•Capítulo 24•

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—Creo que ya fue suficiente, Karim —le arrebaté la copa que tenía en sus manos—. Pide un taxi o algo que nos lleve de regreso al hotel, porque tú no puedes manejar así y es más que obvio que yo no sé hacerlo.

—Perdóname —repitió por enésima vez—. Quería que todo saliera bien esta noche, pero terminé arruinándolo todo como siempre, ¿no es así?

—Por supuesto que no arruinaste nada. Yo me he divertido mucho, pero es que a mí no me gusta beber. No le encuentro el sentido de ahogarte en alcohol.

—Ni yo —soltó una risita que me hizo sonreír—. Pero de verdad que necesitaba un trago para olvidarme de todo por un segundo.

Borré la sonrisa y desvié la mirada a la hermosa morena que, con una destreza sorprendente, preparaba varios cocteles a la vez. Sabía que pensaba en ella y no era para menos, si es que era su esposa y la mujer que amaba. Luego de lo que pasó, ha trabajado tanto, que yo creo no ha tenido tiempo de extrañarla como se lo merece. Debo sentirse solo y muy mal por todo lo que pasó.

Cuando empecé a trabajar para ellos, el amor que había en sus ojos hacia esa loca era algo de otro mundo. Debe ser sumamente doloroso descubrir que esa persona que elegiste para recorrer el camino de la vida no siente el mismo amor por ti. Nunca me he detenido a pensar en lo que él vivió, siendo el esposo de esa loca y darse cuenta de que su matrimonio solo era un teatro y él su títere.

Es natural que quiera beber para olvidarla, pero es que esa loca no merece nada más de un hombre tan bueno y completo como Karim.

—Nunca me voy a perdonar haberte puesto en peligro ni mucho menos que te haya comparado muchas veces con Agatha —lo miré de inmediato, tratando de entender por qué me decía eso—. Tú no tienes punto de comparación con ella.

—Por supuesto que no. Yo no soy una loca demente que le hace falta una caja completa de tornillos —respondí a la defensiva.

—En eso tienes razón.

—No me compares con ella.

—Perdóname —repitió una vez más—. Soy un imbécil por hacerlo, pero es imposible no compararlas. ¿Sabes? Por mucho tiempo viví con una venda en los ojos. Creí que Agatha era el ángel más bello sobre este mundo. Pensé que me amaría y me monté toda una película en la cabeza con un "nosotros". Pero todo fue una mentira, una simple alusión de mis sueños y no la realidad. Un día me di cuenta de que esa mujer por la que lo daba todo nunca me amaría y me conformé con tenerla atada a mí —rio sin gracia alguna y se bebió el trago que previamente le había arrebatado de las manos—. Pensé que sería menos doloroso seguir a su lado así ella no me amara, pero día a día fui infeliz. ¿Puedes creer que perdí diez años de mi vida con ella? A los veinte años era un tonto y creía que el dinero podía incluso con el amor.

Se veía tan vulnerable que mi corazón sintió un dolor, pero no entendía a qué punto quería llegar.

—Pensé en dejarla y no tuve nunca el valor de hacerlo, porque esa parte irracional y de la cual te aferras llamada esperanza, creía ciegamente en que me amaría y viviríamos nuestro amor hasta que la muerte nos separara. Y mira que la muerte de otras dos personas sí nos separó para siempre.

—Es mejor que vayamos al hotel, Karim. Ya bebiste mucho y estás un poco ebrio.

—Estoy bien, créeme —suspiró—. Perdóname por ser tan idiota.

¿Cómo diablos pido un taxi para regresar al hotel? A buena hora se le dio por desahogar el dolor que había reprimido en lo más profundo de sí.

—Pero un verdadero ángel cayó del cielo a salvarme —sentí su mano sobre la mía y mi corazón se agitó—. Ese ángel que es tan fuerte y frágil a la vez me arrancó de los ojos esa venda que por tanto tiempo intenté quitarme por mi cuenta y no pude. Noa, tú eres ese ángel que me salvó de seguir muriendo en vida. Gracias a ti es que ahora soy libre y, dentro de lo que cabe, feliz —sus bonitos ojos grises se posaron sobre los míos con una intensidad que me arrebató el aliento, pero no más que lo que acababa de decir—. Y te lo juro que ella ya no hace parte de mis pensamientos, porque quizás el amor que decía sentir por ella no era tan fuerte ni real como lo creí en un principio. Ahora en mi mente está ese bello ángel.

—Yo... yo no sé qué decirte —carraspeé, sintiendo que el corazón se me saldría del pecho—. Nunca me he enamorado, así que no sabría cómo ayudarte a pasar la pena.

Fue lo único inteligente que se me ocurrió decir. Además, es cierto, nunca me he enamorado ni mucho menos he tenido una relación amorosa. ¿Qué le puedo decir para hacerlo sentir bien y que se olvide de esa chiflada? Pero más que eso, ¿qué quiere que le diga luego de que me dijera de frente que yo soy ese ángel que lo salvó?

—Ah, ¿no? —enarcó una ceja—. ¿Ni siquiera has sentido un gusto o atracción por alguien?

—No —mentí, soltando una risita nerviosa—. Voy a cumplir diecinueve años en un par de meses. No he vivido tanto como tú.

—¿Me estás queriendo decir que estoy viejo? —hizo una mueca que me hizo reír—. Pero es cierto, soy un viejo para ti.

—No, yo no quise decir eso. Es que yo nunca he tenido un novio o algo parecido a eso.

—¿Y cómo me veo según tú?

—¿Por qué no nos vamos al hotel? —ignoré su pregunta adrede—. Recuerda que mañana tenemos que irnos temprano a Copacabana.

—¿Crees que me veo viejo? —insistió y negué con la cabeza—. Tú eres muy linda.

—¿Cómo así? —mi corazón se aquietó de golpe—. Estás muy borracho, será mejor irnos ya.

—Que eres una chica muy bonita —sonrió ladeado—. Y no estoy ebrio, es más, nunca me había sentido tan bien en mi vida.

El alcohol le empezó a aflojar las tuercas a este hombre.

—Suelo ser muy impulsivo y me precipito al abismo sin detenerme a pensar en nada, pero es que, entre más pasan los días, más me doy cuenta de lo única y especial que eres, Noa. Mamá tiene razón, eres una mujer bondadosa y maravillosa, que se merece lo mejor en la vida —su mano cobijó mi mejilla y todo mi interior se volvió un manojo de nervios—. Perdóname por compararte con ella y dejarte en sus manos, sobre todo por este gusto que no tengo ni la menor idea de cuándo fue que nació, pero que existe y te juro que me está matando por dentro. 

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora