CAPÍTULO 8

358 29 0
                                    

Andrew

Alcancé a escuchar a lo lejos cuando Alexia se despedía de mí. Di media vuelta y apresuré mis pasos sobre la acera, mientras buscaba en mi móvil el número de Ryan.

Tenía que hablar con él. Ahora.

Me llevé el móvil a la oreja esperando que contestara mi llamada, y después de unos segundos, su alegre y armoniosa voz retumbó sobre mis oídos.

Cuánto lo odiaba en este momento.

—¡Andrew, hermano! ¿A qué debo tu llamada a estas horas? —preguntó detrás del móvil.

—Necesito hablar contigo. —respondí tajante.

Ryan y yo nos conocíamos desde hace mucho tiempo. Éramos muy buenos amigos, y desde que yo empecé a publicar mis libros, él, junto con su editorial, se habían convertido en mi rutina de día a día. Solíamos vernos con mucha más frecuencia de lo que antes lo hacíamos. Todo porque ahora trabajábamos en equipo.

Pero, si de algo estaba seguro, es que era él quien estaba detrás de todo este lío de las juntas canceladas.

—¿Ha pasado algo?

—Sí, si ha pasado. Pero necesito hablarlo en persona.

—¿Cuándo? ¿Ahora? —inquirió hastiado.

—No, ahora no puedo. —suspiré irritado— Mañana paso por tu casa para hablar.

—Pero ¿De qué? O ¿para...

—Mañana hablamos. —lo interrumpí— Me tengo que ir. Te veo mañana. —terminé la llamada antes de que pudiera seguir haciendo preguntas.

Regresé hacia la cafetería y me dirigí a mi auto que se encontraba aparcado a unas cuantas calles del local. Lo puse en marcha y seguí el camino que ya me sabía de memoria hacia la casa de Derian.

💡💡💡

Subí los escalones del porche de la casa de Ryan y di tres golpeteos en su puerta, esperando pacientemente a que me abriera. Unos segundos más tarde, escuché que unos pasos se acercaban mientras el pestillo de la puerta sonaba.

—Hola, Andrew. —me saludó Marie, la esposa de Ryan—. Pasa. Ryan está esperándote en su estudio.

La saludé rápidamente mientras entraba a su casa. Me dirigí directamente a su estudio, encontrándome por el pasillo varios juguetes tirados en el piso. Sonreí al pensar que los juguetes pertenecían a Violet, la pequeña —y única— hija de Ryan. La única persona a la que le permitía poner su mundo de cabeza.

Como amigo de Ryan, me gustaba mucho ver y ser parte de esta nueva faceta de su vida llamada paternidad. Él no tenía un historial perfecto si hablábamos de relaciones y establecer vínculos afectivos de manera formal, cosa que cambió una vez que conoció a Marie.

No me gustaba creer que existían personas que tomaban el papel de héroes en tu vida. Sin embargo, Marie llegó para quedarse con ese papel y para rescatarlo de toda la mierda en la que estuvo metido.

Corrección, en la que estuvimos metidos.

La puerta de su estudio se encontraba abierta, así que sin previo aviso me adentré en el lugar y tomé rápidamente asiento en una silla que se encontraba al lado contrario de su escritorio, mientras éste seguía perdido en lo que fuera que estuviera haciendo en su portátil.

Aclaré mi garganta como aviso, haciéndole entender que ya no se encontraba solo. Alzó la mirada y en cuanto sus ojos me encontraron frente a él, apartó el portátil hacia un lado.

Bajo la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora