Karim
El sexo nunca fue una prioridad en mi vida, menos cuando vivía en un constante rechazo por parte de Agatha. Ella, al igual que yo, nos quitábamos de encima una necesidad que posee todo ser humano, pero todo siempre fue tan básico y aburrido. Jamás hubo fuego, ni chispas, ni siquiera hubo posiciones complicadas para más placer. Simplemente éramos dos cuerpos tendidos en una cama, pocos besos y una liberación que se sentía muy vacía.
Con Noa todo es diferente. Desde el más simple roce de labios hasta una sola mirada cargada de intensidad mi piel arde de deseos y no dejo de imaginar su hermosa desnudez entre mis manos y mi boca. Sentir su piel contra la mía se ha vuelto uno de mis grandes sueños y una necesidad que, poco a poco, me ha venido consumiendo. Su mirada, su cuerpo, sus besos, sus suaves y pequeñas manos, todo de ella me tiene enloquecido y en las nubes. La deseo con una fuerza que me sorprende y me hace desconocerme a mí mismo.
No ayuda para nada lo que sucedió hace una semana en esta misma oficina. Cada vez que desvío la mirada al sofá, mi mente vuela a su piel y su delicioso y adictivo sabor. Recreo en mis pensamientos cada una de sus bellas curvas, la forma en que las degusté a mi antojo y vibró entre mis manos. Estaba a poco de hacerla mía, pero no era el lugar correcto, además de que no contábamos con protección. Desde entonces, cada que sus labios se pierden en los míos, no puedo controlar la reacción de mi cuerpo.
Noa me enciende en cuestión de segundos y su atrevimiento me está provocando grandes dolores de cabeza. Quisiera hacerla mía, pero siempre algo me frena, quizás porque quiero que nuestro primer encuentro sea especial para los dos. Pienso si es muy pronto y me detengo de golpe, pero las ganas por descubrirla por completa me mantienen ansioso.
Observarla mientras trabaja se ha vuelto un habito que no quisiera perder nunca. Me gusta sentir su presencia cerca de mí, que el aroma de su perfume se adueñe de todo el lugar y me haga alucinar, que de vez en cuando me mire y sonría nerviosa. Estoy tan perdido en esa hermosa chica. Ni siquiera me importa que los demás empleados nos vean tomados de la mano, porque a nadie debería importarle mi vida amorosa, aun así, quiero que todos sepan que Noa cautivó mi corazón.
—La Sra. Oliva llamó de nuevo —la voz de Ariadna, el reemplazo de Liz, me sacó de mis pensamientos.
—¿Y qué quería?
—Saber la respuesta de la negociación.
—Lo había olvidado por completo —miré la hora en la pantalla de mi teléfono, ansioso porque Noa llegue cuanto antes—. Redacta un correo en el cual diga que no acepto su propuesta, pero que agradezco el tiempo que se tomó en venir personalmente a presentarla.
—Sí, señor. ¿Necesita algo más?
—Necesito que me ayudes a preparar la fiesta de aniversario de mis padres. Liz era la encargada de ello, pero como no está, no tengo ni la menor idea de lo que debo hacer.
—No se preocupe, me encargaré de ello, Sr. Leroy.
—Muchas gracias, Ariadna.
—¡Buenas tardes! —como un terremoto y una energía inigualable, Noa entró a la oficina, alegrando mi día—. Lamento llegar tarde, pero había un atasco horrible y los vehículos parecían que andaban a paso tortuga. Pero ya estoy aquí, ¿qué debo hacer?
—Hoy no tenemos tanto trabajo —me encogí de hombros, jugando con el esfero en mi mano, deseando acribillar su cuerpo contra el mío y besarla hasta el aire se nos agote—. Pero puedes ayudar a Ariadna.
—Con todo gusto, jefe —sonrió divertida—. ¿En qué debo ayudarte?
—A preparar la fiesta de aniversario de tus... de la Sra. y el Sr. Leroy.
