EPÍLOGO

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Con una sonrisa grande y emocionada en los labios, miré todo a mi alrededor y muchos sentimientos se mezclaron al mismo tiempo en mi corazón. Han pasado tantas cosas en mi vida, desde pasar momentos malos junto a mi abuelo hasta ser la mujer feliz que soy hoy en día. Hay personas que llegan a tu vida para hacer el bien, para hacerte ver que no hay mal que por bien no venga, para demostrarte que, así como hay momentos tristes, son los felices los que quedan en el alma como una huella eterna.

Hace tres años tuve la oportunidad de conocer a un hombre maravilloso, algo herido y triste, pero dispuesto a brindar y recibir amor, con la esperanza de ser feliz. Me dio entrada a su corazón y me permitió demostrarle que existimos personas buenas y sinceras. Sé dejó amar y cuidar por mí, así como él me ha entregado lo mejor de sí.

Desde que estamos juntos siempre ha sido él quien hace las cenas o me invita a algún restaurante lujoso, pero hoy quise darle el detalle y hacerle una cena romántica en el apartamento en el que vivimos desde hace un tiempo. Al principio fue difícil dejar mi casa y todos los recuerdos de mi familia atrás, pero tal como me lo dijo mi abuelo hace seis meses, ya era momento de volar y empezar a construir mi vida y mi familia junto a la persona que eligió mi corazón.

Mi abuelo ha tenido una mejoría del cielo a la tierra. Cada vez se ve más vital que el día anterior. Su enfermedad está controlada y, aunque el doctor dijo que debía seguir tomando los medicamentos por el resto de vida, al menos no iba a evolucionar más de lo que estaba y podía tener una vejez buena. Ahora que mi hermano regresó y decidió radicarse aquí con su esposa y mi hermosa sobrina, se ve más feliz. Vive con nosotros, pero también suele quedarse largas temporadas con mi hermano y Raquel.

Mi vida es incluso mejor de lo que un día soñé. Mis estudios van por buen camino y soy muy feliz con lo que elegí ser en el ámbito profesional. Mi pequeña familia está completa y a mi lado, lo que parece haberme quitado un gran peso de los hombros, y mi corazón cada día que pasa late más fuerte por su compañero de vida y aventuras.

Han sido tres años de un intenso y apasionado amor. Hemos tenido nuestras diferencias, porque es normal discutir por cualquier cosa con esa persona que amas, pero nuestra relación siempre se ha basado en la buena comunicación y confianza. Manifestamos lo que nos molesta y nos agrada del otro, incluso cuando sentimos que la rutina o el cansancio nos agobia. Pese a que hay cosas buenas y malas, nuestro amor sigue creciendo y fortaleciéndose.

Miré la hora en mi reloj de mano y suspiré. Falta muy poco para que Karim llegue a casa. No hablamos desde esta mañana, cuando luego de hacer el amor, él se marchó a la empresa y yo a la universidad. Pedí el día libre en la oficina para hacer todo esto, por lo que no hace falta ser adivino para que mi atractivo jefe sepa lo que estuve haciendo lo que restó de tarde.

Miré el anillo que rodeaba mi dedo y sonreí, acariciándolo mientras recordaba como hace dos años me propuso matrimonio en el medio del mar. Y, aunque aún no tenemos una fecha establecida, sueño con ese día en que nos unamos ante Dios.

Oí la puerta abrirse y sonreí, dando pasos ansiosos hacia él para recibirlo como lo he venido haciendo desde hace seis meses. Lo vi entrar con un ramo de flores azules, mis favoritas, y me lancé a sus brazos, dejando un beso en sus labios que no pretendía ser largo, pero que él se encargó de profundizar en cuanto acercó todo su cuerpo al mío.

—Tu jefe tuvo en pésimo día sin tu presencia —succionó mi labio inferior, haciéndome reaccionar ipso facto—. Por poco enloquece.

—Estoy segura de que mi jefe puede sobrevivir sin mí.

—¿Lo crees? —volvió a besarme con mayor fiereza—. Hizo todo mal. Lo tienes acostumbrado a tu presencia.

—¿En serio? —solté una risita, deslizando mis manos por su pecho—. ¿O solo es que mi jefe extrañó esto?

—Todo lo extrañó de ti, porque sencillamente ya no puede ni vivir ni respirar si tú no estás.

Nos miramos por largos segundos y nos besamos más lento y con suavidad, rozando nuestros labios y lenguas en juego tentativo y apasionado.

—Feliz aniversario, mi amor —se separó de mí, extendiendo el ramo de flores hacia mí—. No hay nada más hermoso en esta vida que tenerte cada día a mi lado y amarte con todas las fuerzas de mi ser.

—¡Feliz aniversario, amor! —dejé un breve beso en sus labios y sonreí—. Gracias por darme tu corazón y permitir que lo cuide. Eres el amor de mi existencia y lo más bonito que la vida me ha dado. Te amo.

Nos besamos otro poco más, pero antes de que la ropa empiece a estorbar y las manos emprendan camino, lo guie a la mesa donde la cena que preparé aguardaba por nosotros.

Cenamos en medio de risas y toqueteos, hablando de cosas triviales y de nuestro próximo viaje a Brasil, pues ambos extrañamos a nuestros amigos, pero, sobre todo, sentimos deseos locos de conocer a su primer hijo, quien es la viva estampa de su padre.

—Tengo algo muy importante que decirte.

—Yo igual.

Hicimos silencio por unos instantes y reímos.

—Te doy la palabra, mi amor.

—He pensado mucho en nuestra relación, más ahora que vivimos juntos —empezó a decir—. Y sé qué hace un tiempo te dije que te esperaría, pero creo que ya esperé mucho y ya no quiero seguir así.

—¿A qué te refieres?

—Quiero casarme contigo ya —soltó y mi corazón se aceleró de golpe—. Quiero tomar tu mano y llamarte mi esposa frente al mundo entero. Al igual que yo, sé que tú deseas una vida a mi lado, así que, ¿por qué seguir aplazando nuestro matrimonio? Hemos pasado todas las etapas con éxito, nos amamos y deseamos formarlo todo juntos...

—Entonces casémonos mañana mismo de ser posible —lo interrumpí—. Quiero que todos, en especial esas viejas que creen tener oportunidad contigo, sepan que eres mi esposo y solo mío.

—Si he elaborado un plan de negocios en un par de horas, sé que también puedo organizar nuestra boda.

Lo miré sorprendida y con el corazón a punto de estallar en mi pecho cuando empezó a realizar llamada tras otra y hablar sin parar de los preparativos de nuestra boda. La felicidad y la emoción se mezclaron con los nervios, por lo que ya no podía contenerme un segundo más. Necesitaba decírselo o explotaría por dentro.

—Estoy embarazada, Karim

—¿Cómo? —su mirada quedó fija en la mía y su mano se detuvo en el aire.

—Vamos a ser papás —mordí mis labios, nerviosa por su reacción—. Hace una semana me enteré y...

Tiró el teléfono sobre la mesa y se acercó a mí de un solo paso, tomando mi rostro entre sus manos y besándome como jamás lo había hecho. Pasión, ternura, amor, deseo; podía sentirlo todo en su beso.

Se separó de mí y me miró con ojos llorosos, pero con una sonrisa que dejaba en claro lo feliz que se encontraba por la noticia. Se arrodilló en el suelo y levantó mi vestido, plasmando un beso en mi vientre. Me acarició por largos minutos, en los que murmuraba, reía, lloraba y dejaba besos en mi estómago, haciendome la mujer más feliz de este mundo.

—Mañana mismo te haré mi esposa, mi bonita —descansó su cabeza en mi regazo y acaricié su cabello y su rostro con suavidad—. Me haces tan feliz. Tú y mi hijo son mi todo, lo más hermoso de este mundo y mi felicidad infinita. Los amaré y cuidaré con todas mis fuerzas, mis amores —cruzamos mirada y besó mis manos sin dejar de llorar—. Nuestra familia está creciendo.

—Y crecerá mucho más, mi amor.

Karim me abrazó por la cintura y volvió a repartir besos en mi vientre por encima del vestido, profesando una y otra vez su amor por nosotros y lo feliz que era al saber que nuestro primer hijo, una muestra incomparable de nuestro gran amor, venía en camino.

La vida es incierta y tiene nuevos caminos para nosotros, pero si de algo estoy muy segura, es de recorrer cada uno de ellos de la mano de él y de nuestro hijo. 

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora