•Capítulo 8•

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•Noa•

Me removí con fuerza, tratando de soltar las sogas que sujetaban mis manos y mis piernas, pero es imposible hacer algo cuando los nudos están tan ajustados. Tampoco puedo ver el lugar en el que me encuentro, pues desde que desperté, lo único que he visto a mi alrededor ha sido una oscuridad que me arrebata el aliento y me aterra de sobremanera. Aquí se siente muy frío. Debo admitir que tengo mucho miedo.  

No recuerdo cómo terminé en esta situación tan aterradora. Lo último que me viene a la mente es haber salido de la casa de los Leroy y caminar por el sendero en espera de un taxi que pudiese llevarme a casa. Un golpe en mi cabeza fue lo último que sentí antes de caer en la espesa oscuridad.

Dios mío, ¿dónde estoy? ¿Por qué me tienen amarrada y con una capucha en la cabeza? Siento que mi corazón va a salirse de mi pecho por lo agitada que me encuentro. 

—¿Hola? ¿Alguien me escucha? —murmuré en un hilo de voz, sintiendo de repente más frío del que de por sí ya percibía. 

—La dulce princesita ya despertó de su larga siesta, ¿eh? —era la voz de un hombre, pero no logré reconocerla—. Pensé que tendría que despertarte como lo hacen en los cuentos de hadas, solo que soy de todo, menos un guapo príncipe azul —rio descabellado. 

No sabía qué decir ni cómo formular palabra alguna. Sentía pánico, más por esa voz tan rasposa y fea que escuchaba muy cerca de mí. 

—N-no me haga daño, por favor...

—Nadie te va a hacer nada que no quieras, muñequita —susurró en mi oído, provocándome un ligero escalofrío por toda la espalda—. Solo sé obediente y te aseguro que nos vamos a llevar muy bien. 

—¿Por qué me tiene encerrada y amordazada? ¿Qué hice yo para que me haga esto? 

—A mí nada, pero parece que ofendiste a alguien muy importante y con mucho dinero —sentí sus manos por mi cabello y me removí incomoda—. ¿Qué hiciste? Con lo linda que eres, fijo te enredaste en un matrimonio. ¿Tu mami nunca te dijo que no te metieras en hogar ajeno y mucho menos adinerado?

—Yo no he hecho nada de lo que dice, ni siquiera tengo amigos que tengan dinero. Soy una chica del común. 

—No sé si creerte. Las chicas lindas y que parecen una divina escultura tallada por los mismísimos dioses, son en realidad el diablo.

—Yo no le hecho nada a nadie, se lo juro. 

—Guarda tus palabras para el jefe, es a ella a quien debes decírselas, no a mí. 

¿A ella? ¿A quién se refiere este hombre como su jefe? Oh, mi Dios, ¿se refiere a la Sra. Agatha? Pero ¿cómo es posible que ella me haga este tipo de cosas? No entiendo por qué lo haría, si yo no le he hecho nada malo. 

Un teléfono sonó y el hombre respondió la llamada en un idioma que no supe identificar. Hablaba tan extraño y rápido, que no entendía ni un comino de lo que estaba diciendo. 

—Bueno, al parecer mi trabajo terminó aquí —sentí su respiración muy cerca de mi cuello y traté de alejarme, pero me detuvo sujetándome por los brazos—. Es una lástima que no se me permitiera divertirme un rato contigo, porque hermosa sí estás, muñeca. 

Mi corazón se agitó más de lo que se encontraba y esas lágrimas que estaba conteniendo se desbordaron de mis ojos sin poder contenerlas más tiempo.

¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Lo que dice ese hombre es puro embuste. El único acercamiento que he tenido con personas adineradas ha sido con los Leroy y nadie más. ¿Ellos están detrás esto? 

Como si se tratara de un rayo, mi mente se iluminó con ese trabajo que la Sra. Agatha quería que hiciese. ¿Será ella? Sería muy loco que solo por negarme a hacer el trabajo, me secuestre. Pero, por otro lado, ella ni siquiera estaba en casa cuando salí de allí. ¿Será el Sr. Leroy el que está detrás de esto? No sé, él se ve un buen hombre y nunca me pidió que hiciera nada extraño mi fuera de mis funciones.  

Mi cabeza quiere explotar. No puedo fiarme de nadie, ni siquiera de esas personas con dinero y que carecen de principios y valores. Esa mujer está loca con lo que me pidió que hiciera.

—Le pido al destino que algún día nos crucemos en el camino —tras dejar un ligero beso en mi hombro que me inquietó a más no poder, escuché que sus pasos se alejaban de mí.

Cerré los ojos con fuerza, tratando de tranquilizarme a mí misma y de pensar en positivo, pero ese hombre logró asustarme demasiado. Su cercanía, su mala intención en sus palabras y ese roce de sus labios en mi piel me intimidó. No me siento tranquila estando aquí tan expuesta, y estar amarrada me somete a la voluntad de esas personas que todavía no sé qué es lo que buscan de mí.

Lloré hasta que mi garganta quemó y sentí mis ojos hinchados. Quiero irme a casa, abrazar a mi abuelo y olvidarme de esto. Nunca imaginé vivir algo tan horrible como esto.

—Si hubieras pensado con la cabeza, no hubiéramos tenido que pasar por este desagradable momento —esa voz la reconocí al instante, lo que me llevó a cerrar los ojos con fuerza y contener hasta la respiración—. No me gustan las negativas, ni que me huyan, ni mucho menos que no me digan las cosas de frente. Quise ser buena persona contigo, pero tú no colaboraste. De hecho, fui amable y te lo ofrecí todo —me quitó la capucha de la cabeza y miré fijamente a la mujer frente a mí, con temor a que me hiciera daño—. Te voy a dar una última oportunidad, Noa. No me hagas perder la paciencia, porque te aseguro que no querrás saber de lo que soy capaz de hacer por conseguir lo que quiero.

—Sra. Agatha, por favor, no me haga daño. Entiéndame, lo que me está pidiendo es una locura.

—Meterte en la cama con ese inservible no es nada del otro mundo —me tomó fuertemente de la barbilla, enterrando sus uñas en mi piel y me obligó a levantar la cabeza—. Pórtate bonito, lindura. Si haces un trabajo de calidad, no te faltará nada por lo que te resta de vida, pero si te niegas, me encargaré de que pierdas lo poco que tienes, incluyendo esa familia tan reducida de dos que te espera en casa.

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora