Capítulo XLV

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A lo lejos una triste y afligida Annie observaba el cortejo fúnebre, la señora Elroy y demás familiares regresaban después del entierro, un día había pasado desde que vieron como Candy y Albert habían muerto, recién comenzaban a asimilarlo, Mark y su madre Katherine habían llevado muchas flores que recogieron del campo en una gran carreta con comida, era lo menos que podían haber hecho. Cuando Mark llegó a la mansión, John lo condujo al establo y bajaron todo lo que ahí encontraron e inclusive algunas mantas y una gran caja de madera, la llevaron cubierta de las flores y la comida. Por la noche la meterían dentro de la casa.

Habían llegado a la mansión de Escocia muchos de los Sires, gente del pueblo que conocían a la familia, amigos y conocidos, todos vestían de negro, Archie casi no hablaba y Stear se encontraba llorando. Cuánto habría dado ella porque la Hermana María y la Señorita Ponny la acompañaran, quizás hubiera sido menor el dolor que en esos momentos sentían, pero para que ellos llegaran demoraría un mes y según las leyes escocesas no podría permanecer ese tiempo ambos cuerpos sin conservar.

Era la quinceava vez que se miraba en el espejo, a su parecer estaba bien, sólo necesitaría llorar más, pero cómo hacerlo si no tenía por qué hacerlo, vaya idea de Annie y entonces se machucó otro dedo para llorar más, eso dolía menos que pegarse en alguna parte del cuerpo. Cuando acabara estaría más que lastimado, pero todo servía para ayudar a su gran amiga. La señora Elroy lo llamaba y tan pronto la escuchó, salió de su habitación para ir al establo.

- ¡Archie, Archie! - entró gritando la señora Elroy el nombre de su sobrino.

- Sí Tía Abuela, ¿qué sucede? - cuestionó Archie saliendo de su habitación.

- Ve con Annie al establo y me traen lo que Mark trajo, John está allí - ordenó la señora Elroy.

- Sí tía, en un momento volvemos - contestó Annie que apurada se extrañó por lo que tomando la mano de Archie salieron rumbo al establo.

- ¿Sabes lo que trae Mark, Annie? - cuestionó Archie al notar que ella no protestó ni nada por el encargo.

- ¡Sí, una gran sorpresa para todos! ¡Ven! - lo jaló después de decir eso.

- ¡Auch, suéltame, Annie! - pidió su amigo cuando él sintió que lo jalaba de más.

- ¿Qué sucede Archie...? ¿Te has lastimado todos los dedos? - cuestionó Annie cuando observó las magulladuras de las manos de su amigo.

- Era eso o pegarme en la cabeza, llorar sin motivo es difícil - atestiguó Archie haciendo muecas las cuales hicieron reír a Annie.

- Pero Archie, ¿te has vuelto loco? - apenas pudo articular la pregunta entre la risa que le sacó él.

- Después me regañas Annie, vayamos al establo... - Archie sonrió, era la primera vez que ella estaba ahí por voluntad propia.

- Sí vamos, ¡hola, Mark! - Annie saludó al chico que se encontraba dando de vueltas.

- ¡Hola, señorita Annie! Traje lo prometido, ayúdenme a quitar éstas flores de aquí - solicitó Mark y Archie no podía creer lo que veía.

- ¿Candy...? Candy, ¿estás bien?, ¡Candy, estás aquí! - gritó emocionado Archie, tomándole la mano y sorprendido por el gran bulto que era su vientre.

- Albert... - susurró Candy apenas en un hilo de voz.

- Sí mi linda niña, te llevaremos a él, sólo falta que anochezca y te meteremos a la mansión, ¿de acuerdo? - le informaba Annie, secándole la frente cuando de pronto se asustó.

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