Capítulo LIV

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Era de noche en la Mansión Andley, la Hermana Margaret se encontraba en la habitación de Candy, preocupada por su estado ya que habían pasado más de dos semanas y aún no sabían cuándo despertaría. A Albert tuvieron que sedarlo debido a que la impaciencia no lo dejaba en su habitación y eso sólo podría empeorar su estado de salud. Las matronas de cada clan se habían repartido las labores de la mansión, dado que la Hermana María, Mary y la señora Elroy no soportarían tanto desgaste emocional y pronto las tendrían enfermas, eso era lo último que todos querrían. Aunque si pensaran que las matronas de los clanes no iban a ayudar pues eso si que estaban equivocadas, todas eran provenientes de alta alcurnia, pero no siempre fueron finas ni refinadas, después de todo antes eran las esposas de los señores y que hayan sido educadas, ayudarles a sus maridos es algo que hacían gustosas.

De pronto Sir Abahinn se encontró con la espalda de un hombre que se estiraba ante la gran puerta de la mansión, asustándolo de muerte.

- ¡Buenos días! – expresó Abahinn, riendo por la acción siguiente de George.

- ¡Buenos días, Sir Abahinn! – saludó el serio hombre, un poco ojeroso y soltando el aire contenido.

- Veo que recuerda mi nombre, eso de Lord Straight, sinceramente ya me estaba aburriendo – suelta Abahinn sintiendo que podría ser menos intenso en sus comentarios.

- Bien Sir Abahinn, creo que vamos a tener un gran día – declaró George semi sonriente.

- ¿Cómo está ella? – preguntó Abahinn curioso.

- Aún no ha despertado... - respondió George soltando un suspiro.

- ¿Le preocupa, George? – preguntó Abahinn.

- Por supuesto, el médico dice que dos semanas son demasiado, Can... la señora Candice aguantó demasiado tiempo el dolor y la desesperación, quizás su cabeza aún no se recupera... - George intentó reproducir la plática con el médico.

- No entiendo, no sé cómo es que aún no despierta y ¿Sir Andley? – tenía que preguntar también por el estado de salud del rubio, aunque la respuesta no le gustara demasiado.

- Albert es difícil tenerlo sedado, pero sabremos ¡qué hacer con él! – afirma George.

- Tarde o temprano, ella ¿va a despertar, verdad? – cuestiona Abahinn. Eso esperemos, finalmente no podemos saber qué sucedió con todos si ella no está despierta... - reafirmó.

- George ha llegado un telegrama de Escocia, señor – Mary llega hasta ellos y le extiende un telegrama a George.

- ¡Dámelo, Mary! Veamos ¿qué sucede? – en ese preciso momento George lo tomó entre sus manos y comenzó a leerlo rápidamente, alegrándose. Es de Sir Stewart, ¡no es cierto! ¡Los Borthwick están en el Palacio de Holyroodhouse! – grita George emocionado.

- En serio, ¿cuándo llegaron? – preguntó Abahinn, expresando la misma alegría.

- ¡Hace unos días, están a salvo! – exclamó George, tomando con una mano el telegrama y con ambas los brazos de Mary que lloraba de emoción, aunque no tenía ni la más remota idea de quién eran.

- ¡Madame Elroy! ¡Madame Elroy! ¿Dónde está? – preguntó Abahinn completamente fuera de sí, tanto que comenzó a darle vueltas como si de una niña se tratase.

- Sir Abahinn, ¿qué sucede? – preguntó ella contrariada.

- ¡Sir y Lady Borthwick están en el palacio en Escocia! – respondió George sonriendo ampliamente.

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