Capítulo VIII

178 28 26
                                    

El correr ayudaba, no sólo a fortalecer los músculos de Mikasa, pues también era una actividad estimulante para el resto de su cuerpo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El correr ayudaba, no sólo a fortalecer los músculos de Mikasa, pues también era una actividad estimulante para el resto de su cuerpo. Corriendo, se sentía liberada de cualquier problema que pudiese llegar a molestarla. Y, para su desdicha, toda su vida actual era una enorme incertidumbre. Se encontraba comprometida con un hombre al que no amaba, aunque, había prometido enfocar todo su ser a que esto funcionara, pero temía que un día se hartaría de sus —más que evidentes— desprecios y falta de interés, y explotaría, llevándolos a ambos a un punto de no retorno. Además, ese asunto estaba relacionado también con heredar la enorme responsabilidad que era el legado de su padre, enfrentándose en el proceso a todos aquellos que la consideraban indigna. Una batalla de la que debía salir vencedora, sin importar qué. Muchas cosas se arremolinaban a su alrededor, pero ya habría tiempo para afrontar cada una de ellas, con suerte.

El ejercicio sin duda era un gran aporte para que su mente pensara mejor, inyectándola con el positivismo necesario para enfrentar el resto del día. «Un nuevo día de un nuevo comienzo» pensó, tratando de enfocarse y mantenerse optimista, elevando el sonido de la música que retumbaba con melodiosas notas en sus auriculares. «Un problema a la vez», aseguró internamente, armándose de valor.

Su actividad estaba por terminar, diez minutos más y llegaría a su meta personal. «Todo iba a salir bien, tenía que salir bien» repetía en su mente, respirando al compás de sus talones resonando sobre el concreto de la calle. Pero, antes de que pudiera dar el último giro para regresar a su nuevo hogar, una figura se cruzó en su camino, haciéndola perder el equilibrio, pero, impidiendo, al mismo tiempo, su caída al sostenerla entre sus brazos.

—¡Lo siento mucho, señorita! —Gritó el muchacho, acomodándola.

—¿Por qué demonios no te fijas, pedazo de...? —Comenzó a formular, descargando el estrés acumulado, el cual trataba de mantener bajo control, —de manera infructuosa, aparentemente—, sobre el hombre que la veía con ojos abiertos, mientras retiraba molesta los audífonos inalámbricos de sus oídos. —¿Jean? —Dijo, cambiando su tono por uno de sorpresa.

—¡Mikasa! Es Mikasa, ¿cierto? —La pregunta sonaba sincera, sin embargo, el recién nombrado sabía que únicamente estaba interpretando un rol, pues conocía la identidad de la mujer a la perfección. Había estudiado todo su historial o, más bien la información inconexa y poco confiable que le había enviado Eren. Datos vagos sobre su vida, información básica, pero muy poco sobre lo que le gustaba o lo que él podría hacer para llegar a agradarle. Además, la sorpresa por verla nuevamente, tampoco era del todo honesta. La había visto pasar antes, trotando a toda velocidad a su lado, pero ella no lo había notado, iba enfocada en su propio camino, mostrando poca importancia a los rostros que circulaban a su alrededor; perdida en su propio mundo, ajena a lo que sucedía fuera del mismo, hasta el momento en el que chocó con su cuerpo, en un amaño poco planificado y sin cronometrar, que había resultado particularmente exitoso, —la razón genuina detrás de su rostro asombrado—.

Second ChancesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora