•Capítulo 21•

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Me sentía muy nerviosa de subirme al avión. Jamás había estado en uno antes, por lo menos que fuese a volar en los aires, porque de niña recuerdo haber subido al que está en el parque de diversiones. Solo de mirar el gigante avión que está frente a mis ojos, mi estómago se revuelve de anticipación.

No puedo creer que vaya a salir del país por primera vez en mi vida y que el destino sea Brasil. Me encantaría poder conocer toda la cultura brasileña, pero solo iremos a un viaje de negocios, así que dudo que tenga tiempo de conocer algún lugar emblemático o incluso ir a la playa.

Liz se encargó de hacer las reservaciones del hotel y de todo el itinerario a seguir, por lo que tuve que estar la mayor parte de la tarde repasando cada punto para no meter la pata.

Mi abuelo se puso muy feliz por mí, aun así, no puedo dejar de sentirme triste al dejarlo por tantos días. Si no fuese por Margarita, probablemente hubiera sido Liz quien acompañaría a Karim y no yo.

—¿Lista? —me preguntó Karim y asentí con la cabeza—. Muy bien, vamos.

Me hizo subir primero al avión y mis piernas temblaban sin control. Este avión es muy grande.

Una azafata tomó mi equipaje y me aseguró en mi asiento. Karim se sentó frente a mí, por lo que no tuve más opción que mirar por la ventanilla de mi lado izquierdo, pues no había olvidado lo que sucedió en la mañana en su oficina y me causaba vergüenza.

—¿Y no va a subir nadie más al avión? —pregunté, tras escuchar al capitán decir que ya íbamos a despegar.

—Es un avión privado, por lo que solo iremos tú y yo como pasajeros —explicó, dejándome sorprendida.

«Vaya, este hombre es demasiado adinerado».

Mi corazón se aceleró de sobremanera cuando el avión emprendió su camino, pero todavía más cuando se alzó por los aires. Pensé que moriría del miedo que sentía, pero Karim supo tranquilizarme hasta que el avión se estabilizó ya en el cielo.

—Esto es mucho más bello que ver el atardecer en la oficina.

Con algo de miedo, incliné un poco la cabeza para mirar bien lo hermosa que se veía la ciudad nocturna desde el cielo.

—Te doy la razón —lo oí decir y sonreí—. Si tienes sueños puedes descansar en la habitación.

—¿De verdad hay una habitación en el avión?

—Sí —se quitó el cinturón de seguridad y me ayudó a quitarme el mío—. Ven, te llevo para que puedas descansar un rato.

—¿No es mejor quedarnos aquí? Digo, por algo nos hacen ponernos cinturones, ¿no?

Me miró a los ojos por pocos segundos y sonrió, mordiendo su labio inferior. De nuevo pone esa expresión y mi corazón se acelera peor que hace unos minutos cuando el avión se sacudió un poco al alzar vuelo.

—No pasa nada, confía en mí —me extendió su mano y la recibí temblorosa.

Me guio a la habitación y me sorprendí por lo amplia, bonita y lujosa que era. Karim me hizo recostar en la cama y me ayudó a quitarme los zapatos, hecho que me ruborizó a más no poder.

—Duerme.

—¿Y tú no vas a dormir?

—No, házlo tú —me arropó con una manta y de nuevo sufrí de un arranque violento en mi pecho.

—Podemos dormir juntos. Digo, la cama es lo suficientemente grande para que entremos los dos. Yo soy pequeña y delgada, y tú... —hice silencio, desviando la mirada—. También tienes que dormir.

—Ya que insistes —se acomodó a mi lado y quedé más rígida que un palo—. Duerme bien.

—Igual tú —le di la espalda por la misma vergüenza de compartir cama con mi jefe y cerré los ojos con fuerza, tratando de tranquilizar los latidos de mi corazón.

A pesar de que me sentía nerviosa al estar en la misma cama con mi jefe, pronto me quedé profundamente dormida.

***

Más que un sueño de conocer un país diferente, es maravilloso ver lo que hay en otra parte del mundo.

El hotel en Ipanema es hermoso y demasiado lujoso, pero más que eso, me tiene maravillada esa vista tan bonita del mar que se extiende desde la ventana de mi habitación. Llegamos al amanecer, por lo que tuve el placer de ver como el cielo se fue pintando de colores y contrastó maravillosamente con el mar. Me quedaría una eternidad aquí, contemplando tan hermosa vista.

Son tres ciudades las que vamos a recorrer estas tres semanas y jamás imaginé que estaríamos tan cerca de la playa.

La alarma de mi teléfono sonó y me apresuré en darme un buen baño y acicalarme lo mejor que pude, usando un vestido blanco que se ajusta a mi cuerpo. Karim me dijo que no era necesario que usara tacones, por lo que me puse unas sandalias bajas y dejé mi cabello suelto. Como siempre, lo único que me puse de maquillaje fue un poco de labial rojo en los labios y salí al restaurante del hotel para encontrarme con mi jefe y sus socios.

Nerviosa es poco a como en realidad me sentía, pero es más por no conocer el idioma. Aún no comprendo por qué Karim me pidió que viniera, si realmente no le seré de gran ayuda.

Caminé entre las personas buscando a Karim, que no presté atención a mi alrededor hasta que el choque con otro cuerpo me hizo caer al suelo.

El hombre con el que me estrellé me habló en portugués y quedé más perdida que una loca en el psiquiatra, así que solo le atiné a recibir su mano para ayudarme a levantar del suelo.

—Lo siento, no lo vi —murmuré—. Y tampoco le entiendo lo que me dice.

Por un segundo se me fue el aliento al ver lo atractivo que es el hombre. Sus ojos, por Dios, jamás había visto unos ojos tan bonitos y que parecieran ser de gatos. Su piel bronceada más su altura y anchura me dejaron con la boca seca. Y ni qué decir de esa sonrisa tan sensual que esbozó.

—Siempre es un gusto ser embestido por una garota tan hermosa —tomó mi mano y dejó un suave beso en el dorso de esta—. Alexandre a tus servicios.

No sabía ni dónde enterrar la cabeza. Es un atrevido y coqueto, pero sexi.

—¡Noa! —Karim me tomó por los hombros y me hizo separar del brasileño sensual—. Te estaba buscando.

—Yo igual, pero me estrellé con él y caí al suelo —reí avergonzada—. Estaba distraída.

—¿Conoces a esta belleza, Leroy? —inquirió el hombre y mi jefe hizo una mueca.

—Ella es mi secretaria, Alex.

—Oh, el destino haciendo de las suyas —me miró con una intensidad que me hizo remover en mi lugar—. Nos vamos a ver muy seguido, garota.

Karim le dijo algo en portugués que hizo reír al brasileño como única respuesta. Mi jefe se veía muy serio mientras yo quería entender lo que le había dicho.

—Vamos a lo que vinimos, aguafiestas —le palmeó la espalda y me guiñó un ojo a mí con todo el descaro que pueda existir.

Karim no dijo nada, solo me guio a nuestra mesa en completo silencio y con su mano en mi espalda baja.

Durante el desayuno solo se habló en portugués, lo que me mantuvo aburrida toda la mañana. Lo único que hice fue sacar las carpetas del folio cuando Karim me pidió la negociación, de resto, él fue quien se encargó de explicar todo. Debo hacerme el curso de portugués cuanto antes, porque es muy frustrante y desconcertante no entender lo que otra persona me quiera decir.

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora