Capítulo XL

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- ¿Venía herido? - preguntó Frederick cuando vio los dos torniquetes.

- Sí, pero sólo del antebrazo; la pierna...creí que era el zorro, ese fui yo - aceptó Lord Thompson haciendo una mueca de que se le salió el tiro.

- Señor, no creo que el duque se enoje, ¿verdad? - cuestionó su ayudante en cuanto lo tuvo concentrado, era demasiado raro que el tiro le haya fallado.

- No lo sé, espero que no. Ayúdame a llevarlo hasta tu caballo y regresarás con otro, Philemon ya no puede esta noche llegar hasta la finca - aseguró Lord Thompson.

- Sí señor - aceptó el ayudante, comenzando a ayudarle.

Y así sucedió, Frederick y Lord Thompson arrastraron al joven al caballo de la mano derecha del lord y se lo llevó, cuando llegó a la finca todos se levantaron de dónde se encontraban sentados bajando el cuerpo desmayado de Terry. Frederick dio indicaciones sobre lo que había de hacerse en cuanto a Terry, mientras otros llevaban un remolque para Philemon y otro caballo para Lord Thompson.

Lord Thompson y otros dos de sus amigos llegaron cerca de las dos de la madrugada, a descansar, no sin pasar a ver cómo se encontraba Terry, era obvio que todos se encontraban ocupados con los quehaceres de las dos heridas de bala y la inconsciencia del muchacho, algunos de ellos se preguntaban que le habría sucedido y por qué una de las piernas del chico parecía no tener nada más que el roce de las gasas y por supuesto del yeso, pero nada más eso, no estaba lastimada ni mucho menos, sólo que al parecer llevaba mucho tiempo protegida.

Cuando hubo saciado su curiosidad, decidió ir a descansar cayendo rendido ante el desgaste de su fallida cacería. Al otro día muy temprano, el antebrazo y la pierna herida se encontraban vendadas, las balas en un recipiente, las ropas del chico en pilas sobre el piso y una linda morena a su lado le refrescaba la frente con agua fría; debido a la sustracción de las balas, había sufrido un poco de acaloramiento ya que lo hubieron sedado con licor.

El médico que se fue a descansar no pudo hacerlo demasiado, por lo que se levantó para cambiarles los vendajes. Cuando entró a la habitación la morena espiaba un maletín de cuero, siendo asustada por el médico. Al mismo tiempo y detrás del galeno, hacia su entrada Lord Thompson.

- ¿Cómo está el muchacho Dr. Stefan? - cuestionó Lord Thompson.

- Bien, hizo muy bien en hacerle torniquetes en las dos heridas - el médico lo felicitó. Eso evitó que el chico se desangrara - terminó de decirle.

- Gracias, sangraban mucho - comentó Lord Thompson admitiendo que eso era lo mínimo que le aprendió a su hija y por algo era.

Bien hecho Lord Thompson, sabe usted ¿quién es? - cuestionó al pedirle permiso a la morena para que lo atendiera. Ella se levantó de ahí y se colocó en la ventana viendo hacia ese chico ¿cómo se le hacía conocido? El Dr. Stefan comenzó a quitarle el vendaje cuidadosamente.

- Sí su nombre es Terrence Grandchester - le contestó afable.

- ¡Aaahhh, duele! - se quejó el chico cuando el médico le quitó la gasa que tenía directamente en la herida.

- Lo sé joven, pero debe quedarse quieto - le solicitó el médico, sabiendo que la curación dolería más que la extracción de la bala.

- ¿Estás bien, Terrence? - preguntó Lord Thompson acercándose cuando oyó el gritó del joven e impidiéndole que se levantara.

- ¿Cómo...? ¿Quién es usted? - cuestionó Terry al no reconocerlo.

- Soy amigo de tu padre, te encontré en las orillas del Río Clyde, herido, por eso te traje a mi casa - le contó la parte que admitía ser cierta.

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