Capítulo XXVI

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Candice terminó durmiendo hasta muy entrada la madrugada cuando se zafó del agarre de Albert, la verdad es que moría de hambre, el último bocado lo había ingerido en el almuerzo y tratando de no despertar a su esposo ni a sus mascotas, se levantó del camastro y colocándose la bata, salió con cuidado y sin hacer ruido del camarote. Caminó hacia el pasillo atravesando la salita de la estancia para después seguir hasta el comedor, donde éste se encontraba cerrado, echando un cerrojo que fungía como la seguridad del lugar, logró acceder a éste, llegando a la cocina y rebuscando entre los trastos, se vio sorprendida por alguien cuando tocaba un rico pastel y se metía un buen bocado a la boca.

- ¿Quién está aquí? - preguntó una voz, haciendo que la oscuridad le hiciera una mala pasada.

- ¡Mmmhhh que rico! - susurraron entre bocados.

- ¿Quién está aquí, he dicho? - volvió a repetir el cocinero, asustado. ¡Pereyra, que hace usted aquí! - exclamó el hombre asustado por el encuentro con el médico.

- Vine por un vaso de leche, ¿pasa algo? - quiso saber el galeno al observar cuan lívido se encontraba el cocinero

- Sí, tenemos un intruso, pero bueno no quiero ir tan lejos, ¿podría ayudarme? - sonrió el hombre al verlo descubierto.

- John, no pensé que fueras tan miedoso... - susurró el galeno sin poder creerlo.

- ¡Cuidadoso Pereyra, cuidadoso! - aseguró el cocinero al ver que su amigo se burlaba de él.

- Bueno, iré yo... - el médico decidió ir solo, ya que aquel hombre no quería ni moverse de su sitio.

- ¡Qué hambre tengo! No lo creo, parece que no he comido en siglos, ¿cómo será no comer en siglos? ¿Qué horror! - comentó espantada una linda rubia, con los dedos llenos de chocolate.

- ¿Quién está ahí? Señora Andley... ¿qué hace despierta a esta hora? - preguntó sorprendido el médico, ya que se le hacía raro verla ahí, sin su sombra, es decir su esposo.

- Tengo hambre - levantó el rostro del plato y volvió a ponerlo en el plato después de contestar.

- Pero los pastelillos no es algo que le nutra, deje ahí señora mía - la reprendió limpiándole las manos con una servilleta y se volteo a ver que John se asomaba a ver quién era. John puedes retirarte, atenderé a la señora Andley, le prepararé algo de comer - sonrió enseñándole quien era.

- ¡Está seguro? - sonrió al ver el rostro de la rubia que estaba lleno de chocolate.

- Sí, vamos señora Andley, tenga esto para que se limpie, ¡que se le antoja de comer? - cuestionó cuando la rubia tomaba la servilleta y se limpiaba el rostro.

- Mmmm lo que sea, ese pastel de chocolate estaba delicioso - respondió ella con ánimo.

- Lo sé, pero eso no le ayuda, así que lo comerá en el postre y con un vaso de leche caliente, te haré una tortilla de verduras, eso estará bien para ti... - decidió él mientras sacaba los huevos y algo de verdura.

- Bueno, mientras serviré un poco de leche, últimamente se me antoja mucho la leche, ni cuando estaba en el Hogar de Ponny tomaba tanta, sólo unos tres vasos, por la mañana... - refirió ella recordándolo.

- ¿El Hogar de Ponny? ¿Qué es el Hogar de Ponny? - preguntó el galeno curioso.

- Ahí crecí desde que era un bebé, la Hermana María y la Señorita Ponny se hicieron cargo de mí hasta que cumplí diez años - comenzó a relatar su historia o al menos su niñez.

- Ese lugar es ¿un orfanatorio? - cuestionó sorprendido.

- Sí, se encuentra en Illinois, pero fue esa parte de mi niñez la que me hizo ser como soy - refirió ella, quizás por lo de un poco atrabancada aunque él pensó que demasiado tonta e ilusa.

Pasión AfricanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora