Capítulo XVII

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La afirmación "un paso a la vez" indica que las cosas deben tomarse con calma, tal como había sido el consejo de Sasha

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La afirmación "un paso a la vez" indica que las cosas deben tomarse con calma, tal como había sido el consejo de Sasha. Mikasa sabía conocía perfectamente esta definición, pues muchas veces su impulsividad la había llevado a cometer errores de los que, ahora, en su vida adulta, se arrepentía. Avanzar con lentitud y plantándose firmemente sobre el suelo, eran necesarios si no deseaba tambalearse y caer, —más aún si se utilizan zapatos de tacón de aguja de quince centímetros de alto—. Era menester pisar con prudencia, la espalda erguida y la vista hacia el frente. Afirmación, que se proponía, al menos; pero, situaciones como la vivida al lado de su prometido este fin de semana, quien precisamente caminaba a su lado en este momento, ignorándola por completo —tal como lo había hecho desde el sábado por la tarde, gracias a su escapada con su mejor amiga—, la hacían querer derribar a puntapiés todos los obstáculos y avanzar, cual corredor en pista de cien metros planos, hasta llegar a la meta. Hacerlo, por otro lado, podría lograr que su tan deseada y merecida victoria se desplomara en sus manos como un castillo hecho con sal.

Resoplando, la mujer llamó al elevador, adentrándose en este junto con Eren, quien parecía bastante más interesado en lo que se reproducía en la pantalla de su celular, que en su entorno general.

Las puertas comenzaron a cerrarse cuando una mano se interpuso entre ellas, abriéndolas nuevamente y dejando ver a un hombre vestido impecablemente con un traje de diseñador, uniéndose a ellos en su silenciosa convivencia. —Buenos días. —Saludó Levi, sacándose los ya tan característicos auriculares blancos; esos que Mikasa juraba reproducían algún tipo de afirmaciones retorcidas o quizás frases sarcásticas que le darían más material para motivar a su irónico estado natural.

Ambos asintieron ante su saludo, volviendo a su pacto no verbal sobre un trato taciturno entre los dos. En minutos, pero que a la joven le parecieron horas, el ascensor finalmente llegó a su planta de destino. Los tres salieron, sin proferir palabra alguna, para encaminarse cada quien a sus respectivas tareas del día.

Observando a su futuro esposo desaparecer en su despacho, Mikasa saludó sonriente a la recepcionista, dando pasitos rápidos para alcanzar a su evaluador, que, pese a tener piernas ligeramente más cortas, avanzaba a una considerable velocidad. —¡Oye! —Lo llamó llegando hasta él.

—¿Hablas? Pensé que a Barbie y Ken les habían comido la lengua los ratones. —Notó, deteniendo su paso.

Ella, entornando los ojos, bufó: —Está enojado conmigo porque pasé todo el resto del viernes con mi amiga y no llegué a casa hasta el sábado.

—¿En serio? ¡No me digas! —Respondió él fingiendo interés, mientras retomaba su andar hacia su oficina. —No sabes lo mucho que disfruto empezar mi día con información inútil que me importa un comino, especialmente los lunes.

—Es bueno saber que sigues siendo tú. —Dijo con fastidio, siguiéndolo de cerca.

—¿Te refieres a que soy encantador? porque así es, veinticuatro horas al día, siete días a la semana.

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