Capítulo LXVI

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Parte II

- ¡Me besó a mí! – exclamó George con susto.

- Que hizo ¿qué? ¡Estás despedido! ¡Toma tus cosas y te me vas de esta casa y de esta familia! – ordena Albert colérico.

- Pero... no lo disfruté señor, se lo aseguro. Además, la señora me obligó – pero George parecía estar muy tranquilo, ni se inmutó cuando los gritos de Albert casi le perforaron el tímpano.

- ¡No me importa si te obligó o no! ¡Ya te he dicho que te vayas de aquí! – siguió con la perorata que se le había instado en el momento en el que Candice lo sedujo.

- No puedo irme señor, además si la señora se entera... se va a enojar con usted – le dijo entre medio broma y medio preocupación.

- El que debe de reclamar este asunto soy yo, no ella – aclaró el rubio, pues ya nada más faltaba que se le subiera a la espalda para que creyera que ella tenía la última palabra.

- ¿Está seguro de que esas son sus órdenes? – George quiso saber.

- Muy seguro, por supuesto... - se jactó de su decisión.

- ¿Y qué tan seguro está señor William? – George por una extraña razón estaba haciendo... ¿tiempo? ¿Para qué? ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que Candice había cuestionado a su rubio esposo por esos gritos que alertaron a Mary.

- ¡Cand..ice! – pronunció el nombre de su esposa cuando en el umbral de la biblioteca apareció ella.

- George, puedes retirarte – Candice le dio permiso de retirarse.

- Bien, permiso señor, señora – George en medio de una gran sonrisa al ver a ese par rubio verse uno con cara de sorpresa y tragándose su orgullo y la otra con aires de superioridad.

- Pasa George y olvida lo que ha dicho mi esposo – reconvino dirigiéndose al resquicio de la ventana.

- S...í señora, permiso – George aceptó la orden, pero cometió un grave error, mirar a los ojos a Albert que con cara de pocos amigos le observaba y tenía inmensas ganas de golpearlo. Pero con Candice en medio, ¡imposible! Por lo que se limitó a acceder y eso era suficiente.

- Yo también me voy muchachos, hablen a gusto – el señor Brigther que había pasado del susto a la risa en tan sólo unos minutos, deseó a los rubios una buena platica y se retiró de ese bochornoso espacio para dejarlos hablar a gusto.

- ¿Qué me quieres reclamar? – cuestionó la rubia sentándose, eso sí como pudo a escuchar los supuestos reclamos que de su esposo salieron minutos antes.

- ¡Yooo nada! Sólo que... ¿por qué con George? – preguntó Albert extrañado.

- Era el único hombre ahí o preferías que el dulce Abahinn que estuvo enamorado de mí desde hace unos años... como por ejemplo 10, fuera el que disfrutara ese beso o que mejor Amín con esa piel dorada y lindos ojos verdes... - comenzó a cuestionar la rubia.

- ¡Basta Candice! ¡Ni intentes ponerme celoso! – le pidió de manera enérgica.

- Ah pero ¿estás celoso? – preguntó ella sonriente.

- Tú sabes que sí, por eso necesito saber ¿si lo disfrutaste? – cuestionó de nueva cuenta.

- De hecho... no, pobre George cómo lo maltratas de esa forma. Él también te dijo que no lo disfrutó – reclama la rubia y a la vez comienza a reprenderlo.

- ¡No me importa! – respondió en forma de berrinche.

- ¡Lo obligué! – Candice informó rápidamente.

- ¿Cómo lo obligaste? – pero la curiosidad pudo más que todo.

- Le dije que, si me obedecía, podría ser el padrino de nuestro hijo – respondió la rubia con ojos coquetos.

- ¡Qué ofertón! – exclamó Albert un tanto raro para el hombre.

- ¡Verdad que sí, mi padre debe ser el padrino de mis hijos! – declaró ella muy sonriente.

- Candice, él no es tu padre – refutó el rubio.

- ¿Estás seguro? Creo que mejor deberías de preguntarle al señor Brigther – Candice volteó el rostro para observar el jardín.

- Candice, ¿qué hiciste? Otra vez sin mi permiso... ¿verdad? – Albert no quería oír la respuesta, pero...

- Nada, sólo que adelantamos algunas cositas... - soltó ella rodando los dedos índices unos sobre otro cuando intentaba escabullirse de la biblioteca.

- ¡Detente...! Dime ¿qué hiciste? – volvió a cuestionar haciendo que sus rostros quedaran frente a frente.

- Nada, trata bien a George porque es...

- ¿Quién es George en tu vida? ¿Quién es George en mi vida? Recuerda que ¡ya estás casada!

Continuará...

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