Capítulo XXXIX

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- Es niña, Annie - respondió la rubia haciendo que los demás se sintieran contentos por oírla.

- ¿Usted se lo dijo? - cuestionó la señora Elroy intrigada.

- ¡Por supuesto que no! ¿Cómo voy a saber si es niño o mujercita? ¿De dónde lo saca usted, señora mía? - preguntó el médico curioso.

- De Aaminah, ella me lo dijo... la esposa de Amín, ella tuvo dos niñas y dice que la forma de mi vientre indica que será niña... - refirió la rubia tratando de explicarlo.

- Ah bien, pues entonces tendremos que esperar - resolvió el Dr. Robson, sonriendo ante esa explicación.

- Yo le creo Annie... pero ¿qué haces Annie? ¡Vas a ensuciar tu vestido! - exclamó la rubia preocupada al observar lo que su vestido sufriría si seguía sentada en el piso.

- No importa, compraré otro Candy y si necesito varios los haré, es más creo que me mandaré hacer varios de trabajo - le soltó ella sin darle menos importancia.

- George... - Candy lo llamó.

- No pudo venir querida, por eso vino Candy - respondió la señora Elroy.

- Quiero ver a George... - pidió la rubia sentida con él.

- Lo sabemos, pero si sigues diciendo eso herirás a Annie, ella quiso venir en su lugar - explicó atentamente observando a Annie que bajaba el rostro.

- No se preocupe tía abuela, está bien, finalmente George siempre ha querido a Candy como si fuese su padre - explicó Annie entendiéndolo todo.

- Lo siento... - se disculpó la rubia al verse reprendida por la señora Elroy.

- Candy, Candy - la llamó Annie preocupada porque ya no contestaba y cerró los ojos.

- Tranquila, se ha dormido... señora Andley, me ayuda, quiero sacarle el camisón y ponerle otro - explicó el médico.

- Por supuesto, traje unos... sí aquí están, tome estos... - la señora Elroy se retiró del camastro y comenzó a buscar la ropa que sacaba de una maleta de viaje.

- Gracias, señora revisaré a la señora Candice, si quiere puede esperar afuera - informó el galeno comenzando a acomodarse para levantar a la enferma.

- Tú Annie, aún eres una señorita y no es propio - la señora Elroy obliga a Annie a sabiendas que ella no se movería ni un ápice.

- No, no me iré hasta la noche - se atrevió a responder la morena.

- Bien, pues entonces vamos a desvestirla y después la revisaré - informó el médico levantando el torso de la rubia.

- De acuerdo - asintió la matrona levantándole el camisón hasta la cabeza mientras la señora Katherine tomaba el otro camisón y lo colocaba sobre su cabeza.

El Dr. Spencer, la señora Elroy y la señora Katherine comenzaron a desvestirla, la limpiaron y cambiaron para después cambiar las sábanas del camastro donde Candice se encontraba recostada. Annie trajo después la miel, manzanilla y la sábila que el médico solicitó una noche anterior a la señora Katherine y con ello el médico hizo una infusión mientras ella se limitaba a mirarla, el médico regresó a revisarla, buscaba algún desprendimiento de la matriz o del saco a causa de los golpes, pero no había nada, de alguna forma no había pasado nada.

- ¡Señora Candice...! - exclamó el médico sorprendido.

- ¿Qué sucede Dr. Spencer? - quisieron saber ambas mujeres.

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