Media hora después de que el bebé nació, esa habitación a la que trasladaron a Betty se llenó de personas que fueron a conocer a Julian; Los Jones, los Cooper e incluso los Blossom, sin mencionar también a sus amigos.
Si algo era cierto, era que Betty definitivamente no estaba sola en esto. Jughead se aseguró de quedarse a su lado y al lado del bebé en todo momento.
Y al regresar a casa, todo era nuevo, extraño. Estaban regresando a casa con el pequeño fruto de su amor. Más que el producto de la calentura y el alcohol de una noche en California, era el producto de ambos, y su amor seguía intacto.
Incluso se podría decir que se amaban aún más que antes, ahora con un hijo en común.
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Betty y Jughead habían regresado a casa con Julian; Ambos estaban solos con el pequeño en casa, pero estaban manejando todo bastante bien.
Principalmente Betty. Ella parecía saber más sobre bebés que el propio Jughead.
—Eso es, mi amor. Eres un buen niño— Le dijo Betty a su hijo en voz baja mientras lo dejaba sobre su cuna, con una sonrisa.
Jughead entro en la habitación en la que estaba su novia, y se acercó lentamente, mirando al bebé. —¿Todo bien? ¿No necesitas mi ayuda?—
Betty negó, sin dejar de mirar al bebé, que dormía profundamente. —Ya lo bañé, lo cambié y acabo de alimentarlo. Míralo, ahora se durmió. Ha estado muy tranquilo mi niño—
Jughead sonrió, besando la mejilla de la ojiverde. —Sabes de esto más de lo que yo pensé. Cuidas muy bien a Julian—
—Tuve que ayudar mucho a mi hermana cuando tuvo a los gemelos. Aún tengo algo de experiencia— Admitió, girándose a mirarlo y soltando un suspiro. —Aun no puedo creer que en un momento casi dejé que me arrebataran a este angelito—
—Vamos nena, no te atormentes por eso. Estabas muy nerviosa y muy desesperada. En ese estado cualquiera puede tomar una muy mala decisión. Lo bueno es que ahora tenemos a Julian y lo amamos mucho. ¿Cierto?— Le pregunto el ojiazul a su novia, posando una mano en su mejilla y sonriéndole.
Betty asintió, con una sonrisa. —Tienes razón. Tenemos un bebé hermoso—
—Claro que es hermoso. Tiene unos genes increíbles. Pero amor... En lo que el bebé duerme... ¿No quieres venir a descansar un poco? Debes estar exhausta mi amor— Sugirió Jughead, besando su frente.
Betty suspiro y miro a su hijo dormir por última vez para entonces mirar a su novio. —Tienes razón. Voy a tomar un baño y después veré si hay tiempo para comer algo—
Jughead se ofreció a acompañarla, aunque ella no quería, y el fue quien le lavó el cabello mientras ella se relajaba en esa bañera con burbujas en agua a temperatura ambiente.
—No me gusta que me veas así. Quedé horrible después del parto— Se quejó Betty, cerrando los ojos mientras Jughead le lavaba el cabello.
—Claro que no, mi amor. Es normal. Tu cuerpo debe recuperarse después de haber mantenido con vida a un ser humano durante nueve meses y después volverás a ser la misma, lo prometo. Te amo de todos modos— Aseguró el ojiazul.
Betty sonrió, y en un rato ya el baño había terminado y ella se vistió, y en ese momento el bebé despertó.
Desperle llorando y Betty lo tomo de inmediato en sus brazos, se sentó al borde de la cama y empezó a amamantarlo.
En eso, Jughead entro a la habitación con una bandeja que contenía galletas de avena y un vaso de leche. El se le acercó a la rubia y empezó a darle él mismo las galletas mientras ella seguía amamantando al bebé.
—Este bebé come mucho. Tienes que alimentarte bien para que puedas aguantar— Aseguró Jughead, aún dándole las galletas a la rubia en la boca, mirando al niño con una sonrisa.
Betty sonrió, divertida. —Es como su papá. Es probable que le gusten mucho las hamburguesas cuando crezca—
—Tu comiste mucho helado en el embarazo. Estoy seguro de que le encantará— Contestó Jughead, divertido.
Betty ya había alimentado a su hijo, pero éste aún lloraba y seguía inquieto.
—¿Que ocurre?— Preguntó Jughead, entrando nuevamente a la habitación, con un vaso de agua en mano.
—No lo se— Contesto Betty, poniéndose de pie con el bebé recién nacido llorando en sus brazos. —Recien lo alimenté, no necesita que lo cambie ni nada de eso. No lo entiendo—
—A ver, tranquila— Dijo Jughead, dejando el vaso de agua sobre la mesita de noche y tomando en sus brazos a su hijo, con cuidado. —Desde ahora yo me encargo y tu quédate tranquila y descansa un poco. ¿Si?—
—¿Estás seguro?— Le pregunto la rubia, algo preocupada, tomándose el vaso de agua.
—Claro, quédate tranquila amor— Respondió el pelinegro, saliendo de la habitación con su bebé llorando en sus brazos.
El se fue a la sala de estar y abrió la ventana, para que el recién nacido recibiera algo de aire y sol de la tarde del exterior. El pequeñín seguía inquieto, llorando, pero el se mantenía calmado.
—Julian... Se que apenas hace un día llegaste a este mundo. Estás confundido y algo asustado, pero mami y yo estamos aquí para cuidarte y guiarte y no dejaremos que nada malo te pase, te lo prometo, pequeño campeón— Le habló, besando su cabeza y acostándolo sobre su pecho con cuidado.
Su hijo, tan frágil y pequeño. Tanto que el tenía miedo de hacerle daño sin querer. El pequeñín dejo de llorar de a poco al escuchar la voz pacífica y tranquilizante de su papá, y sentirlo tan cerca, cuidándolo.
Lo que Jughead no sabía es que su novia lo miraba desde las escaleras, y sonrió cuando vio esa hermosa imagen de su novio haciéndose cargo de su pequeño hijo, asumiendo su responsabilidad y deber de padre desde el principio.
Cuando lo vio junto a la ventana, hablándole a Julian para que ya no llorara, se dió cuenta de que le había dado el mejor padre a su bebé y que juntos podrían enfrentar lo que fuera.
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