Capítulo XXXVI

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La mañana siguiente tomó a Mikasa un tanto desprevenida

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La mañana siguiente tomó a Mikasa un tanto desprevenida. Con el peso del día anterior aún presionando sus hombros, se despertó sintiéndose aletargada. Definitivamente el descanso no había sido nada reparador, pues cada movimiento, por pequeño que fuese, le recordaba la tensión acumulada y los eventos que la habían dejado exhausta emocionalmente. Quizás había tenido sus desacuerdos con su padre en sus tiempos de rebeldía, pero nunca antes se había sentido tan emocionalmente herida y tan mentalmente abatida como ahora. En su interior, crecía una duda pujante sobre las verdaderas intenciones de su progenitor; y, su falta de claridad frente a ella, el único torrente vivo de su sangre, le dolía profundamente.

Luego de intentar buscar su teléfono bajo las almohadas, entre las sábanas e incluso sobre el buró al lado de la cama, donde su inquieta vista fue recibida únicamente por el reloj despertador que alumbraba en rojo sus números digitales, olvidó por completo la infructuosa tarea y reparó alarmada en la hora. Se levantó con pesadez, sintiendo como si cada paso la llevara a través de arenas movedizas.

Tras una ducha rápida y casi mecánica, se vistió con un traje blanco compuesto por un blazer de corte clásico y unos pantalones de talle alto y pierna ancha; un conjunto que realzaba su figura, sobrio pero elegante, y que intentaba, además, proyectar una confianza que no sentía en realidad.

Apurada, se dirigió a la cocina, en donde, para su sorpresa, se encontró con una imagen casi inverosímil y que la hizo incluso dar un pequeño salto hacia atrás. De pie frente a la mesa de la cocina, se hallaba Eren ya despierto, vestido impecablemente con un traje gris oscuro hecho a su medida. La esperaba, con una taza de té humeante lista para ella, hecha con el mayor ímpetu y con las herramientas que tenía a su alcance, —en este caso, una caja de té de supermercado, un microondas, y agua del grifo—.

—¿Estás...? ¿estás bien? —preguntó ella, dando un vistazo a sus alrededores, insegura de si se encontraba dentro de algún tipo de programa con formato de cámaras ocultas.

Él asintió, siguiendo intrigado con la mirada cada uno de sus gestos. —Sí, ¿y tú?

Mikasa sacudió su cabeza, todavía perpleja.

—¿Qué haces despierto tan temprano?

Eren la observó confundido. —Hoy es el inicio del taller, ¿no es así?

—Sí. Aunque pensé que no irías o que llegarías realmente tarde, —dijo, musitando la última frase.

—¿Por qué no habría de hacerlo? —negó él un tanto perplejo.

Mikasa lo observó con un ligero desconcierto cruzando por sus facciones. —Mmm... porque odias todo tipo de evento laboral y siempre amenazas con que no irás, peleando con tu padre para luego aparecer derrotado y disociarte durante todo momento, —respondió con obviedad. —O al menos eso es lo que has hecho cada año.

Eren soltó una pequeña risa, bajando la mirada hacia la taza de café que sostenía entre sus manos. —Supongo que tienes razón. Pero este año es diferente.

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