Capítulo LVI

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Abahinn se quedó ahí, parado en medio de la gran habitación, se preguntaba desde cuándo se había sentido así, de nueva cuenta alguien que no fuera su padre lo tenía acorralado, debía obedecer, debía de hacerlo a pesar de sí mismo, ¿por qué dolía demasiado? Se preguntó una y otra vez, la mujer que amaba, pero que no podía tener lo había maniatado, sólo le quedaba obedecer, no había otra forma de hacerlo y él lo sabía. No quería ser el causante de toda esa tragedia, no quería asustar a Lemarque para que los atacara, pero era en realidad que tenía miedo a sus acciones o realmente fue porque Candy podría ser secuestrada verdaderamente por ese hombre y él, él no podría hacer nada porque se suponía que iba a ser su aliado y no su enemigo.

Abahinn no pudo resistirlo, no pudo tampoco contener la rabia que sentía de ser un Carnegie, si fuera el bribón que su padre encontró cuando lo llamó a la reunión con el rey, poco le hubiese importado robarse a Candy, finalmente ningún honor sería perjudicado. En mala hora se le ocurrió aceptar el legado de su padre, pero él que iba a saber que años más tarde conocería a Candy siendo toda ya una señorita y muy bella que a sus quince años casi dieciséis lo había hecho perder la cabeza y sí, también el corazón.

En ocasiones se preguntaba por qué le amaba y su conciencia le respondió sin quererla escuchar porque la amas desde pequeño y eso... era cierto, le amaba aún a pesar de él, como se lo dijo Terry algún día en Londres. Quería sobre todo sentarse, pero las manos en su cintura le permitieron regresar a ese día en el que algunos miembros del Tribunal de Lyon, él y su padre fueron convocados ante el Rey Jorge V.

Inicio del flash back

Ya no recordaba cuando fue la última vez que vio a su padre, sólo le veía una vez al año, así que estaba más que acostumbrado a su falta de cariño. Ese día, muy temprano, todos caminaban en silencio, los guardias apostados en la puerta reconocieron a su padre y le abrieron rápidamente, todos con un asentamiento de cabeza saludaron al guardia y entraron por una puerta secreta, nadie absolutamente nadie debía saber que ellos se encontraban allí.

Algo que todos dijeron al llegar a una sala contigua al trono, fue...

- Buenos días su alteza, ¿para qué mandó a llamarnos? – cuestionaron casi al mismo tiempo.

- Buenos días Sires, ¡Abahinn, muchacho, tanto tiempo de no verte! – el rey se adelantó a saludar al chico Carnegie, desde la última vez había crecido mucho.

- Buenos días su majestad, si hace ya algunos años – afirmó él sonriendo y haciendo una venia de saludo.

- ¡Pero siéntense, debemos hablar! – el Rey se sentó en su trono personal y ellos hicieron lo mismo en una especie de sillas individuales.

- ¿Ah pasado algo en Escocia? – preguntó Sir Carnegie.

- ¿Escocia has dicho? No por supuesto que no, es que hay algunos asuntos urgentes que atender. Bien... no sé si sepan que Sir Andley tiene una hija... - soltó de repente, esa pregunta sacó a todos de la poca concentración que tenían.

- ¡Imposible! – Sir Campbell expresó.

- ¡Oh no claro que no lo es! Digamos que es padre... - el rey quería aparentemente divertirse a sus costillas.

- ¿La tiene o no? – preguntó Alfred.

- Sí, lady Candice White Andley, por supuesto – informó el rey sin tomarlo de mala manera.

- ¿Qué edad tiene? – preguntó Alfred.

- Mmmm como unos diez... - refirió el rey, pensando en lo que había leído.

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