Noa me miró con los ojos bien abiertos y le sonreí.
—¿Y hasta ahora me dices que tus padres están de aniversario? ¿Cuánto tiempo tenemos para preparar la fiesta?
—Una semana.
—Diablos —susurró Ariadna—. Mejor me podré manos a la obra. Te espero fuera o si quieres podemos trabajar en la sala de juntas, como prefieras —salió de la oficina sin recibir respuesta de Noa.
En cuanto Ariadna cerró la puerta, me acerqué a ella y la besé. Dios, como extrañaba estos labios tan suaves y adictivos. No me canso nunca de besarla.
—Te extrañé —apoyé mis manos en su trasero y la pegué a mi cuerpo—. Muchísimo.
—Yo igual, mi amor —con descaro, deslizó sus manos por mi pecho mientras su lengua acariciaba la mía con suma lentitud—, pero debo trabajar. Preparar una fiesta no ha de ser fácil.
—Puedes comunicarte con Liz, quizás te ayude con una idea y así te facilita lo de los invitados.
—Espero que me responda, pero ahora que está con Alex, lo dudo mucho —dejó un beso en mi barbilla—. ¿Cuántos años de casados llevan tus padres?
—Cincuenta años.
—Vaya, toda una vida —suspiró—. Son una pareja tan linda.
—¿Te gustaría casarte? —pregunté.
—Sí, me gustaría casarme algún día —susurró, apoyando su mejilla contra mi pecho—. ¿Y tú? Bueno, ya lo estuviste, pero ¿le darías una segunda oportunidad al matrimonio?
De hecho, luego de llevarme esa decepción y perder diez años de mi vida, no estaría seguro de volver a casarme. Quizás el miedo de que todo sea como la primera experiencia es lo que me detiene.
—No lo sé.
—Entiendo... —se separó de mi pecho y dejó un corto beso en mis labios—. Iré con Ari, tenemos mucho trabajo por hacer. Permiso.
Salió de la oficina con una mueca que no me gustó ni un poco, es como si la alegría con la llegó hace poco se apañara de un momento a otro.
***
Noa me evitó toda la tarde, ni siquiera vino a traerme mi café, fue Ariadna la que lo trajo por ella. Salí a buscarla y la encontré inclinada en el escritorio, hablando animadamente con su nueva compañera mientras veían algo en el computador.
—Esa posición es un peligro —le susurré al oído y se enderezó en un solo instante—. ¿Por qué no has ido a la oficina?
—Hemos estado ocupadas con la fiesta de tus padres —respondió seria.
—¿Qué hay con esa actitud?
—¿Cuál? Estoy normal, como cada día.
—Yo... permiso —Ariadna se levantó de su silla y se alejó por el pasillo, dándonos privacidad.
—¿Qué pasa, bonita? —la abracé y suspiró.
—Nada, no me pongas atención. Es una bobada.
—No has ido a la oficina, no llevaste mi café, no me respondiste los mensajes y no me has querido dar un besito aunque sea. ¿Qué pasa?
Sacudió la cabeza y sonrió, antes de ponerse de puntas y darme un suave beso en los labios.
—Estoy emocionada con el hecho de organizar la fiesta de aniversario para tus padres y no quiero que nada salga mal, es todo.
—Será perfecta, ahora dame un beso.
La besé antes de que se oponga por estar en medio del pasillo y a la vista de los empleados.
—Karim, aquí no. Nos van a ver —se separó de mis labios con la respiración agitada.
—Eres mi novia y no me importa quién nos vea, es más, con ellos todos se enteran de lo mucho que te amo.
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Cautivo[✓]
RomanceLa venda que Karim lleva por muchos años en sus ojos, caerá tras la presencia de una dulce jovencita que le hará replantearse su vida, en especial, ese matrimonio en el que lleva preso por tanto tiempo y del cual no ha podido escapar.