Alexia
Desperté mucho antes de que la alarma de Andrew o la mía sonara a causa de una ligera sensación de dolor de cabeza.
La sensación era similar a cuando duermes por muchas horas y cuando despiertas, sientes una ligera opresión en la frente por haber dormido tanto.
El problema aquí era que no había dormido por muchas horas. Miré el reloj que yacía sobre uno de los burós y marcaba las siete de la mañana. Hice mentalmente las cuentas y había dormido justamente las ocho horas necesarias para que el cuerpo recobrara energía.
Solo había una razón para justificar este pequeño dolor de cabeza. Iba a darme migraña.
Era relativo, porque había ocasiones donde este pequeño síntoma que me avisaba acerca de una probable migraña desaparecía conforme pasaba el día. Otras veces el dolor se intensificaba al llegar la noche, pero no era necesario tomar algún analgésico porque era tolerable. Sin embargo, en el peor escenario, el dolor comenzaba a enfatizarse por la tarde, impidiéndome de alguna manera poder seguir con mis actividades normales y obviamente, necesitaba medicarme.
Deseaba tanto que hoy fuera uno de esos días donde el dolor va desapareciendo conforme pasen las horas o que al menos llegara a ser tolerable.
Tenía mucho tiempo que no me daba una migraña tan fuerte como para tener que tomar algún analgésico, así que no venía preparada con aquellas píldoras mágicas que lograban apaciguarlo.
Decidí levantarme de la cama para alistarme para el partido. Hoy en particular tenía muchas ganas de arreglarme y era mejor empezar de una vez para evitar que por mi culpa llegáramos tarde.
Reparé en mi roomie, quien yacía acostado en la cama de a lado, aún dormido. Lucía tan impasible, sereno e imperturbable.
Me acerqué con parsimonia hacia él y aparté uno de los mechones de su cabello que caía sobre su rostro.
Mi juicio comenzó a verdaderamente comprender la situación. Había pasado una noche con Andrew. Habíamos dormido en la misma habitación y ahora estaba frente a él, contemplándolo.
Definitivamente podría despertar de esta manera todas las mañanas y me sentiría en el cielo.
Me dirigí hacia el baño y luego de asearme comencé a arreglarme.
Me maquillé un poco más de lo normal, pero teniendo cuidado en que no dejara de parecer natural y también me ricé el cabello. Pasé el cepillo por las ondas, desvaneciéndolas un poco para que no parecieran tan producidas.
Me di una última mirada en el espejo y me sentí satisfecha con el resultado.
Encendí mi móvil para mirar la hora y me extrañó en sobremanera no escuchar ningún ruido afuera del cuarto de baño. Mi alarma había sonado hace media hora y supuse que la de Andrew también. Sin embargo, ahora que lo pienso, no recuerdo haber escuchado la suya.
Regresé a la habitación y negué con la cabeza al verlo todavía dormido sobre su cama.
Me acerqué hacia él y comencé a sacudir delicadamente sus hombros para no asustarlo.
—Hey, Andrew, despierta. —murmuré sin tener éxito. —Andrew, se nos hará tarde. —se removió entre las sábanas, pero no despertó—. ¡Andrew! —grité desesperada. Podría estarme muriendo, pidiendo por su ayuda y este hombre haría caso omiso a mis llamados.
Finalmente, sus ojos se abrieron lentamente y pronto nuestras miradas se encontraron. Estaba recién despierto y aun así se veía bastante atractivo.
—Podría acostumbrarme a despertar así siempre. —comentó acariciando fugazmente una de mis mejillas.
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Bajo la luz
RomanceAquellas personas que estén unidas por el hilo rojo están destinadas a convertirse en almas gemelas, y no importa cuánto tiempo pase o las circunstancias en las que se encuentren, están destinadas a vivir una historia valiosamente vital. Puede que n...