuando desperté a la mañana siguiente y los recuerdos me envolvieron como un tornado en mi mente, supe que esta era la calma antes de la tormenta. Antes de que comprenda lo que hice, las reglas que rompí y lo mucho que me arrepentiría del haberme dejado llevar. Lo mucho que me arrepentiría de haberle dicho que sí.

¿Acaso había sido un error el enredarme a sus labios, cuerpo y alma como una completa enamorada lo haría?

¿Acaso había sido mi más grande error el haberme permitido besarlo y sentir su cuerpo contra el mío?

¿Había sido un error perderme en el sentimiento que ocultaba?

Esa noche había conocido una parte de él que no quería borrar.
Porque, al sin, había sido un gusto conocerlo de aquella manera.

La noche fue brillante y ninguno quiso dejarla ir, ni yo, ni Lucius.

Fue tanta de la perdición de conocer sus labios, su cuerpo, las historias que contaban las marcas de tinta en su piel, su voz profunda, el sonido del latir acelerado de su corazón, su respiración pausada y agitada cuando los besos se marcaban en la piel y repartía humedad con ellos en la piel erizante de mi cuello. Fueron tantas emociones, tanto placer en palabras, toques, susurros, que ambos corazones gritaban por encontrarse.

¿De dónde había salido todo aquello? ¿O es qué estaba escondido en la sombras del no saber cómo sentir, o, volver a sentir?

Al abrir los ojos, el sol que se colaba por las grandes ventanas de la sala, alumbró mis ojos, haciendo que desvíe la mirada hacia la chimenea, esta ya estaba apagada. Me reincorporé levemente del sofá. Y cuando mi mano se apoyó en el pecho desnudo de un Lucius dormido... Comprendí que sí, esta era la calma antes de la tormenta. u rostro era tan angelical, pasivo, piel tersa, sus labios finos y cerrados, y con sus cabellos largos cayendo por detrás de su cabeza.
Intenté moverme para salir de allí, pero Lucius se giró levemente y en un movimiento inesperado, enredó su brazo a mi cintura.

Por Merlín. Habría dado todo por quedarme allí, pero no lo hice.

Apreté mis parpados fuertemente, me hice bolita y me escabullí por los pies hasta caer en el suelo.

Me reincorporé con rapidez, pero antes de irme, tenía que despertarlo, me sentiría muy mal si despertaba y yo no. . .

¿Si yo no estaba con él?

Suspiré y rápidamente caminé a la cocina, al entrar, tuve que detenerme abruptamente al ver a Meraki, sentado, en la encimera, mirándome fijamente desde ese lugar.

—Ay no —murmuré apartando la mirada, agaché mi rostro y con prisa fui a la cocina a calentar café— no me juzguez, Meraki. Tú no.

—Miau.

𝐌𝐀𝐊𝐓𝐔𝐁༄___𝐿𝑈𝐶𝐼𝑈𝑆 𝑀𝐴𝐿𝐹𝑂𝑌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora