•Capítulo 27•

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Ni siquiera cuando me casé con Agatha me sentí así de nervioso. Desde que Noa salió de la habitación no dejé de pensar en lo que le diría, pero ahora que estamos frente a frente, las palabras simplemente no salen de mi boca. No sé por dónde empezar, si por lo bien que la pasé en la cena, pidiéndole una disculpa por haber bebido de más o por ese beso tan rico que no sale de mi cabeza. No es posible que con treinta años me sienta como un adolescente.

Cada uno está muy centrado en su desayuno, aunque es muy poco lo que hemos comido realmente. ¿Se sentirá tan nerviosa como yo o solo se trata de la incomodidad?

—Te quiero ofrecer una disculpa...

—Tenemos una conversación pendiente...

Cortamos con ese denso silencio al mismo tiempo y reímos.

—Bueno, antes de tener esa conversación que nos quedó pendiente, te quiero ofrecer una disculpa. Ayer no sé qué me pasó y terminé bebiendo de más. No quise hacerte sentir incómoda o mal con mi manera de actuar. Lo siento.

—No me sentí mal ni mucho menos incómoda, fue todo lo contrario realmente. Anoche me divertí mucho contigo —confesó—. Gracias por invitarme a cenar.

—No debí comportarme como lo hice y arruinar la noche, pero en ese momento el alcohol me dio la fuerza que necesitaba —mi corazón empezó a latir apresuradamente en mi pecho—. Recuerdo todo lo que hice y lo que te dije, Noa. No me olvidé de nada como creíste que me pasaría.

—B-bueno, bebiste mucho. Yo pensé que no recordarías nada.

—Lo que te dije es muy real y no una broma, Noa. ¿Cómo crees que voy a bromear con algo tan importante y serio? No solo eres mi secretaria, sino también mi amiga. Me gustas y muchas veces no sé cómo debo comportarme contigo cuando estamos tan cerca.

Me miró largo y tendido, como si estuviera tratando de encontrar el chiste en mis palabras.

—No puedo creer lo que me estás diciendo. Es algo irreal que suceda eso, así como así, ¿no? Más porque hace poco te divorciaste de esa loca. No creo que tu amor por ella haya muerto tan fácilmente.

—Si te soy sincero, no fue fácil soltarla, pero comprendí hace mucho tiempo que nunca sentí un amor verdadero por ella. Creí que la amaba, pero no fue así. Lo que sentí por Agatha fue un capricho y una tonta obsesión que me costó diez años de infelicidad. Lo que tú me haces sentir es muy diferente a lo que sentí por ella. Tú me gustas y me encanta conocer día a día pequeñas cosas que para ti pasan desapercibidas. No te estoy diciendo que estoy enamorado de ti, porque eso sería mentir vilmente, pero sí me gustas y me atraes como ninguna otra mujer lo ha hecho.

—Dios, que locura —sus mejillas sonrosadas y sus ojos brillantes me provocaron unas inmensas ganas de besarla—. Eres mi jefe.

—¿Es todo lo que tienes para decir? ¿Te molesta el hecho de que sea tu jefe? Puedo ponerte en otra área de la empresa y...

—No, claro que no. A mí me gusta mucho trabajar contigo. Lo que quiero decir, es que es un poco raro que mi jefe me esté diciendo todo eso —se mordió los labios y jugó con la cuchara en un acto de nerviosismo—. Yo tambien me siento igual que tú. Una sola vez me he enamorado y con ese chico no pasó nunca nada, pero ahora es tan diferente. Todos los días tengo que verte, estar cerca de ti y eso me pone muy nerviosa. Yo tampoco sé en qué momento mi corazón empezó a latir con fuerza con tan solo saber que estás próximo a llegar a la oficina.

—¿Yo te gusto? —me sentía como un jovencito tonto e inmaduro, pero no sabía qué más preguntarle—. Pensé que me ibas a rechazar.

Soltó una risita divertida y menos tensa.

—Nadie podría rechazar a un hombre tan perfecto y guapo como tú  —soltó y mi corazón se aceleró aun más—. Esa loca no supo valorar lo que tenía a su lado, así que... oh, mi Dios, ¿dije eso en voz alta?

—Sí y no me molesta en absoluto que lo digas—sonreí ladeado—. Entonces, ¿ahora qué procede?

Mi tonta pregunta nos hizo reír a los dos. Me sentía muy eufórico y feliz de que ella me viera con los mismos ojos con los que yo la veía.

—No sé... —se encogió de hombros—. Podemos dejar que el destino haga de las suyas, ¿no? No es como que estemos locamente enamorados. He escuchado decir que los gustos pueden ser pasajeros.

—Supongo que Liz fue la que dijo eso, ¿no es así?

Su risa es tan melodiosa y linda. Su ternura me mata.

—Un gusto conocerte —le extendí mi mano y la recibió con una sonrisa en sus carnosos y apetecibles labios —. Soy Karim y me gustaría mucho conocerte más a fondo.

—El gusto es mío, Karim. Me llamo Noa y también quiero conocer más de ti.

Permanecimos largos segundos tomados de las manos y las soltamos solo para seguir comiendo y hablando.

Aunque no quedamos en nada, cada uno sabe cómo se siente con el otro y eso es más que suficiente por ahora. El camino es incierto y nos puede traer muchas sorpresas durante el corrido. Ella tiene razón, puede que este gusto que sentimos sea algo pasajero y quizás pueda durar un tiempo determinado.

Por ahora solo quiero conocerla y saber todo lo que le gusta y detesta, porque una vez cometí el error de dejarme guiar por lo que quería en ese momento y terminé sufriendo mucho. Y ese error no lo quiero cometer dos veces, mucho menos con Noa que es una chica inocente y que todavía tiene mucho por vivir.

Cautivo[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora