•Capítulo 37•

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***

—Antes que nada, déjame darte tu regalo —Karim se va detrás de mí y cubre mis ojos con sus manos, haciéndome soltar una risita divertida—. No tuve tiempo de envolverlo, perdóname.

—No importa, créeme. Pero siento algo de curiosidad por saber de mi regalo.

Con su ayuda entramos a la casa y lo primero que mis sentidos percibieron fue un rico aroma en el aire. Definitivamente es canela y manzana.

—¿Estás preparada para recibir tu regalo?

—¡Más que lista!

Quitó sus manos de mi rostro y todo mi interior se sacudió con fuerza. Mis ojos se llenaron de lágrimas y no pude evitar soltarlas cuando me acerqué al hermoso y enorme cuadro frente a mí.

—Oh, por Dios —sentí que mi corazón se hacía diminuto en mi pecho—. Karim...

—Fui a tu casa hace unos días y tu abuelo me brindó algunos retratos de tu familia. Colgar una de esas fotos en un portaretratos era un regalo muy común, así que fui con una excelente artista e hizo este increíble dibujo de tu familia —me abrazó desde atrás, acariciando con suavidad mis brazos—. ¿Te gusta?

—Me encanta...

Me acerqué al hermoso dibujo frente a mí y acaricié con la yema de mis dedos los rostros de las personas que más amo y amaré por el resto de mi vida. En el dibujo estamos todos; mis padres como logro recordarlos gracias a las fotografías, mis abuelos, mi hermano y yo, como si nos acabaran de tomar una fotografía.

El dibujo es tan realista, que me es imposible no admirarlo con fascinación. Cada detalle y trazo es sorprendentemente perfecto. Es el mejor regalo que me hayan podido dar en toda mi vida.

—La última fotografía donde salimos todos juntos fue hace muchísimos años, cuando todavía era una niña —acaricié el rostro de mi madre, tratando de hacer memoria de su dulce sonrisa—. He tratado de hacerme una idea de cómo serían mis padres ahora, pero nunca había podido recordar bien sus rostros hasta ahora. Dios, es como si nos acabaran de tomar una fotografía y realmente estuvieran aquí, como si los años no hubieran pasado y ellos nunca se hubieran ido.

No pude contenerme más tiempo y exploté en llanto. Karim me abrazó por largos minutos en los que no podía parar de llorar mientras recordaba a mis padres y a mi abuela. La resignación hace mucho tiempo llegó, hoy lloro por todos los bellos momentos que pasamos como familia y porque recordarlos me trae paz. Ellos, donde quiera que se encuentren, nos cuidan y nos guían por el camino correcto.

—Gracias por este regalo tan especial y que no me esperaba en lo absoluto. Este cuadro es el más hermoso regalo que me han podido dar en toda mi vida  —limpié mis lágrimas y me levanté en puntillas para besar sus labios —. Gracias, tenerlos plasmados en este lienzo es lo mejor.

—Me alegra mucho que te guste, mi amor. No quería hacerte sentir mal o traerte malos recuerdos.

—Todo lo contrario, me has hecho recordar los días más felices que viví junto a mi familia. Duele no tenerlos, pero comprendo que nosotros los humanos somos pasajeros en la tierra. Los que quedamos aquí, nos quedamos llenos de recuerdos, quizás unos más malos que otros. Pero siempre serán los buenos recuerdos los que te sacarán una sonrisa y te harán recordar a esa persona especial para siempre. Gracias por hacerme sentir una vez más que ellos siguen estando aquí, pese que ya no estén caminando a mi lado.

—Eres la mujer más hermosa en todos los aspectos que puedan existir sobre este mundo. Me siento muy afortunado de tenerte entre mis brazos y conocer todo de ti. Tus padres y tu abuela deben sentirse muy orgullosos, me dejaron a la mejor mujer del mundo —sonrió—. Cada día te amo más, mi amor.

Sin más preámbulo, me besó, apretando todo mi cuerpo contra el suyo.

***

Cenar con Karim es una experiencia única y diferente. Le gusta mucho probar comidas de todos lados cada vez que tiene oportunidad, por lo que me ha contagiado aquel gusto. No puedo dejar de maravillarme por la gran cantidad de gastronomía que hay en el mundo y toda la que me falta degustar.

Hoy tuvo protagonismo la comida francesa, una cena muy deliciosa y que me dejó totalmente satisfecha.

Extasiada y maravillada por lo delicioso que saben los Cannelés, mordí el tercero de la noche. Son tan blandos y ricos. Puedo sentir en mi paladar el sabor de la vainilla y una pizca de ron, tal como lo mencionó Karim.

—Te ves extasiada comiendo los Cannelés —su mirada no podía apartarse de mi boca.

—Están muy ricos.

—Me doy cuenta por los ruidos de placer que estás soltando en cada mordisco.

Sus palabras lograron hacerme estremecer, más de lo que su profunda mirada ya lo estaba logrando.

—Lo siento, no me di cuenta que me los comí todos.

—No importa —sacudió la cabeza y las manos al tiempo—. Eres la cumpleañera y puedes comerte todo lo que quieras.

—Ah, ¿sí? —enarqué una ceja, deslizando mi lengua por mi labio inferior.

Sus ojos no se perdieron ni un solo detalle de cómo mi lengua barrió con todo el azúcar que tenía en mis labios.

—Sí —pasó saliva, aflojando el nudo de su corbata—. Puedes hacer y deshacer en tu día.

—Ya sabiendo...

Me levanté de mi silla y me senté en su regazo, enredando mis brazos alrededor de su cuello y los  suyos no tardaron en rodear mi cintura.

—Entonces, ¿puedo besarte las veces que yo quiera? —rocé mis labios con los suyos y asintió, conteniendo la respiración—. ¿Y puedo hacer lo que quiera?

—Mi bonita es muy perversa, ¿eh?

Sonreí, acariciando su cuello con suavidad. Me gusta cómo reacciona ante mis caricias.

—Soy tu ángel, ¿no me lo dices? —besé la comisura de su boca y su respiración se agitó.

—Un ángel que puede convertirse en una diablita.

Sin poder contenerse un segundo más, enredó su mano en mi pelo y me arrebató el aliento en un beso avasallante. Sus labios, a diferencia de otros días, se movían sobre los míos con fiereza, posesividad y gran humedad. Parecía que quería arrancarme la boca con tremendo beso.

Una de sus manos se quedó en mi cintura, apretando mi carne entre su mano de una manera que me  encendió, antes de empezar a deslizarla de arriba abajo, acariciando con total lentitud mi cadera y mis muslos.

Ladeó mi cabeza, profundizando un beso de lengua que está acabando totalmente con mi cordura.

—Dulce diablita —atrapó mi labio inferior con sus dientes, estirándolo tan solo un poco y dándome una mirada muy profunda.

Chupó mi labio y volvió a atacar mi boca con toda su pasión, esta vez apretando entre su mano mi nalga derecha. Todos sus besos tienen la capacidad de nublar mi razón y dejarme hecha gelatina. Como deseo sentir sus labios por cada centímetro de mi piel justo ahora.

—Te deseo —susurré una vez me dejó tomar una gota de aliento—. Mucho, Karim.

En lugar de darme una excusa o preguntarme que si estaba segura, me cargó en sus brazos, razón por la que me sostuve firmemente de su cuello.

Con una sonrisa ladeada que lo hacía ver el doble de sensual, me guio por las escaleras en dirección a su habitación en el altillo donde la vista de la ciudad es impresionante gracias al gran ventanal que hay.

—Ya no voy a contener ni un segundo más mis deseos, mi diablita angelical —tendió mi cuerpo en su cama y presionó su boca contra la mía, enviando olas de calor por todo mi cuerpo—. Estoy loco por hacerte mía.

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora