CAPITULO 19

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Alexia

Bajé del taxi después de pagarle al conductor la respectiva tarifa y subí las escaleras del porche de la casa. Me acomodé rápidamente el cabello antes de llamar a la puerta.

No tenía ni la menor idea de porque me encontraba tan nerviosa. Ciertamente, ya lo había visto en muchas ocasiones e incluso había compartido una cama con él. No entendía el origen de mis nervios en este punto. Sin embargo, los tenía.

El pestillo de la puerta se desbloqueó con un chasquido y pronto la puerta se encontraba abierta, dejando ver a Andrew por detrás del umbral.

Me miró detenidamente por lo que pareció mucho tiempo, sin decir una sola palabra. Esbocé una sonrisa tímida al no comprender lo que estaba sucediendo.

—¿Puedo... pasar? —pregunté dubitativa.

Andrew pareció reaccionar del trance en el que había estado envuelto momentáneamente.

—Claro, lo siento. Adelante. —deslizó su cuerpo hacia un lado para permitirme entrar en su hogar.

La casa era... bonita. Un solo piso, sencilla, terminados rústicos haciendo contraste con decoraciones minimalistas, piso de mármol, piedras alucinantes incrustadas en algunas paredes de la sala y una combinación armoniosa entre el negro, el gris y la madera.

Un precioso gran danés negro corrió hacia nuestra dirección en cuanto reparó en mí, comenzando a olfatearme al tenerme cerca.

Me puse de cuclillas para quedar a su altura y empecé a acariciar el punto más alto de su cabeza, extendiendo mis caricias a la parte posterior de sus grandes y prominentes orejas.

—Hola, grandote. —lo saludé con dulzura, aun mimándolo.

Parecía estar disfrutando cómodamente de mis caricias, porque no hacía intento alguno por escapar de mí.

—Él es Wonder. —habló Andrew contemplando la escena desde su altura.

—Hola otra vez, Wonder. —enfaticé aun más mis caricias terminando en su cuello.

Entre más alejaba mis atenciones, mucho más perceptivo se ponía, siguiendo mi mano con la punta de su nariz.

—Suficiente amor, Wonder. —acotó Andrew—. Ya déjala ir.

El aludido me miró, ladeando su cabeza. Sus ojos destellaban una tristeza inmensa y a la vez me suplicaban para que abogara por él.

Alcé mi cabeza para poder ver a Andrew y él ya estaba observándome detenidamente, con una ceja arqueada.

Descendió un poco hasta que su mano alcanzó mi espalda, frotándola brevemente.

—Ya es suficiente, cariño. No lo malcríes. —murmuró contra mi oído.

Traté de hacer caso omiso cuando todo mi cuerpo se estremeció al sentirlo tan cerca de mí y después de regalarle una breve caricia más a Wonder, me puse de pie, muy a mi pesar.

Comencé a seguir a Andrew por el pasillo, mientras Wonder me seguía en busca de más atención.

Llegamos hasta la cocina y mis ojos se abrieron de par en par por la impresión. Había hecho todo un festín.

—No me digas que tu cocinaste. —insinué, tratando que mis ojos pudieran captar todo lo que había sobre la mesa.

—¿Qué? ¿No me crees capaz? —rebatió burlón.

—Te creo muy capaz.

—¿Entonces? —esbozó una sonrisa.

La situación era que yo no me creía lo suficientemente importante para él como para que me cocinara el menú entero de un restaurante.

Bajo la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora