Alexia
Escondí mi rostro contra la almohada, inmersa en todas las sensaciones que mi cuerpo estaba percibiendo.
—¿Cuánto tiempo se quedará tu amiga? —me preguntó como si nada.
Ahogué un jadeo, muy concentrada en seguir sintiéndome en el cielo como para responderle.
—Te hice una pregunta, nena. —se inclinó lo suficiente para depositar un beso en mi hombro y su mano abandonó el firme agarre sobre mi cadera para viajar desde la parte lateral de mi muslo hasta mi entrepierna, localizando fácilmente mi punto más sensible.
Sus dedos comenzaron a hacer magia, mientras seguía envistiéndome con tenacidad y sin clemencia, haciéndome sentir en la luna.
Sus movimientos comenzaron a ser más apresurados y ágiles, haciendo que en la parte baja de mi vientre se empezara a formar un nudo que no tardaría mucho en deshacerse.
Mis piernas que se encontraban de rodillas contra la cama comenzaron a flaquear y tomé entre mis manos las sábanas, haciéndolas puño y sumamente dispuesta a desintegrarme en cualquier momento. Estaba tan cerca que sentía que todo mi cuerpo ardía y...
De golpe, se detuvo.
Solté un suspiro, completamente frustrada y lo fulminé con la mirada por detrás de mi hombro.
—¿Por qué te detienes?
Emitió el suspiro de una risa.
—Ah, mira, si hablas todavía. —se burló.
Tomó mis piernas con firmeza y de un rápido movimiento me giró, dejándome de espaldas contra la cama.
Se acercó un poco para besarme por lo que parecieron efímeros segundos y después se apartó, regresando al borde de la cama.
Sus labios se acercaron hábiles hacia mi cadera y comenzó un camino de besos hasta llegar a mi monte de venus. Sentía su pesada respiración tan cerca y la anticipación de lo que se venía hacía que mi ritmo cardiaco se acelera con simplicidad.
—¿Ya me vas a responder? — su boca se perdió en mi entrepierna luego de terminar su pregunta y... joder. ¿Cómo quería que le contestara si me tenía de esta manera?
Su lengua se movía con destreza de norte a sur, explorando fervientemente cada rincón y haciendo que mi cuerpo entero temblara de placer.
—No lo repetiré, Alexia. —sus palabras resonaron contra la parte interna de mis muslos, haciendo mi piel estremecer—. Respóndeme. —demandó autoritario.
—¿Cuál... cuál era la pregunta? —balbuceé totalmente perdida en el estupor que él mismo se encargó de crear.
Soltó una risa burlona, incorporándose mientras me miraba fijamente.
—¿Qué voy a hacer contigo, cariño? — su mano viajó con velocidad y sus dedos reemplazaron a sus labios, trabajando con la misma experticia y privándome del habla.
—Puedes comenzar con dejarme terminar. —pedí, el tono de mi voz acompañado de una desesperación que no era usual en mí.
Enarcó una ceja.
—¿Ansiosa?
—Ya deja de estar jugando. —espeté. Por supuesto que estaba ansiosa.
Su rostro volvió a colocarse entre mis piernas, quedándose inmóvil. Sus ojos se encontraron con los míos y una sonrisa mezquina se dibujó sobre sus labios.
—Te volveré a preguntar. ¿Cuánto tiempo se quedará tu amiga? —sus labios volvieron a perderse en mi entrepierna y su lengua comenzó a dibujar esos patrones irregulares que por más que luchara, no me dejaban hablar.
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Bajo la luz
RomansaAquellas personas que estén unidas por el hilo rojo están destinadas a convertirse en almas gemelas, y no importa cuánto tiempo pase o las circunstancias en las que se encuentren, están destinadas a vivir una historia valiosamente vital. Puede que n...