Capítulo X

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Jean Kirstein siempre se había considerado a sí mismo como un conquistador nato

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Jean Kirstein siempre se había considerado a sí mismo como un conquistador nato. Su trabajo como actor lo había convertido en un ente camaleónico, capaz de acoplarse a los gustos e intereses de muchas mujeres que habían pasado por sus brazos a lo largo de su vida. Sin embargo, a pesar de su naturaleza confiada, este don Juan había encontrado finalmente a su talón de Aquiles en la mujer sentada frente a él en este momento. La mera presencia de Mikasa Ackerman hacía que todo lo que había dicho, hecho o incluso sido, se desvaneciera. Estaba desarmado, desprotegido y temeroso, navegando a la deriva de un caudal tormentoso, tal como los ojos que lo veían radiantes desde el otro lado de la mesa.

—Entonces, te gusta el cine. —Sentenció Jean, saliendo del estupor involuntario que lo envolvía cada vez que estaba en presencia de la muchacha, mientras daba vueltas a una desgastada servilleta entre sus dedos.

—Bueno sí, como a todos, supongo. Aunque me gustan más las series; se me hace más fácil prender el televisor en la comodidad de mi hogar, que ir al cine.

—Oh, ya veo. Imagino que Eren y tú disfrutan mucho viendo series juntos. —Comentó fingiendo desinterés, aunque era una pregunta pensada para indagar discretamente entre la relación de ambos, desde el punto de vista de ella. Buscaba una pequeña rendija en la cual colarse como la luz del día para inundar su corazón, o, al menos, ese era su plan.

La muchacha, al escuchar el nombre de su prometido, dejó que su rostro la traicionara por un momento, mostrando la desilusión que la embargaba al pensar en su ineludible unión. Pero, retomando la compostura y el buen ánimo, llenó nuevamente sus facciones de alegría, aunque fuese falsa. —No. Él prefiere los videojuegos, dice que enfocarse mucho tiempo en algo poco dinámico lo estresa. Pero, estuve investigando y hace poco lanzaron una serie basada en uno de sus juegos favoritos. No es mi temática predilecta, pero creo que puedo intentar verla con él. —Anunció con optimismo. —¿Y tú, Jean, tienes a alguien especial?

—No por el momento. —Admitió nervioso. Una de las pocas verdades que le había mencionado a la chica. —Como te comenté, recién me mudé y no conozco a muchas personas. Creo que, en el tiempo que llevo acá, con la única chica hermosa con la que he conversado eres tú.

—¿Ni siquiera en tu trabajo? —Preguntó, intentando ignorar el halago escondido en su declaración. «No le des falsas esperanzas», pensó.

—N-no. En mi sector s-solo hay hombres. —Le dijo, agregando más datos falsos a su mentira inicial.

—Bueno, yo no tengo muchas amigas y la única que considero como tal, está en una relación bastante estable, pero quizás pueda presentarte a alguien algún día. —Le ofreció sonriente.

Él, ruborizado, desestimó su oferta con un movimiento de su mano. —No es necesario, estaré bien.

—Oye, hablando sobre tu trabajo. —Mencionó ella, haciéndolo tragar con fuerza. —¿Cómo es tu jefe? O sea, el CEO de la compañía para la que trabajas, ¿lo has visto o has hablado con él?

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