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Ya había caído la tarde, recién comenzaba y para mi suerte, las cosas iban bien.

Había vendido ya, dos cuatro cuadros, de los cuales me costó demasiado despojarme. Pero estaba feliz.

Regulus estaba más feliz que yo.

Me encantaba que él estuviera aquí conmigo.

Ahora había traído dos batidos de fresa para que ambos bebamos, sentados en unas sillas que la señora Davies nos había proporcionado, detrás de mi puesto.

—Gracias por estar aquí —formulé y luego volví a beber el batido.

Regulus estaba sentado a mi lado, muy cerca. Por lo que al volverse hacía mi, su hombro rozo con el mío.

—Deja de agradecerme, princesse.

Extendió su mano hasta que esta tocó mi hombro, la parte dónde la piel se veía, sus dedos acariciaron mi piel con delicadeza y dulzura— me agrada estar aquí contigo.

—Estoy aquí por ti.

—Lo sé —formuló— pero, si tú te ganarás este lugar. Si tus cuadros se venden y van a hacerlo, te ganarás tu sitio aquí, tu misma.

Lo miré a los ojos, queriendo comprobar que lo que había dicho la mujer era verdad. En cierto modo, él me miraba con brillo, un reflejo de dulzura y profundidad.

Y aunque algo en mi pecho, quería crecer por él, ser de él. . . Pero algo aún no me dejaba.

Tomó mi mano y la llevó a sus labios finos, dejó un dulce beso para luego hacer que mi mano acunase su rostro.

—El próximo fin de semana, te tengo una linda sorpresa.

Alcé ambas cejas y sonreí— ¿otra cita?

Ladeó su cabeza— ¿acaso no quieres?

—¿Cómo podría resistirme a pasar otro día con el gran y sexi Regulus Balck.

—¿Me crees sexi?

—Todas las damas de la comunidad mágica le generas suspiros de amor —declaré, reincorporándome de la silla para comenzar a dejar en su sitio varios cuadros más.

Él se acercó por detrás, suspirando en mi hombro.

—No me importa lo que genero en las demás, me importa lo que genero en ti —susurró, saboreando cada palabra

Él dejó sus brazos a mi alrededor, sin tocar mi cuerpo, hasta apoyarse en la mesa. Sentí la ferviente necesitad de darme la vuelta y besarlo, pero me detuve, sujetando los bordes de la mesa.

—¿Cómo debo decirlo para que me entiendas? —cuestionó y se alejó.

Suspiré y miré al frente. Luego miré a Meraki que descansaba en el centro de la mesa, cómo si él fuera la mayor obra de arte.

—¡Taskia! —gritó, una pequeña voz a lo lejos.

Fruncí el ceño y giré mi rostro en dirección a uno de los caminos que se llevaba al centro del parque.

Draco, corría hacia mi lugar, con su campera más grande que él y su gorrito verde.

No pude contener una sonrisa y el correr hacia dónde estaba.

Abrí mis brazos, lo que hizo que él corriera con más energía, sonriendo, con las mejillas rojas por el frío al igual que su nariz.

Una vez que lo tuve entre mis brazos, lo abracé riendo.

—¡Hola, Cariño! ¡Qué linda sorpresa!

Tomé su rostro y besé sus mejillas regordetas.

—¡Papá y yo vinimos a ver las pinturas! —gritó, saltando en su punto.

𝐌𝐀𝐊𝐓𝐔𝐁༄___𝐿𝑈𝐶𝐼𝑈𝑆 𝑀𝐴𝐿𝐹𝑂𝑌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora