El universo a veces concede segundas oportunidades; para iniciar desde cero, cambiar viejas actitudes, formar una nueva vida, una familia; solucionar errores del pasado o simplemente volver a enamorarse.
Una pacto entre amigos, un matrimonio arregla...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
No todos los primeros encuentros podrían ser memorables, muchos ni siquiera son buenos, y, para Mikasa, el haber conocido de esa manera tan aparatosa a quien por un largo período de tiempo sería su guía en el mundo de los negocios, era un tema que la agobiaba. Le preocupaba de sobremanera que surgiera entre ellos una rencilla que pudiera llegar a afectar su vínculo profesional. La mejor parte de su ser clamaba por poner sobre su rostro una falsa sonrisa, agachar la cabeza y presentar una ofrenda de paz, pero, por otro lado, había una parte de ella que deseaba tomar los tres cuartos de vaso con té de taro que aún sostenía con fuerza en su mano derecha y vaciarlo encima del tipejo quien le había llamado "tonta" en plena calle. Era una batalla interna de épicas proporciones que, por mucho que apelara a su lado noble, se veía desencantada por la segunda opción. Sin embargo, al abrirse las puertas del elevador en el piso principal y no observar el rostro amable de su padre quien siempre le daba la bienvenida con una amplia sonrisa, todo rastro de ira se desvaneció por completo de su ser.
—Mabel, ¿dónde está mi papá? —Preguntó preocupada a la secretaria que había acompañado a Jörg durante muchos años de su carrera profesional.
—Ay, mi niña ¿qué te pasó?, parece que te hubieran atacado una partida de esos vándalos que tiran pintura a la gente. —Notó la mujer mayor, detallando su ropa manchada.
—Ah, es que es uno de esos trajes de "decóralo tú mismo", pero yo no soy tan artística. —Respondió, encogiéndose de hombros. —¿Y mi papá? Es raro que no esté en la entrada.
—Está con Grisha en su oficina, querían reunirse antes con el nuevo señor Ackerman. Ya sabes, el hombrecillo guapo ese que anda rondando por ahí ¿ya lo viste?
—No. Para nada. —Mintió, entornando los ojos. —¿Te dijo cuánto tiempo estarían con él? Tal vez pueda ir a cambiarme.
—No creo que te dé tiempo, querida. Me pidió que en diez minutos reúna a los miembros de la junta.
La muchacha resopló con molestia. —Ni con buen tráfico alcanzo a llegar al departamento de Eren, mucho menos al de papá. —Musitó. —¿Y Eren, no sabes si ya vino? —Preguntó esperanzada.
—Entró corriendo hace unos cinco minutos. Pensé que habían llegado juntos. —Notó la secretaria con evidente curiosidad.
Mikasa, evadiendo el tono inquisitivo que pretendía encausar una charla formal sobre su vida personal, desestimó el comentario. —Estaré en mi oficina, tratando de hacer esto más presentable. —Dijo, acelerando, aún más, el paso a su fortaleza personal al divisar con el rabillo del ojo una oscura cabellera, con un corte peculiar, que salía en ese momento del baño, caminando directo hacia donde, antes le habían indicado, se encontraba su padre.
Escondida, detrás del resguardo que le daba su área de trabajo, rebuscó en su bolsa por algunos paños húmedos que la ayudaran a reducir el vibrante colorido del té vertido sobre sí misma, centrando sus energías en intentar desaparecer los manchones púrpuras que decoraban de manera abstracta la tela de su ropa. Al notar que la tarea era, en realidad infructuosa, Mikasa bufó abatida, despojándose de su saco para poder tallarlo con más empeño sobre el escritorio.