Capítulo II

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Mikasa Ackerman había cumplido ya los treinta años

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Mikasa Ackerman había cumplido ya los treinta años. Su propósito en la vida había sido decidido por ella misma desde sus primeros años en plena conciencia sobre su futuro y lo que podría llegar a apasionarle. El ver a su padre hablar tan entusiasmado sobre sus negocios y el futuro de la compañía que él mismo había fundado, la habían hecho soñar con, algún día, poder seguir sus pasos y convertirse en la nueva cabeza del emporio que manejaban. Sin embargo, sabía muy bien que, para lograrlo, debía, primero que todo, prepararse mental y académicamente sobre los temas administrativos, pues el señor Ackerman, no había logrado todo lo que tenía simplemente a causa de suerte. Ahí habían muchas horas de estudio, planificaciones detalladas, mucha estrategia e ideas desarrolladas de manera específica y una alianza que hizo que todo eso fuera posible. Y, era esto último lo que ella aún no lograba dominar del todo, pues, su relación con el heredero de la otra mitad de la cual se conformaba la organización, si bien era cordial, tampoco era la gran amistad y apego que compartían sus padres. Ella sabía y entendía perfectamente que el matrimonio con el menor de los Jaeger era un asunto más estratégico que sentimental y no le afectaba el pensarlo de esa manera. Lo había entendido hacía muchos años atrás y aceptaba que un contrato nupcial le aseguraría un control indisputable sobre un patrimonio que le pertenecía. Tampoco le preocupaba el romance, había dedicado su vida entera a su preparación para el momento de asumir el mando —o parte de él, al menos—, por lo que los enamoramientos para ella estaban en segundo plano; además de que tampoco pretendía iniciar algo con alguien sabiendo que, eventualmente,debería casarse con otra persona para lograr sus objetivos. Eren Jaeger era un muchacho joven, de su misma edad, de hecho, bien parecido y poseedor de la otra mitad de su herencia, lo que para ella se traducía como un buen partido. Siempre lo había visto como su futuro esposo y se había hecho ya a la idea de que su vida sería a su lado.

—Mikasa, hija. —Saludó Jörg a la recién llegada, después de que su asistente terminara de colocar sus maletas en el recibidor anexo a la gran sala de su hogar. —¿Cómo estuvo el vuelo? —Preguntó, abrazando a su retoño con fuerza, conocedor de que los momentos a su lado tenían un contador que avanzaba en reversa.

—Todo bien. Aunque me tomó un poco de sorpresa que me hayas pedido abandonar mis estudios en la facultad con tanta premura. ¿Está todo bien? —Inquirió preocupada.

—Nada de qué alarmarse. —Mintió. —Es sólo que, Grisha y yo estuvimos conversando y hemos decidido que es hora de que Eren y tú asuman el mando de la empresa. Ambos deseamos retirarnos y disfrutar el tiempo que nos queda, sabiendo que ustedes dos se harán cargo de nuestro legado.

—¿Y lo decidieron así tan repentinamente? Porque si es eso, bien podrías esperar a que termine el año que me falta de la maestría. —Notó, observándolo con escrutinio. —¿Me estás ocultando algo, papá?

—Me preocupa tu futuro, Mikasa. Yo no estaré aquí por siempre, y quiero que empieces ya a tomar decisiones dentro de la empresa, y que finalmente te relaciones con Eren para que puedan encontrar un ritmo que se adecúe a ambos. Tus estudios los puedes terminar en línea, porque me interesa más que pongas en práctica todo lo que has aprendido.

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