•POV LIZ V•

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Es tan difícil tomar una decisión acertada cuando tu mente no da para más y tu corazón quiere intentarlo una última vez. Mi razón y mi corazón están en guerra ahora mismo y no tengo ni la menor idea por cuál de los dos apostar.

No sé qué pensar ni qué decir ante todo lo que Alexandre me dijo. Una parte de mí no cree en sus palabras. Es estúpido que luego de tanto tiempo yendo y viniendo ahora sí quiera quedarse, porque se dio cuenta de que me ama y no puede estar lejos de mí. Mi cabeza está hecha un lío y no ayuda para nada el tremendo guayabo que tengo.

Me separé de sus labios cuando caí en cuenta de que me estaba acariciando las piernas y esa corriente por dentro me gobernó. Lo deseo, pero el sexo no hará que lo perdone y deje pasar como si nada todas las lágrimas que derramé por él.

—No creas que la tienes fácil solo porque me dijiste tres palabras bonitas o asegures amarme, maldito cucaracho —peiné mi cabello, mermando ese calor interno y sofocante—. Ve preparando las rodilleras, porque del piso no te vas a levantar por mucho tiempo. Y con esto, no quiere decir que vaya a darte una oportunidad.

—Sé que no será fácil ganarme tu confianza, pero tampoco es imposible. Te voy a demostrar cada día que estoy siendo sincero.

—Ya veremos, dijo el ciego —murmuré, dudando de sus palabras.

Me besó una vez más, silenciando todos mis pensamientos. No puedo seguir permitiendo que me bese cuando le venga en gana, pero es tan difícil resistirme a sus suaves labios.

—Déjame llevarte a tu apartamento.

—No —lo empujé, tomando valor para irme—. Quiero estar sola. Por mucho tiempo soñé en este momento, pero en este punto ya he perdido demasiado y no quiero destruirme por completo si todo lo que me estás diciendo son mentiras. Necesito pensar si podré perdonarte o será mejor poner una distancia definitiva entre nosotros. No vayas a buscarme y trata de no hacer ningún comentario en la empresa, ¿sí? Quiero estar en calma y tú eres un huracán que llega de repente a destruirlo todo.

—Te daré el espacio que necesitas, puedes estar tranquila.

Nos miramos por unos segundos y mi corazón latió ansioso por sentirlo una vez más amacizado contra mi ser.

«No caigas tan rápido. Hazlo sufrir por perro desgraciado, sobre todo, por cada desplante y lágrima que provocó».

Antes de lanzarme a sus brazos y seguir haciéndome bolas, me fui de su apartamento. Necesito pensar en todo lo que me dijo y curar esa herida que él mismo abrió y ahora pretende cerrar de golpe y como si nunca la hubiese causado. La mejor manera de sanar es estar lejos de él, olvidar que existe por unos días y pensar en mí y en lo que deseo para mi vida.

Una vez llegué a mi apartamento, llamé a mi jefe, con la esperanza de que aceptara mi pedido.

—Buenos días, Liz. ¿Cómo estás?

—Buenos días. Me encuentre bien, Sr. Leroy —tomé una gran bocanada de aire—. Llamaba a pedirle un pequeño favor.

—Claro. ¿En qué te puedo ayudar?

—Ahora que Noa está trabajando como su secretaría y se ha empapado de la mayoría de los asuntos de la oficina, ¿será que me puede dar ahora mismo las vacaciones del año anterior? ¿Recuerda que le dije que me las guardara para este? Discúlpeme si le agarro fuera de base con mi pedido, pero de verdad las necesito con urgencia.

—No tengo problema con dártelas ahora mismo. Noa se encargará de hacerte llegar el documento a firmar, ¿de acuerdo?

—Listo, jefe. Muchas gracias. Si no fuese importante, no se las pediría.

—No te preocupes, Liz. Necesitas descansar y tomarte un tiempo para ti. Cuídate y diviértete mucho.

—Eso haré. Gracias. Y si Noa tiene algún problema, sabe que puede llamarme a la hora que sea.

—Tú descansa.

Colgué la llamada e hice mis maletas luego de tomar una ducha rápida y comer algo ligero. De camino al aeropuerto compré un vuelo a Colombia sin pensarlo. No puedo quedarme aquí mientras él esté también. Yo necesito tiempo para pensar en muchas cosas que quiero y no quiero para mi vida, y tengo clarísimo que, al tenerlo cerca, me voy a dejar llevar por todo lo que siento por él. Y no quiero salir herida de nuevo. Curarme en salud mental no es egoísta ni estúpido, es lo mejor que puedo hacer cuando mi vida personal y amorosa ha estado en declive y me ha afectado tanto hasta el punto de llegar a humillarme por recibir un poco de amor y atención.

Por más que quiera, no puedo confiar de buenas a primeras en alguien que me ha mentido por años y ha jugado al lleva y trae conmigo. Estar con mis padres y recordar quien soy me ayudará a decidir, porque justo ahora no me siento preparada para darle una respuesta, ya sea negativa o positiva. Debo ser sincera, esa Liz enamorada no dudaría en darle una oportunidad incluso con los ojos cerrados, pero las dudas e inseguridades nunca me harán confiar en él. Yo quiero estar con un amor que me brinde paz, seguridad, confianza y amor incondicional y, sinceramente, no sé si Alexandre pueda darme todo eso y más.  

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora