CAPÍTULO 33

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Andrew

Entré a la habitación donde los maquillistas y estilistas se hacían cargo de personificar a todos los compañeros de reparto para comenzar a grabar y me senté sobre la silla que estaba por detrás de un grande espejo con miles de focos rodeando su periferia. Dejé que los profesionales comenzarán a realizar su trabajo, siendo completamente paciente con el proceso y tratando de cooperar lo más que se pudiera.

El proceso de caracterización en esta película para mí era bastante largo. El maquillaje debía ser bastante producido porque era el villano de un largometraje de ciencia ficción y fantasía.

Cuando grabé la película de La guerra taumatúrgica, me tocó ser el antagonista de la historia. Y fue gracias al impacto tan grande que tuvo y que sigue teniendo hoy en día, que me encarcelaron por siempre y para siempre dentro de ese tipo de personajes.

Villano. Antagonista. El malo de la historia.

Al principio, traté de hacer castings para todo tipo de personajes, rehusándome a que el público me encasillara para siempre como el villano. Con el tiempo, a pesar de que logré darles vida a otros personajes, me di cuenta de que realmente me gustaba ser el malo de la historia. Ahora, ya no me daba miedo aceptar ser el personaje antagonista y lo disfrutaba en demasía.

Y la parte que más me gustaba de todo, era la caracterización. Era literalmente convertirme en otra persona. Ser otra persona.

El maquillaje estaba intencionado para hacerme lucir viejo y desaliñado, logrando encajar con el villano al que ahora le daba vida y que no hacia nada más que hacerle daño al pueblo que gobernaba.

Regresé a la realidad cuando mi móvil comenzó a sonar por encima del pequeño tocador que había frente a mí y lo tomé con toda la precaución necesaria para evitar moverme y complicarles más el trabajo a mis maquillistas. Visualicé la llamada entrante de un número desconocido y debatí internamente si debía responder la llamada o no.

—¿Creen que pueda tomar la llamada? —pregunté a las chicas que se encargaban de transformarme en una persona diferente.

—Por supuesto. Iremos por un aerosol de pintura para tu cabello mientras terminas de responder.

Asentí al mirarlas en el reflejo del espejo y me apresuré a contestar la llamada.

—¿Hola?

—Hola, Andrew.

Reconocí de inmediato la voz del interlocutor. Aquel acento mal pronunciado de vez en cuando era difícilmente de olvidar.

—¿Cómo conseguiste mi número? —pregunté incrédulo.

—Luego te cuento. Te estoy llamando porque me encuentro en Londres. Y quería saber si puedo verte.

—¿A mí? —pregunté escéptico.

—Sí, Andrew. A ti.

—Claro, ¿por qué no? —respondí despreocupadamente—. ¿Cuánto te apetece vernos?

—¿Puedes el día de hoy?

—¿Tan urgente es que nos encontremos? —inquirí con diversión. Ya podía intuir más o menos de qué iba todo esto.

—Algo, sí.

Emití el suspiro de una risa.

—Lo siento. Hoy no puedo, estoy en rodaje. Pero mañana por la tarde estaré un poco más libre.

—Perfecto. Te veo el día de mañana, entonces. Te mandaré la dirección por mensaje, siento que nos asentará bien jugar un poco de golf.

—Ahora sí que me agrada el plan. —Reí—. Te veré mañana.

Bajo la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora