Capítulo II

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Albert estaba totalmente confundido, observando a Candy, había visto a mujeres desnudas, pero por un momento dejó de ver piel y observó a una chica totalmente destruida por el...dolor. La tenía pegada a su cuerpo, sollozando sonoramente, como si el dolor de sentirlo fuese tan deseado.

- ¡Candy...! – intentó hablarle, pero ella estaba absorta en su dolor. Dime, ¿qué haces aquí?¡Anda, dímelo...! – urgió un poco el rubio, haciendo que ella lo mirase al estar a su altura.

- ¡Albert, nunca pensé encontrarte aquí, eso ha sido una sorpresa para mi también! – logró sonreír y al mismo tiempo se apartó de él, ya que se había acordado que debajo de la bata estaba completamente desnuda, sonrojándose.

- Candy, toma tu baño y cuando salgas hablaremos, ¿de acuerdo? – quedó con ella, levantándose y sin mirar atrás, salió de allí.

Pero Candy no pudo evitarlo, las lágrimas le habían salido sin esfuerzo, terminó metiéndose a la tina, pero lloraba, como todas las noches, sólo que ahora con un dolor diferente. Siguió lavándose y tallándose hasta casi dejar su piel lo más roja posible, sin obtener nada, sólo más dolor físico que no se comparaba con el del alma. Fue inevitable, Albert se quedó pegado a la puerta, oía como su pequeña lloraba y también cómo se quejaba de algo que ella misma se producía y que por supuesto desconocía. Se encontraba en ello cuando una voz lo sacó de concentración.

- Perdone, ¿lo puedo ayudar? – cuestionó Pierre.

- ¿Conde Lemarque...? – susurró.

- ¿Me conoce? – preguntó el pelirrojo extrañado.

- No, por supuesto que no, sólo lo asocié a las personas de las que me platicó Louise – refirió Albert, ya que Pierre no lo reconoció para nada.

- Sí claro, eso debe ser... – aceptó Pierre. ¿Entonces? – le sonrió al rubio.

- Ah sí, se me había olvidado, no, solo me quedé pensando... –refirió Albert tratando de no pensar en lo que realidad quería hacer.

- Bueno, siendo así, será mejor que esperemos a las damas en el comedor – sugirió Pierre indicándome el camino hasta éste.

No quedándole de otra, Albert siguió a Pierre y ahí ya se encontraban John, Alfred y Marie.

- Sólo hay que esperar a Louise y Candy, tome asiento Albert – refirió Alfred observándolos a todos.

- Louise no vendrá, se siente indispuesta – agregó Pierre.

- ¡Qué lástima! – murmuró John.

- Ya estoy lista, ¿qué hay de cenar? – preguntó una vocecita por el pasillo.

- Bueno ni el que casi te coma una leona te ha quitado el apetito ¡eh Candy! – cuestionó Alfred, ya no tan preocupado.

- Al contrario, mi apetito ahora es mayor – sonrió como normalmente lo hacía y más al hacer una boca de León hambriento.

- Me lo imagino Candy, anda siéntate, te esperábamos... él es Albert, el amigo de Louise – Pierre lo presentó.

- Hola, mi nombre es Candice White, pero dime... –estaba sugiriéndole cuando de pronto él la interrumpió.

- Candy, te gusta que te llamen Candy –respondió él.

- Sí, ¿cómo lo supiste Albert? – cuestionó Candy, ya que resultaba extraño.

- Solo se me ocurrió, ¿de dónde eres Candy? – preguntó para distraerla.

- De Illinois, pero estaba de viaje por Europa cuando me vi en la posibilidad de conocer África – contestó lo primero que se le ocurrió.

Pasión AfricanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora