Capítulo LIX

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- ¡Deténganlo no puede dejar que lo vean! – advierte Amin, señalándoles a los miembros del Tribunal que se encontraban abajo haciendo que todos se congregaran en la entrada.

- ¡Espere, Sir Andley! – grita Abahinn.

- ¡Ese asqueroso tocó a mi mujer! Tengo el derecho a vengarme de él, suélteme – vociferó el rubio al sentirse retenido y derribado por varios miembros del Tribunal.

- No lo dejen ir, no está en condiciones de enfrentarlo y qué hará si lo reta a duelo, sabrá que su esposa está aquí y vendrá por ella – Amin comenta, esperando que con ello Albert dejara de hacer locuras.

- ¡Sobre mi cadáver! ¡Primero lo mato antes de que él venga a mi casa a matarla, no lo dejaré que ni se le acerque! – grita aún tendido boca abajo, intentando por todos los medios, levantarse.

- Bien, entonces ¿podemos liberarlo y no intentará nada? – cuestiona Sir Campbell que había sido uno de los hombres del Tribunal que lo derribó cuando se requería. Albert tuvo que asentir con la cara y fue liberado.

- Doctor, ¿puedo hablar con usted? – cuestiona Albert al levantarse y arreglarse el pijama.

- Por supuesto, Sir Andley... - el rubio y el médico se alejaron de la concurrencia.

- Quiero que le haga una revisión a... mi esposa, quiero saber si ese cerdo abusó de ella – esto último lo dijo con lágrimas en los ojos, ¿sería tal vez que eso le produjera cierta impotencia?

- No será mejor que espere a que despierte y le cuente esa parte de la historia – sugiere cautelosamente el médico.

- ¿Qué haces Albert? – le pregunta George a ambos cuando alcanzó a escuchar lo último.

- No pienses que te diré algo, es mi esposa y quizás sea yo el ofendido – declara Albert mirando hacia otro lado.

- ¿Cómo dices? – George estaba oyendo como su amigo era dominado por algún ente invisible, atreverse a pensar que eso que había dicho Candy era cierto, no era propio de alguien como él, un caballero.

- ¡Qué este mentecato piensa que Candy fue abusada! – responde Amín a los dos hombres.

- No lo fue, yo la revisé junto con la madre de Mark, ella lo hizo más que yo – confiesa el médico, una revisión a la señora Andley es algo que él, como médico podría hacer, pero ¿era tan necesario? ¿En su condición?

- Y cuando comenzó a pujar yo no le vi ningún cambio a ella – asegura la matrona, aunque hubo algo que no les dijo, que para ella fue el primer alumbramiento que tuvo, ya que aún era casta.

- Aún si ella nos dijera que no lo hizo, ¡voy a matar a ese cerdo! – respondió observando a todos y montando en cólera.

- Si lo hubiese hecho, la señora quizás hubiese abortado inmediatamente – respondió el médico. Recuerde que la señora estaba en un estado avanzado – asegura.

- Sir Andley, le pido que se calme, será mejor que nos vayamos a comer y mañana nos lo dirá – Sir Campbell intentó tranquilizarlo y llevárselo de allí para que no obligara al médico a realizar dicho examen.

- Señora Elroy – alguien llamó a la señora Elroy.

- Sí, Hermana María, ¿qué sucede? – preguntó Elroy alarmada.

- Venga conmigo – la Hermana María le indicó que la acompañara.

- Vamos le acompaño – respondió la señora Elroy un poco ansiosa por la forma en que la había llamado.

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