Capítulo XXIX

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El día de Eren Jaeger definitivamente no iba ni similar a cómo lo había planificado

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El día de Eren Jaeger definitivamente no iba ni similar a cómo lo había planificado. La noche anterior había dormido poco y muy mal, repasando en su mente la conversación que había escuchado sostener a Mikasa, con, según él, Jean Kirstein. La música de la fiesta pasada, aún resonaba en su cabeza, una mezcla de risas y conversaciones animadas que le recordaban los excesos y la diversión que siempre habían definido su estilo de vida, mimso reflejo que podía discernirse en la cama, desordenada y arrugada, como testigo mudo de la agitación de la noche. Cada minuto, contados a partir de que su grupo de amigos había abandonado el departamento, lo había dedicado a pensar en cada uno de los pasos que debía dar para hacer funcional el malévolo plan que había tramado. Jean debía ser borrado del mapa y alejado de Mikasa, de eso no había duda. Sin embargo, no todo era tan sencillo de lograr, y, para eso, debía contar con un buen número de acciones de respaldo.

El dolor de su cabeza, que pulsaba como un martillo neumático en su sien, expresaba todo el nudo de pensamientos que no dejaban de girar en su interior, junto con el alcohol ingerido, que le había ayudado un poco a sobrellevar la velada, pero, no tenía tiempo para resacas. Había cometido un error monumental, uno que necesitaba desesperadamente solucionar.

Lo primero, era retomar la relación con la muchacha. Debía, a toda costa, enmendar las ofensas cometidas para con ella, eso estaba claro. Por eso, en cuanto el sol alumbró por el horizonte, se apresuró hacia el baño, donde el agua fría de la ducha le devolvió parte de su lucidez. El espejo le mostró a un hombre desarreglado, con ojeras pronunciadas y una barba descuidada. Necesitaba arreglarse rápidamente y salir hacia el trabajo, debía verla, agradarla y permanecer a su lado. Vistiendo un traje que había sido arrojado descuidadamente sobre una silla, Eren tomó su desayuno del día, el cual consistía de un vaso de agua y un analgésico, un remedio rápido para la resaca que le permitiera enfrentar la tarea que tenía por delante.

Por ningún motivo podía permitir que el "cara de caballo" como había nombrado a Jean, pudiera mover sus oscuras garras para acercarse a ella y revelarle esa tan deplorable verdad que buscaba ocultar. Eso no iba a suceder. No, si podía evitarlo. La alejaría de él, y no permitiría que ella estuviera ni un segundo a solas para contactarlo.

Sin embargo, esa parte del plan se vio afectada, en primera instancia, gracias a la nefasta compañía de Levi, quien, con su presencia, mermaba sus intentos de congraciar a la muchacha, presentándole en bandeja de plata todo su cariño y devoción. Algo que no podía hacerse, no con él y sus ojos de ave rapaz, observando todo con gesto apático. La única ventaja que ofrecía que él estuviera ahí, era que la mantenía ocupada y la alejaba de buscar un contacto con Jean. Además, su plan tampoco había contado con que su padre irrumpiría y lo alejaría de ella de manera tan abrupta, aunque, gran parte del éxito de lo que había tramado, recaía en la intervención de su progenitor.

Al salir de la oficina, dándole un último vistazo a la consternada Mikasa, para luego girar y enfocarse en la espalda del hombre que le había dado la vida, Eren meditó sobre su propio actuar, ¿valía tanto la pena ser un mezquino?

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