•Capítulo 11•

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Tan pronto me levanté de la cama, me di un buen baño para intentar borrar de mi piel el aroma de su perfume, pero este estaba impregnado en mi ser. Me sentía más sucio que nunca y más idiota que de costumbre. Lamentarme y criticarme a mí mismo no sirve de nada, si no hago el intento de ser fuerte con ella y rechazarla.

¿Cómo es posible que, sabiendo todo lo que sé, todavía caiga en sus encantos? Mi cabeza quiere explotar con todo lo que ha pasado y mi corazón ni se diga.

Salí tiempo después, cuando Agatha ya se había ido de la habitación y podía tener un poco más de calma, pero mirar la cama era como clavar mil cuchillos afilados por segundo en mi corazón.

Me apresuré a vestirme y salir de esa habitación, antes de que la culpa que sentía y mi idiotez me comieran vivo. No tenía ganas de desayunar ni de tomar café, aun así, terminé dirigiéndome a la cocina, solo que no contaba con que Agatha estuviera tan cerca de Noa.

—Hablando de cómo quedó el café y si le gustó no vas a conseguir nada, Noa. Debes ser más intrépida, a él no le gustan las mujeres cándidas —le tomó un mechón de su cabello y soltó una risita insidiosa—. Anoche me cogió como nunca lo había hecho, y no creo que haya sido por las conversaciones de café que han tenido ustedes dos, ¿o sí?

—Trato de hacer lo mejor posible, pero realmente no sé cómo enamorar a su esposo, Sra. Agatha.

—En vista de que te dio el día libre, pasa por la tienda en la tarde para guiarte —volvió a reír—. Esto será más divertido de lo que crees. No tienes que tenerle miedo, porque Karim es el hombre más estúpido que pueda existir en este mundo. Ni siquiera se dará cuenta que lo estás utilizando para hacerme un favor a mí.

De mal humor y sin querer saber nada de nadie, salí de la casa antes de que se diera cuenta que oí su conversación con Noa. Cada día Agatha me rompe más el corazón y me quita esa venda de los ojos. Ella misma se ha encargado de salirse por sí sola de mí. No me siento bien, pero tampoco me siento morir ante su falta de querer.

***

Por un momento olvidé que Noa y su abuelo se encontrarían en la empresa, por lo que, cuando mi secretaria me avisó de su llegada, lo recordé. Me perdí en trabajo con tal de dejar de pensar en Agatha y su juego.

Noa se veía emocionada cuando entró a la oficina, más borró la sonrisa de su rostro al percatarse de que no había nadie más que yo en ella.

—¿Y mi abuelo?

—No tardará en llegar. Toma asiento, por favor.

—Gracias, Sr. Karim —se sentó en el sofá y jugó con sus manos—. Su esposa se dio cuenta de que yo no le gusto ni un poco a usted.

—¿Por qué lo dices? —curioseé, sin mencionar que las había escuchado hablar.

—En la mañana me interceptó y... en pocas palabras me dijo que debía esforzarme más porque no estaba consiguiendo nada.

—Pensaré en algo que pueda despistarla un poco. No nos conviene que se dé cuenta de que solo fingimos.

—Sabiendo que mi abuelo está con usted y no en manos de ella, no le tengo tanto miedo que al principio. Sus amenazas ya no surgen el mismo efecto. Solo me preocupa lo que pueda hacerme a mí.

—No tienes que preocuparte por nada de eso. Yo no voy a permitir que Agatha te haga daño.

—Es extraño y no sé si me estoy equivocando, pero confío en usted, Sr. Karim.

—Mi única intención es saber lo que Agatha quiere de mí con todo lo que está haciendo, no lastimar a nadie, mucho menos a ti que me estás ayudando y no tienes velas en este entierro.

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora