•POV ALEX III•

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Hace un par de años no pensaba en nada más que no fuera en hacer dinero. Desde que salí de la universidad y mis padres fallecieron, todo su legado recayó en mis hombros; y desde entonces no he descansado hasta verlo tan grande como lo soñaban ellos.

Al día de hoy he alcanzado los sueños de mis padres y jamás me arrepentiría de haber dejado mi vida de lado para hacerlos realidad y hacerlos felices, pero sí me hizo falta vivir lo que yo deseaba de corazón. Me enfrasqué tanto en el trabajo y en sacar esos sueños ajenos adelante, que nunca me di cuenta de que dejé ir los míos, algo que nunca me voy a perdonar, porque el tiempo pasó y no hice nada por mí mismo.

Cuando era tan solo un niño y soñaba en convertirme en el mejor futbolista de Brasil, recorrer el mundo en diversos equipos y no pensar en nada más que no fuese ir detrás de un balón, todo era mejor y distinto. Pero tuve que madurar de golpe y de una manera que no le deseo a nadie. Estudié por presión de mis padres, porque ellos decían que el futbol era algo que no me iba a traer nada bueno en la vida y cuando los perdí, me dediqué de lleno a los negocios de ellos. Dejé pasar oportunidades únicas en el futbol, todo por perseguir un sueño que no era mío.

En el amor no me ha ido mejor. He tenido solo dos novias en toda mi vida y ambas me dejaron porque mi trabajo era más importante que ellas. No puedo decir que amé más a una que a la otra, porque sinceramente las quise a los dos por igual, más nunca sentí que las amaba. Eran lindas, comprensivas y deseaban una familia y un esposo amoroso, algo que no entraba en mis planes.

Pero todo lo que creía mi mundo se tambaleó cuando la conocí a ella, una morena preciosa, de ojitos brujos negros y labios carnosos. Liz llegó de momento, arrasando conmigo de una manera que no me pude poner en pie cuando caí en sus bellos encantos. Se adueñó de mi pensamiento como ninguna mujer lo había hecho antes. Se apoderó de mi corazón, de mi mente, de mis sueños, de mi cuerpo, de mi alma. Se lo llevó todo cuando me acarició con esa ternura y delicadeza tan única.

Entré en un limbo de tenerla solo para mí y alejarla porque sabía que yo no era el hombre indicado para ella, porque sabía que le haría daño, ya que mi único propósito era seguir haciendo crecer los sueños de mis padres, terminé haciéndole mucho daño a la dueña de mi corazón. A ella no la quería alejar, todo lo contrario, entre más trataba de poner distancia entre nosotros, más la necesitaba conmigo. Acepto que soy muy egoísta.

Si hay algo que deteste más en esta vida, es ver llorar a una mujer, porque inconscientemente me recuerda a mi madre antes de que falleciera, por esa razón, es que verla a ella llorar me duele tanto. A la final y por no ser un hombre decisivo y sincero, le hice mucho daño.

—¿De verdad no quieres que te acompañemos, Alex? —Karim me volvió a repetir y negué, dándole una sonrisa que no llegó a mis ojos—. Cuídala.

No tenía que decírmelo, porque él más que nadie sabía que la cuidaría con mi vida entera. Karim es el único que conoce mis sentimientos por ella y también es el único que me ha hecho pensar ahora que decidí vivir en Estados Unidos, que no podía seguir mintiéndome a mí mismo ni jugar más con ella. Y, aunque he tratado de acércame a Liz, ella me frena de golpe.

Merezco su rechazo, porque por mucho tiempo mantuve lo nuestro en una cuerda floja, que tensaba al sentía que se me escapaba de las manos y la soltaba cuando sentía que la estaba hiriendo. Merezco cada uno de sus insultos y su maldita indiferencia.

La abrigué con mi gaban y conduje por las calles con la cabeza hecha un lío y el corazón encogido. Durante el camino a mi apartamento no podía dejar de mirar su rostro y sentirme el peor hombre de este mundo al ver el rastro de sus lágrimas. Sé que se va a enojar cuando despierte y se dé cuenta de que la traje a mi apartamento y no al suyo, pero al menos por una noche podré sentirla cerca de mí.

Llegamos al apartamento y la llevé en mis brazos hasta mi piso. En su borrachera susurraba incoherencias y se apretaba más a mí. Incluso ese «Hueles a él», me hizo fruncir el ceño y preguntarme quién era «él».

Han pasado seis meses desde la última vez que la vi, ¿puede que, en ese tiempo, se haya enamorado de otro? Es egoísta no desearle la felicidad con alguien más, sabiendo que yo quiero ser el único en su vida.

La acosté en mi cama y le quité sus tacones antes de arroparla y sentarme a su lado, despejando su rostro del cabello que había caído en el y no me permitía admirarla a detalle. Acaricié su mejilla, su nariz, sus labios, sus ojos, sus cejas. Mis manos ardían por recorrerla por completo, pero no debía ni podía. Ante todo, la respeto y no voy a aprovecharme de ella.

Luce tan tierna, como cuando despertó la primera vez entre mis brazos y no pude evitar hacerle el amor una vez más. Quisiera acostarme a su lado y abrazarla, arroparme con su calor y envolverme en su dulce aroma, pero no quiero seguir arruinando más las cosas entre nosotros.

—Perdóname, mi diosa —susurré, dejando un beso en su frente y salí de la habitación para dejarla descansar.

***

No pegué el ojo en toda la noche, pensando en lo que le diría a Liz en cuanto estuviera despierta y en sus cinco sentidos, menos al saber que tenía a la mujer de mis sueños durmiendo en mi cama. Tomé una ducha fría para despabilarme y me vestí con solo una sudadera holgada.

—Vida hijueputa, ¿dónde carajos estoy? —oí sus pasos y bufó en cuanto salió de la habitación—, ¿Por qué me trajiste aquí, mecha corta? ¡¿Por qué mierda sigues jodiéndome la existencia?! ¡Déjame en paz! Entiende que ya no me interesas. Jódele la vida a otra, a mí ya no más.

Por supuesto que sus palabras me duelen, pero no puedo demostrarle fragilidad a ella.

—Buenos días, cielo —sonreí ladeado y cerró los ojos con fuerza—. Siéntate, hice café.

—¡Metete tu puto café culo arriba!

—Lo necesitas —puse la taza en la barra—. No le puse veneno, si al caso un potente afrodisiaco que te pondrá muy caliente y contenta por un par de horas.

Se sentó de mala gana y escupiendo groserías. Me quedé frente suyo, viéndola tomarse el café de manera pausada y sin darme cara. Su indiferencia es como un puñal en el pecho. Soy feliz cada que explota y me grita lo mucho que me detesta y no me soporta. No me gusta que se quede callada, porque entonces mi valentía se va por un caño.

—¿Qué quieres de mí, Alexandre? ¿Terminarme de joder? ¿Eso es lo que buscas? —dejó la taza en la barra y clavó sus ojos negros en mí—. Te gusta burlarte de las mujeres, ¿no es así? Esto es lo que te hace feliz, ¿verdad? Que las mujeres nunca te sobren y estén a tus pies cada vez que se te dé la gana. ¿Acaso no conseguiste quien te calentara los huevos y por eso me buscas a mí? —sus ojos se llenaron de lágrimas y mi corazón empezó a quebrarse poco a poco—. Sé que te vale una mierda lo que yo sienta, pero te lo pido, ya no me busques más. Déjame en paz. Entiende que estoy mejor cuando estás lejos de mí y no tienes el poder de hacerme daño.

Sentí que tomaban mi corazón y lo rompían en cientos de pedazos. Verla llorar, más esas palabras me hicieron dar cuenta que, en lugar de hacerle bien en su vida, le hago es el mal.

—Te odio, no te imaginas cuánto.

De todas las veces que me ha dicho esa palabra, hoy sí la sentí muy real.

—¿Te doy en el ego si no me acuesto contigo? —se levantó de su silla y se quitó el vestido, lo que me hizo sentir como una basura y me enojó a la vez—. Adelante. Tengamos sexo, pero te lo advierto, esta será la última vez que tienes poder sobre mí. Luego de hoy, no quiero volver a verte en mi jodida vida, Alexandre.  

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora