CAPÍTULO 31

146 11 0
                                    

Kiara

El estupor me impedía pensar con precisión. No debía pensar en las consecuencias. No quería.

Me costó segundos reaccionar y finalmente, le correspondí el beso. Sus labios se sentían suaves contra los míos, su saliva desprendía cierto sabor a vino, tabaco y algo más... algo que no pude identificar. Su lengua, que daba una ligera sensación aterciopelada, jugaba con la mía con mucha premura y honestamente, me sentía en las nubes.

Si este no era el mejor beso que me habían dado en toda mi vida, no sabía entonces cuál lo era.

Sentía que mis pulmones colapsarían en cualquier momento por la falta de aire, pero por Dios, no quería separarme.

Perdí la noción del tiempo y no sé en qué momento terminé sentada a horcajadas sobre él. Mis manos entrelazadas por detrás de su cabeza, una de sus manos aferrada a mi cuello y la otra a mi cintura, y nosotros besándonos con urgencia. La ropa, de repente, ya era un estorbo.

Supe que él pensaba de la misma manera cuando sus manos fueron agiles para viajar a la terminación de mi blusa. Alcé los brazos para facilitarle la tarea y mi prenda terminó adornando el piso. Yo no me quedé atrás y también me deshice de la suya. Terminé arrojando la prenda aleatoriamente y de manera inconsciente, terminó por encima de la mía en el suelo.

Vincent se puso de pie para llevarme a una de las camas que yacían por detrás de nosotros, muy distraída en el íntimo contacto que estábamos teniendo como para saber si era mi cama o la suya. Mi espalda quedó contra el suave colchón y Vincent entre mis piernas. Sus manos navegaron hasta mis vaqueros, desabrochando el botón con delicadeza.

—Sé que hemos bebido, pero aun así debo preguntarte. ¿Quieres hacer esto?

¿Quería?

¡Por Dios! ¡Por supuesto que sí! Pero estaba sintiendo tanto con tan solo unos besos y un fugaz contacto, que sentía que mis vías aéreas se cerraban y no permitían que el aire llegara más allá, hacia su destino. Y por supuesto, me imposibilitaba para poder hablar.

Dejé que mi cuerpo le respondiera por si solo y mis piernas abrazaron su cadera mientras lo atraía hacia mí para seguir besándolo, aunque pareció que no fue suficiente para él.

—No voy a continuar hasta oírlo de tus labios, Kiara. El consentimiento es importante y lo es aún más para mí saber. —Sus dedos se aferraban a la pretina de mis vaqueros, sus nudillos frotándose contra mi piel descuidadamente, lo que me hacía estremecer.

—Sí, sí quiero.

Fue todo lo que necesitó escuchar para quitarme de encima los vaqueros con rapidez. De pronto me sentía pequeña e intimidada por estar casi desnuda ante él.

Sus manos se colaron por debajo de mi espalda, haciendo que esta se arqueara y le permitiera quitarme el sostén con facilidad, la prenda cayendo sin consideración alguna al suelo, uniéndose a mis vaqueros.

Un camino de besos comenzó desde mi cuello, siguiendo su trayecto hacia mi hombro. Luego regresó a mi pecho, continuando su sendero por aquel estrecho espacio que dividía mis pechos, la simple cercanía hizo que toda mi piel se erizara por completo. Recorrió cada estructura anatómica de mi cuerpo con sus labios, detallando con parsimonia mis costillas, mi abdomen, hasta llegar a mi entrepierna. Mi pulso se aceleró con una facilidad impresionante cuando sentí su respiración tan cerca, a pesar de que aún llevaba las bragas puestas.

La punta de su lengua de deslizó con sutileza por encima de estas, permitiéndome percibir la calidez de su aliento. Finalmente se decidió y retiró mis bragas con parsimonia, acariciando mis piernas ligeramente en el proceso.

Bajo la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora