•Capítulo 9•

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Negarme a hacer lo que ella me pide, no es una opción. Viéndome acorralada y sabiendo que mi abuelo puede estar en peligro, acepté ese trabajo tan retorcido bajo las amenazas de una mujer que tiene pinta de ser un ángel.

No quiero pensar en nada más que en el bienestar de mi abuelo, pero es imposible no traer en colación sus palabras. A esa mujer le hace falta una caja entera de tornillos.

No tengo ni la menor idea de cómo diablos voy a enamorar al Sr. Leroy. Además, dudo que él fije sus ojos en mí al tener a su lado a una belleza de mujer, aunque demente, es muy bonita. No quiero hacer nada de lo que esa señora me pide, pero si me niego, mi abuelo corre peligro y no es justo a sus años ponerlo en una situación como la que acabo de vivir en manos de esa loca.

Lo que quiero es irme lo más lejos posible de todo esto y olvidar lo que aquí sucedió, más debo hacer de tripas corazón y seguir como si nada.

Luego de soltarme las manos y las piernas, salimos en su auto hacia su casa. No sé cuánto tiempo estuve amarrada, pero mis piernas temblaban en casa paso que daba y mi piel ardía por lo ajustado que estaban en las sogas.

—Puedo confiar en ti, ¿no es así, lindura? —la loca acarició mi cabello con suavidad y se acercó a mi oído—. De más está decir que si abres esa preciosa boquita el más beneficiado de todo esto será tu abuelo.

—No diré nada, señora...

—Me gusta que me entiendas a la primera y seas obediente.

Bajé la cabeza, conteniendo las ganas de soltarme a llorar. ¿En qué casa de locos fui a parar?

***

De regreso a la casa de los Leroy, pude ducharme y liberar toda esa tensión que venía reteniendo en el auto. Las lágrimas se camuflaban con las gotas de agua y mis sollozos eran contenidos por la presión de mis manos. Debo buscar la manera de salir de este lugar, no quiero hacer nada de esto, pero ahora no tengo ni la menor idea de cómo huir sin que mi abuelo, lo más importante para mí, salga perjudicado.

Esa mujer es un monstruo, no cuenta con un alma ni un corazón.

Luego de ducharme, me vestí y fui a buscar a la Sra. Morgan a la cocina. Ella al verme, me regaló una dulce y amable sonrisa.

—Mi niña, regresaste.

—Sí. No puedo dejar el trabajo por el momento, lo necesito para costear las medicinas y el tratamiento de mi abuelo.

—Eres una chica muy valiente.

Si realmente lo fuera, no hubiera permitido que esa señora me amenazara con mi familia para quedarme aquí.

—¿En qué te puedo ayudar, Sra. Morgan? —cambié de tema.

—Me hace falta cortar los vegetales para la cena de esta noche. Hoy vienen de visita los padres de la Sra. Agatha.

—Oh, de acuerdo —sonreí forzada—. Entonces te ayudo.

Me distraje durante la tarde ayudándole a la Sra. Morgan a preparar todo para la cena. No medí el tiempo hasta que esa loca mujer apareció en la cocina enfundada en un hermoso vestido.

—¿Cómo va todo por aquí, chicas?

—Todo está en orden, señora.

—Me alegro mucho, Morgan, porque ya sabes que mi madre es un poco exigente.

—Lo sé, por eso siempre doy lo mejor de mí cada que viene de visita.

—Ama tu comida —sonrió de una manera muy angelical y hermosa—. ¿Y quién no amaría tus comidas si eres la mejor? Cocinas maravilloso.

¿Dónde quedó esa mirada frívola y aterradora que me dio en aquel lugar en el que me encerró? Es una mujer muy falsa, calculadora y manipuladora, que sabe usar sus encantos para conseguir lo que quiere. Justo ahora parece muy tierna y amable, pero en su interior alberga maldad pura.

—Mi esposo acaba de llegar del trabajo, así que prepara su café, Noa —me pidió y asentí con la cabeza.

La sola idea de estar cerca del Sr. Leroy y pensar que debo "llamar su atención y acostarme con él", me hace sentir muy sucia y mal conmigo misma. Mis abuelos me dieron principios y valores, y estoy pasando por encima de ellos como si no valieran ni un poco.

«¿Cómo escapo de las garras de esta mujer?».

Me apresuré a hacer el café y mis manos temblaban en el proceso. Incluso olvidé la cantidad de café y cucharadas de azúcar que debía echarle. Él es un hombre mucho mayor que yo, casado y adinerado, por lo que pretender buscarle la vuelta me causa  pánico.

El Sr. Leroy es un fiel amante del café. Lo toma bastante y a cualquier hora del día, en especial, cuando llega a casa de su trabajo.

Con manos temblorosas y el corazón a punto de salir expulsado de mi pecho, me acerqué a la mesita donde suele beberlo y todo mi ser se estremeció al ver su espalda ancha. Sentía que las piernas me iban a fallar en cualquier momento y caería de lleno al suelo.

Crucé por su lado y puse la bandeja rápidamente sobre la mesa antes de que esta se resbalara de mis manos.

—¿Noa? —se levantó de golpe de su silla en cuanto me vio—. ¿Qué haces aquí?

—¿No es obvio, mi amor? —esa mujer soltó una risita divertida—. Noa regresó con nosotros luego de solucionar todo con su abuelo.

—¿Tenías algún problema con tu abuelo, Noa? —se volvió a sentar con más calma y se llevó la taza de café a la boca.

No sabía qué decir. Miré a la Sra. Agatha y ella me veía con tranquilidad, pero con una fijeza que me advirtió lo que pasaría si abría la boca de más.

—Sí, señor. Lo que pasa es que mi abuelo se la pasa solo en casa y me preocupaba que pudiera tropezarse y caer ya que no está bien de sus ojitos. Pero afortunadamente una amiga vecina lo cuidará, así yo puedo venir a trabajar sin preocupación alguna.

—Oh, ya entiendo —sonrió antes de beber un trago de su café—. ¿Y cómo está de salud?

—Dentro de lo que cabe bien. Espero que al tomar su tratamiento médico vaya mejorando con los días.

—Verás que sí.

—Bueno, iré a darme una ducha y cambiarme para recibir a mis padres —besó la mejilla de su esposo y se retiró.

—Espero el café sea de su agrado, Sr. Leroy...

Mi corazón y todo mi cuerpo se congeló en el instante en que pretendí irme a la cocina de vuelta y su mano se posó en mi brazo, deteniendo mis pasos.

—Quedó muy dulce para mi gusto —me acercó un poco a su cuerpo y el mío tembló—. Sé que no fuiste a tu casa y no estuviste con tu abuelo. ¿Dónde estabas?

—En casa con mi abuelo.

—No mientas, Noa. Te busqué y tú no estabas allí —susurró—. Tu abuelo está a salvo en casa de mis padres. No tienes que encubrir a Agatha, porque los dos sabemos lo que está buscando con tu presencia aquí.

¿Mi abuelo está con sus padres?

—Leí el contrato que me dejaste ese día antes de irte.

Mierda, es verdad. Había olvidado por completo que le entregué ese contrato a él y no a la Sra. Agatha.

—Vamos a fingir por un tiempo y le haremos creer que me estás gustando, pero no será por mucho, te lo prometo. Nada va a pasar entre los dos, solo será una pequeña actuación —hablaba tan rápido y bajito que apenas lograba entender sus palabras—. Sé que te estoy pidiendo mucho, pero necesito saber por qué ella está haciendo todo esto.

Sus ojos grises parecían un campo de batalla. Su mirada transmitía tristeza y mucha soledad.

—Está bien, le ayudaré siempre y cuando solo sea fingir —acepté siquiera sin pensar.

—Gracias, Noa —me regaló una sonrisa y me soltó el brazo.

No sé en qué vaca loca me estoy metiendo, pero no puedo quedarme atrás en esta carrera que a fuerza me incluyeron. Tengo que dar pasos similares a los de ellos o me llevará el que me trajo. No puedo fiarme de ninguno de los dos, mucho menos del Sr. Leroy que tiene a mi abuelo en sus manos.

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora