Capítulo XXXVIII

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George no lo podía creer, era ella, estaba allí y le estaba tocando la mejilla, acariciándosela, quejumbrosa, adolorida, vaya no podría creérselo aún a pesar de las circunstancias era especial para ella, se sentía amado como nunca pensó que lo hiciera alguien más, para él.

- George... mi querido George... Albert... ¿dónde está Albert? - pregunta la rubia adolorida.

- ¡Está seguro señora Candice, en realidad que lo está! ¡Te llevaremos con él, ya lo verás...! - aseguró el castaño a punto de las lágrimas.

- No, no... George... ¿por qué lloras? ¿Tan mal me veo? - hizo una pregunta extraña.

- ¿Por qué no mi señora? ¿No quieres estar con tu esposo? Se ve tan linda, ¿quién dice que estoy llorando? - respondió con cuestionamientos.

- No llores querido George, con un baño y se me quita lo fea... no debo verlo, debes llevarme a Holyroodhouse - confesó la rubia.

- ¿Hasta allá? Usted así o del otro modo siempre será bonita... - respondió el castaño.

- Gracias... espero que ésta borrosa visión de tu rostro se me quite... - refiere la rubia llamando la atención de todos los presentes.

- ¿Borroso me ves? - cuestiona George preocupado y el médico los revisa con luz de la vela que le acerca.

- Sí, el Conde Lemarque me dio algo a tomar... - explica Candice, aletargada.

- ¿En serio? ¿A qué sabía? - cuestiona el médico.

- Amargo como a flores marchitas - responde Candice sin entender.

- Bien, eso es bueno, que sepas lo que te sucedió, vamos señora díganos algo más que recuerde - pidió George.

- Albert... lo perdí de vista y el duque me pegó o me caí no recuerdo, me duele la espalda... - se queja al ladearse.

- Bien, ahorita lo vemos, Dr. Spencer - George lo llama y al alejarse Candice lo detiene.

- No... - Candice lo llama.

- ¿Le duele algo? - el castaño se preocupa que por algo lo hace.

- No... no quiero que te vayas George - le pide con dolor.

- El médico la revisará... - le dijo George preocupado.

- No te vayas George... tú eres lo más cercano que tengo a Albert - le pidió llorando.

- Si la señora no quiere que se vaya, no importa, puede quedarse, platique con ella mientras lo pueda hacer - le dijo el señor Spencer. Señora Elroy, ¿puede conseguirme zanahoria triturada? - cuestionó el médico.

- Por supuesto, pediré con la señora Katherine o mandaré a pedir a la mansión - resolvió la señora Elroy.

- No señora Elroy, debemos de conseguirla lo más cerca antes de irnos - responde el médico levantándose.

- ¿A dónde nos vamos? - preguntó la matrona.

- De regreso a su casa y yo al pueblo, obviamente - respondió el galeno.

- ¡No puedo irme a casa! - espetó ella enojada y retirándose un poco.

- Claro que nos vamos a ir, aquí sólo se deben de quedar Katherine y Mark, volveremos mañana - le explica el Dr. Spencer.

- ¡No me apartaré de Candice! - exclama enojada.

- Entonces quiere que vengan los que sean que andan atrás de ella y la busquen y se la lleven, ¿eso quiere? - el médico decidió contarle parte de lo que sucedería si ellos se quedaran.

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