—Me encanta que seas todo un caballero, mi amor —lo acerqué más a mí por su corbata y rocé sus labios—. Pero yo te quiero, Karim. Te quiero sentir, quiero entregarte mi primera vez, quiero que me hagas el amor ahora mismo. Bésame y no te detengas, por favor.
Me adueñé de sus labios, soltando su corbata y los primeros botones de su camisa, anhelando acariciar cada centímetro de su piel. Me ha besado tanto, que ahora que ha llegado a más, no quiero que se detenga. Quiero seguir sintiendo sus caricias vagando por mi cuerpo, porque sus manos se sienten extremadamente bien, son muy cálidas y suaves.
—Dios mío —gimió, besándome apasionado y con furor—. Definitivamente vas a volverme loco.
—No lo pienses más —abrí su camisa de par en par y deslicé mis manos por su abdomen, provocándole un temblor que me hizo sentir poderosa—. Soy tu novia, ¿no?
—Pero no deberíamos hacer este tipo de cosas aquí.
—¿Por qué? ¿Está mal?
Sacudió la cabeza y me besó despacio, antes de descender su boca por mi cuello y una de sus manos por mi cadera. Sus labios por mi piel son fuego. Recorrió mi cuello hasta el lóbulo de mi oreja y temblé como una hoja cuando lo succionó con suavidad.
—Me encantas cada día más —susurró, enviando corrientes por todo mi cuerpo—. Estoy muy enamorado de ti.
Retomó sus besos por mi cuello en dirección a mi hombro y un gemido escapó de mi boca. Sus labios son una maravilla y mi piel es tan sensible cuando ellos me están recorriendo con tal lentitud.
Se incorporó, mordiéndose los labios y me extendió su mano. No dudé ni un solo segundo de tomarla y dejarme guiar por él hasta el sofá, donde lo extendió y me hizo recostar en el.
—Dame un segundo, no quiero que nadie nos interrumpa.
Se fue hacia la puerta a ponerle seguro y me deleité la vista con su pecho descubierto y esa gran montaña en sus pantalones cuando regresó a mí.
Lo recibí con los brazos abiertos y nos fundimos de nuevo en la boca del otro, acariciándonos con lentitud y timidez. Nuestros besos nunca habían sido tan intensos y húmedos como ahora.
Me hizo sentar encima suyo y fue deslizando hacia abajo el vestido por mi cuerpo. Besó mis hombros, mi cuello, mi clavícula el inicio de mis senos con ternura. Me sentía cada segundo más caliente que el anterior, su boca es tan experta y suave.
Poco a poco y en medio de besos intensos y caricias ardientes nos despojamos de nuestra ropa, pues nos estorbaba un mundo para poder acariciarnos la piel a gusto. No puedo controlar mi voz por más que muerda mis labios y los presione.
—Déjame escucharte, mi vida —su mirada se cruzó con la mía y sonrió, antes de llevarse a la boca uno de mis pezones.
Un fuerte temblor me recorrió en cuanto la calidez de su boca hizo contacto en mi pezón y su lengua jugueteó con el. Su otra mano arropó mi otro seno que se encontraba deseoso de atención y lo amasó con suavidad, tomándose el tiempo de hacerme enloquecer y vibrar bajo su poder.
Mis manos se fueron a su pecho y lo palpé con cierta timidez. Su piel es tan suave y tibia. Les di forma a sus pectorales y estrujé entre mis manos sus fuertes brazos, sintiendo la tensión de sus músculos. Me sentía eufórica acariciando su piel, que no medí tiempo ni distancia, simplemente me dejé llevar por la calidez de su piel. Percibí entre mis dedos la humedad y la dureza de su miembro y de su garganta escapó un gemido que me hizo vibrar.
Tenía tanta curiosidad de saber lo que se sentía tenerlo en mi mano, que lo ajusté a ella sin pensarlo y lo apreté con suavidad. Gimió de una manera que me calentó más y me hizo sentir poderosa.
Su boca abandonó mis senos y se recostó por el sofá, guiando su mano a la mía y me mostró cómo debía moverla. Me encantó su mirada oscura y llena de deseo, la forma en que sus músculos de sus hombros se contraían y sus gemidos salían de sus labios. Veía con total atención y cierto morbo la manera en que mi mano lo envolvía y se deslizaba por toda su extensión. Es tan sensual.
—Amarte y tener la plena seguridad de que tú también me amas ya lo hace especial. No necesitamos de un momento en específico, si lo que importa aquí son nuestros sentimientos.
Se incorporó un poco y me besó, sujetando mi cabello con firmeza.
—Valió la pena sufrir tanto —de un rápido movimiento me dejó debajo de su cuerpo—. Eres el amor de mi vida, Noa.
Se acomodó en el medio de mis piernas y me besó tendido. Mi corazón no cabía en mi pecho. Me siento tan feliz y amada. Sus labios volvieron a descender por mi cuerpo, adueñándose de cada centímetro de mi piel. Temblaba sin control y no podía dejar de gemir, pues sus labios y lengua son demasiado para mí. Acaparó mis fluidos y jugó con mi cordura hasta hacerme explotar.
Era un manojo de nervios y mi respiración estaba muy agitada. No podía encontrar mi voz.
—Jamás he cometido una locura de estas —se relamió los labios, juntando mis piernas y subió sobre mí.
—¿Te arrepientes?
—Por supuesto que no —se acomodó de tal manera que su miembro quedó en el medio de mis piernas y rozando mi vagina—. Ahora no podré trabajar con calma, teniéndote tan cerca de mí y deseando volver a desnudarte.
Me besó con fuerza, moviendo la cadera de tal manera que nuestras pieles se rozaban. Si antes me encontraba muy sensible por la larga estimulación de su boca, ese roce constante y húmedo no me dejaba pensar siquiera. Karim se movía lento, de modo que podía sentir como toda su extensión se amoldaba a mis labios y estos lo apresaban. Aceleró sus movimientos, simulando penetrarme y mordió mis labios, arrancándome un gemido más sonoro.
Fuimos piel y gemidos por largos minutos, donde no podíamos dejar de movernos y de disfrutar nuestro tacto. Ese roce me tenía alucinando y muy húmeda. Su hombría latía y crecía entre mis muslos. Era extraño sentirlo, pero se sentía muy bien y excitante.
Me besó con una intensidad que amenazaba con acabarme sin dejar de deslizarse entre mis muslos. Su mano se filtró por el medio de mis cuerpos y todo mi ser sacudió con violencia en el momento que sus dedos se presionaron en ese botón que tan sensible se encontraba.
Se incorporó y elevó mis piernas hasta su pecho. Frotó su hombría en mis labios y me mordí la boca, sintiendo que me derretía en sus manos. Su mirada fija en la mía y la rapidez con la que movía la mano en su extensión me puso la piel chinita. Se veía muy sexi tocándose por y para mí.
Mi mano se movió por sí sola a mi sexo y me toqué inexpertamente bajo su atenta mirada. No sabía lo que hacía, pero frotarme se sentía maravilloso y caliente. Sentía que tenía un corazón entre mis piernas que latía con gran fiereza. Las corrientes se apoderaron de todo mi cuerpo y se acumularon en mi vientre bajo, por lo que, al acelerar mis dedos porque se sentía muy bien lo que yo misma estaba haciendo y el roce de su pene, estallaron arrasando con todo a su paso.
Un gruñido furioso escapó de sus labios a la par que se derramaba en mi vagina y la humedad que sentí en esa parte fue en exceso. Sentía que me había hecho encima.
La vergüenza me llegó segundos después de que nuestras respiraciones se normalizaran un poco y el calor se fuera de nuestros cuerpos. Jamás me había tocado ni explorado mi propio cuerpo, pero debía admitir que se había sentido muy bien, aunque un poco extraño.
—No tenía protección, por eso no intenté llegar más allá. Perdóname.
—No te preocupes por eso, mi amor.
—Pero, Dios, que maravilloso fue esto.
Se acostó a mi lado y me acurruqué en su pecho, sintiéndome muy feliz pese a que no tuvimos relaciones. Karim es un hombre maravilloso, siempre pensando en protegerme de todo.
—Estaré preparado para la próxima vez, te lo prometo —levantó mi rostro y besó mis labios—. Gracias por hacerme tan feliz y entregarme tanto de ti. Te amo, mi bonita. Esta ha sido la experiencia más maravillosa que he tenido.
Nos besamos en medio de caricias furtivas hasta que tuvimos que separarnos y vestirnos para irnos al evento. Pese a que me sentía un poco avergonzada, no me sentía incomoda. Es más, ese momento tan único y maravilloso nos acercó aún más y rompió toda esa tensión que los besos había creado.
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Cautivo[✓]
RomansaLa venda que Karim lleva por muchos años en sus ojos, caerá tras la presencia de una dulce jovencita que le hará replantearse su vida, en especial, ese matrimonio en el que lleva preso por tanto tiempo y del cual no ha podido escapar.