•Capítulo 2•

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Debo confesar que me siento ansioso por saber lo que está tramando Agatha. Todo se puede esperar de ella, por lo que por mi cabeza pasan un sinfín de acontecimientos que pueden suceder. Pero lo que me tiene algo feliz, es que aceptó, así fuera por presión de su madre, tener un hijo conmigo.

A mis treinta años, formalizar una familia con mi esposa es algo que me mantiene con una estúpida sonrisa en el rostro día y noche, ignorando esas palabras que me dijo hace unos días en el auto. Entiendo que debe sentirse presionada y algo nerviosa, pero sé que será la mejor madre. Quizás un hijo es lo que nos hace falta para unirnos, quizás es lo que le hace falta para ver mis sentimientos y amarme.

Llegué a casa luego de haber salido temprano de la empresa y me dediqué el resto de tarde a preparar una cena y un ambiente romántico para empezar a conquistar el corazón de mi esposa. Esto lo he hecho un millar de veces, pero algo me dice dentro de mí que esta vez será diferente.

Le pedí a todos los empleados que se marcharan por hoy, pues no quiero ninguna interrupción ni nadie que se de cuenta de lo mucho que la voy a amar. La amaré hasta el cansancio, hasta que se dé cuenta de que me ama por más fría que quiera parecer, hasta que de sus labios escape mi nombre y me llene de dicha y satisfacción como nunca lo ha hecho, hasta que al fin podamos cumplir ese deseo a mis suegros, pero especialmente, a mí.

Una vez acabé de preparar todo, tomé una ducha para refrescarme y me acicalé lo mejor que pude, luciendo ante el espejo mucho más juvenil de lo que en realidad soy. Me sentía atractivo ante el reflejo que veían mis ojos.

Esperé paciente por mi esposa en la mesa, con un ramo de rosas rojas en mano y una ansiedad que nunca había sentido antes. Una taquicardia terrible se hizo presente en mi pecho cuando oí el frenar de su auto.

Me levanté de mi lugar y me paré frente a la puerta, esperando que entrara y poder atacar sus labios como tanto lo he deseado. Siempre me he contenido por temor a sus rechazos, pero esta vez no pienso dar un paso atrás ni por equivocación.

La puerta se abrió y, antes de dar un paso hacia ella, una jovencita se quedó mirándome fijamente y con sus mejillas encendidas en rojo. Sus ojos azules recorrieron mi aspecto en una mínima fracción de segundo, para luego dar en mis manos donde el ramo de rosas rebosaba y bajó la cabeza. Su cabello castaño cubrió su rostro al instante. Lucía muy avergonzada y no era para menos.

—¿Qué demonios pasa contigo, Karim? —Agatha entró a la casa y miró toda la decoración con el ceño fruncido—. ¿Qué significa esto? ¿Perdiste la cabeza o qué?

—No pensé que fueras a venir acompañada, mi amor. Te preparé una cena.

—¿Por qué no me llamaste primero y con ello nos evitamos estas sorpresitas? Sabes que no me gustan este tipo de cosas.

Desvié la mirada a mis manos y apreté el ramo entre ellas, sintiéndome estúpido y patético. No sé en qué estaba pensando cuando me dejé llevar por el impulso, más al conocer el poco gusto que mi esposa tiene por este tipo de detalles.

—¿Sabes qué? Recoge todo este desorden mientras le enseño a Noa su habitación y le indico sus funciones —cruzó por mi lado con la chica y maldije por lo bajo.

Lancé el ramo sobre la mesa, arruinando no solo la cena, sino las velas y la decoración que había sobre esta. Recogí cada cosa antes de que regresara y me encerré en mi despacho a pensar por qué ella era de esa forma tan arrogante y fría conmigo.

Desde un principio sabía que no sentía nada por mí, pero esperé que con el tiempo su corazón se ablandara un poco y me cobijara. Aunque nos casamos por ayudar a sus padres a no quedar en la ruina, sí me hice muchas ilusiones que al día de hoy siguen vigentes. Antes de que sus padres llegaran a mi empresa, yo ya estaba perdido en su angelical mirada y en su incomparable belleza.

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora