Capítulo XVIII (parte 1)

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Si el caminar a paso firme y centrado era un asunto que Mikasa debía pensar dos veces, este jueves en particular se había vuelto el doble de complicado, pues, lo único que quería hacer era lanzar sus molestos y un tanto incómodos zapatos altos, gr...

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Si el caminar a paso firme y centrado era un asunto que Mikasa debía pensar dos veces, este jueves en particular se había vuelto el doble de complicado, pues, lo único que quería hacer era lanzar sus molestos y un tanto incómodos zapatos altos, gracias a la dura jornada de ese día, correr emocionada hasta su habitación y abrir la encomienda que había sido entregada para ella en la oficina. Entendía perfectamente que en realidad era un tipo de gesto pasivo-agresivo con el que Levi Ackerman se burlaba de sus elecciones de vestimenta, pero, había decidido ignorar ese hecho al ver la sobriedad con la que se distinguía el ostentoso paquete. De acuerdo con el nombre impreso en el envoltorio, se trataba de una prenda de diseñador, y no cualquiera, sino de una de las mejores y más exclusivas marcas. En su mente, corrían distintos diseños y colores, «apuesto a que es de color negro» pensó, observando fijamente la lujosa caja, como si su vista pudiera atravesarla para ver su interior. «O quizás gris» ponderó, repasando la colección de trajes que le había visto desplegar al hombre que le hacía este tan afrentoso, como inquietante obsequio.

Su lado racional, ese que le había llamado la atención tantas veces, clamó por ser escuchado nuevamente, sugiriendo que, lo mejor sería tener dignidad y vestir, para su reunión, lo que ella considerase más apropiado; no porque Levi fuese alguien experimentado en estos asuntos, le daba el derecho de decirle qué usar. Tenía dignidad y podía devolver la caja con todo y sus enigmáticos contenidos. Sin embargo, esa dignidad se rindió al observar las dos bolsas colocadas cerca de su escritorio, cubiertas por la caja que acababa de mover, agitándola para, con eso, descubrir que había en su interior. Uno de los paquetes era una marca conocida por sus bolsos, mientras que la otra, resaltaba por los zapatos de brillante suela roja que eran los favoritos de los más acaudalados de la sociedad, ¿cómo sabía él su número de calzado? ¿le había dado ese último dato junto con sus tallas? recordaba no haberlo hecho, y eso, sólo hizo que se inquietara todavía más.

—¡Al demonio! —Musitó, abrazando los tres envoltorios para salir rápidamente de su oficina. —Siempre puedo devolverlos después de probármelos. —Dijo, convenciéndose a sí misma de que, si bien podía darse el lujo de comprar tales prendas, nunca pensó que algo tan caro podría verse bien en ella, quien siempre estuvo acostumbrada a una vida holgada, pero tampoco demasiado ostentosa. Entendía el valor del dinero y el desgaste físico que implicaba ganarlo de manera honrada, al ver a su padre llegar cansado cada noche para asegurar su futuro. Un esfuerzo que ella no deseaba menospreciar, calentando el plástico de sus tarjetas en tiendas que vendían los mismos productos, bajo un nombre que únicamente agregaba más ceros a su precio final.

Pero, esas ideas no la eximían de fantasear viéndose enfundada en una de esas prendas, probablemente pagada con su propio esfuerzo y trabajo duro, zapateando alegre con suelas rojas y un brillante collar que podría costar mucho más de lo que alguien con un trabajo sencillo podría ganar en un mes, o hasta en toda una vida. ¿Un pensamiento egoísta y capitalista? definitivamente, pero saberlo no hacía que dejara de desearlo. Quizás esta era la vida dándole esa única oportunidad de vestir algo así sin remordimiento alguno; podía tomarla y aprovecharla por unos minutos, cumplir la fantasía, para luego volver a su yo habitual.

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