Capítulo XVIII (parte dos)

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Las dos horas de camino hasta la otra ciudad, pasaron con rapidez para la mujer que conducía ahora enfundada en su distintivo traje, mientras observaba los paisajes transformarse del campo que conectaba ambos lugares a una urbe llena de edificios ...

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Las dos horas de camino hasta la otra ciudad, pasaron con rapidez para la mujer que conducía ahora enfundada en su distintivo traje, mientras observaba los paisajes transformarse del campo que conectaba ambos lugares a una urbe llena de edificios que se alzaban imponentes hacia el cielo; vista que la hizo abrir la boca en señal de asombro. No había visitado este lugar en mucho tiempo y cada vez que lo veía se maravillaba de su entorno tan diferente al de su lugar de origen que, también tenía lo suyo, pero a pequeña escala, comparada con esto.

«He aquí por qué Levi estaba tan reacio a dejar sus dominios» pensó, mientras veía pasar frente a ella los enormes rascacielos con sus brillantes ventanas.

Un último vistazo al mapa digital que le marcaba el camino a seguir, confirmó que iba en la ruta adecuada, cruzando la ciudad completa para arribar al destino en cuestión, que, aparentemente, era algún tipo de edificio histórico ubicado en la periferia, casi a las afueras. Descripción que fue confirmada luego de la hora extra de recorrido que la llevó precisamente ante un enorme campo, presidido por una enorme edificación que evocaba algún tipo de pequeño castillo, rodeado de un vasto y verde jardín; una visión totalmente contrastante a la de la urbanización que acababa de pasar y que la sorprendió todavía más.

Diversos autos de marcas cuyos nombres Mikasa sólo había leído o escuchado por ahí, se enfilaban para que sus pasajeros, ataviados con prendas similares, tanto en gama de colores, diseño y de tan alta costura como las que ella vestía, descendieran e ingresaran al lugar, el cual rebosaba distinción y lujo en cada rincón. Levi estaba en lo cierto, esto no era cualquier evento menor, sino una reunión de la crema y nata de la sociedad. Una en la que seguramente habría desentonado de no haber seguido su consejo.

Aunque, pensar en esto no evitó que su cuerpo se tensara al imaginarse ahí, rodeada de personas desconocidas. Una marea de rostros que probablemente fijarían sus ojos en ella; realización que la hizo palidecer y tragar con cierta dificultad debido al nudo que se había formado en su garganta, pero era muy tarde para retractarse.

Después de entregar las llaves de su auto al valet que se encargaría de buscar el lugar apropiado para estacionarlo, la muchacha se adentró al pequeño castillo, intentando distraerse al contemplar absorta los frescos y molduras que adornaban sus techos, de los cuales colgaban brillantes candelabros hechos de finos cristales y adornos en color dorado. Entrar fue fácil, debía darle gracias al apellido que convenientemente compartía con uno de los nombres más importantes que se harían presentes también y a quien debía buscar y rápido para poder tranquilizar a sus inquietos nervios, ahora que todavía podía respirar con normalidad y que los tremores aún no alcanzaban a afectar a sus extremidades.

Abriéndose paso entre los parlanchines presentes, que conversaban y bebían de sus copas, al mismo tiempo que le dedicaban fugaces vistazos evaluándola, Mikasa buscó por todos lados al hombre que la acompañaría en esta travesía, hasta divisarlo finalmente entre un grupo variado de célebres figuras, con su típico gesto de aburrimiento, mientras los demás charlaban animados y una escultural rubia luchaba inútilmente por llamar su atención. Tragando fuertemente, al mismo tiempo que respiraba decidida, se acercó a él, ante la mirada sorprendida de los que lo rodeaban, tocando dos veces su hombro, haciéndolo girarse con molestia hasta que sus ojos repararon en su presencia.

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