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LUCIUS MALFOY
—No sé quién le ha enseñado a bailar lento —admiró Esmeralda, con sus ojos puestos en Regulus y Sasskia— pero ella se mueve con tanta delicadeza y gracia.
Mis puños estaban cerrados. El cuello de mi camisa comenzaba a molestarme, y el ambiente elegante de esta fiesta empezaba a ser asqueroso.
—Amor —Dairus Parkison hizo acto de presencia, besando brevemente el hombro de su esposa— oh, Lucius, viejo amigo, ¿cómo estás?
Le sonreí. Cómo lo hacía cada que veía a mi amigo. Dairus es un viejo amigo con el que hice todo Hogwarts, al igual que Severus, eran los únicos que consideraba dignos de llamar; Viejos amigos.
—Dairus, linda fiesta.
—Intenta no mentirme, Lucius —declaró sonriendo— tú y yo hablaremos luego, ahora, bailaré con mi esposa.
Siempre había admirado su matrimonio, ella y él eran mejores amigos desde pequeños, y así, vivieron y viven juntos.
Tal vez no era tan interesante. Pero necesitaba ocupar mi mente en otra cosa que no fuera, Sasskia y Regulus; ambos riendo, bailando, cómo si se conocieran de toda la vida. ¿Qué tan mágico podía ser, para que la mirada de Sasskia con brillo ahora fuera para él?
¿Por qué me molestaba tanto?
Terminé de beber el licor de mi copa, la dejé en una de las mesas cerca de mío y desvíe la mirada. No quería verla, no cuándo no era yo el que estaba bailando con ella.
Iba dispuesto a servirme otra copa. Ellos ahora, se habían vuelto el centro de atención, parecían juntos una obra de arte que admiran en un museo, creí oír cuchicheos sobre ellos.
Tomé otra copa y los observé. Ella se dejaba caer en su brazo, él la sostenía, su mano dibujaba en la clavícula de ella. . .
Me vi a mí mismo tomando otra copa y saliendo al jardín, ya no podía ver aquello.
Sasskia está haciendo su vida, después de todo es solo tu empleada, ¿eso en qué te afecta?
Detestaba tener conversaciones conmigo mismo, cuya protagonista era ella.
En el jardín, dónde estaba, se llegaban a oír las risas de los niños, estaban en la habitación principal del segundo piso.
Mi mente no sabía de qué ocuparse.
El ruido de unos tacones golpeando la madera pulida del suelo me alertó. Miré hacia atrás, allí estaba Nerezza, con una copa en sus manos, tenía un vestido negro ajustado a su figura.
—¿Qué sucede, Lucius? ¿Alguien ha sido más rápido que tú? —su tono burlesco, hizo que pusiera los ojos en blanco y negara.
—¿Por qué crees eso, Nerezza?, ella es mi empleada, ¿tanto cuesta entender eso?
