Dos años pasaron desde que Betty y Jughead recibieron a su primer hijo; Julian se convirtió en la adoración de sus padres, sus abuelos, tías, primos y de todos los que lo rodeaban.
Definitivamente era un niño rodeado de mucho amor, principalmente amado con locura por sus padres.
Mantuvieron su relación, Jughead se mudó con Betty cuando el bebé nació, y habían empezado a vivir juntos y a criar a su hijo como un equipo.
Pero... Últimamente su relación atravesaba algunos inconvenientes.
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—Maldición... El no me estaba coqueteando, Jug— Aclaró Betty, cansada, mientras su novio conducía el auto.
—¡Claro que lo estaba haciendo, Betty!— Aseguró Jughead, enojado y conduciendo.
Los dos acababan de salir de un evento al que invitaron a Betty para reconocerla por su impecable labor como arquitecta en Riverdale, y lamentablemente habían muchos hombres que consideraban que Betty era sexy.
Eso no le agradaba en lo absoluto a Jughead.
—¡Controla tu tono cuando me hablas, imbécil!— Le gritó Betty al ojiazul, mirándolo mal mientras éste aun conducía.
—Con que ahora soy un imbécil, solo por querer cuidar lo que me pertenece— Se justificó el pelinegro. Ya estaba tan enojado que sus venas se hacían notar a simple vista.
Betty lo miro y soltó una risa sarcástica.—¿Perdón? ¿Ahora soy un objeto de tu propiedad? Por favor...—
Jughead tomo aire, conteniendo su ira mientras iba llegando a casa de su suegra, en dónde habían dejado al pequeño Julian. —¿Sabes que? Dejemos esta maldita discusión para otro momento—
Llegaron a casa de Alice y actuaron como si nada en absoluto hubiese pasado; Julian estaba exhausto después de jugar con Junniper y Dadwood todo el día. Los gemelos de ahora casi seis años y el pelinegro de apenas dos, se volvieron inseparables en cuanto Julian tuvo edad para jugar, y los gemelos cuidaban de el como un hermanito menor.
Después de recoger a Julian, Betty llegó a casa con su pequeño entre sus brazos, exhausto de tanto jugar.
—Mami, sueño— Murmuró Julian, aferrándose al cuello de su madre mientras esta la llevaba a su habitación.
—Lo se mi amor, ya vas a dormirte y vas a descansar mi chiquito precioso— Le respondió Betty a su hijo, entrando a su habitación y dejándolo sobre su cama cuidadosamente.
En eso, Jughead tambien entró a la habitación de su hijo y se sentó al borde de la cama, mirando al niño y tomando uno de sus peluches de tiburón.
—¿Te divertiste mucho con la abuela Alice, amiguito?— Le pregunto Jughead a su hijo, besando su frente.
Julian asintió, quitándole el tiburón de peluche a su padre y acurrucándose con el. —Muy cansado—
—Si, amigo. Descansa pequeño. Eres mi chico favorito— Aseguró el pelinegro, arropándolo. —Te amamos—
—Mamá te ama con locura mi amor, buenas noches— Le dijo Betty al niño, besando su cabeza y mirándolo con una sonrisa.
Betty y Jughead se quedaron hasta que el pelinegro mas pequeño cerrara sus ojitos verdes heredados de su madre, y éste se quedó profundamente dormido.
La mejor parte del día para ellos dos, era llevar a su pequeño a la cama y verlo dormir tan pleno y tranquilo; Se mataban trabajando la mayor parte del día, pero en la noche, cuando estaban junto a su pequeño retoño, no tenía precio.
Pero la atmósfera se tornó muy diferente en cuanto salieron de la habitación de Julian y le cerraron la puerta; Últimamente discutían por todo y aunque no lo admitieran, su relación se desmoronaba de a poco.
—¿Que? ¿Ahora extrañas al tipo que estaba teniendo sexo contigo con la mirada?— Le pregunto Jughead, aún enojado.
Betty se detuvo en medio del pasillo y lo miro, rodando los ojos. —¿Otra vez con eso? ¿Por qué quieres hacerme la vida imposible?—
—¿Hacerte la vida imposible?— Pregunto Jughead, ofendido, mirándola mal. —Mejor explícame por qué no te das a respetar cuando hay un montón de hombres morbosos codiciándote—
Betty abrió su boca, ofendida. —¡Vete al diablo!— Gritó, corriendo a la habitación y queriendo encerrarse.
Jughead la siguió, y agarró la puerta antes de que ella la cerrara, entrando y quedando frente a ella; Estaba tan enojado, que las venas en su cuello y brazos se hacían notar.
El tomó el rostro de Betty entre sus manos, haciendo que ella lo mirara a los ojos. —Quiero que repitas lo que dijiste, y que me niegues que tu eres mia—
—No soy ningún objeto para pertenecer a ti. Además... Lo que dije fue lo siguiente. Vete al diablo, Jug— Le dijo Betty, mirándolo fijamente y apartándose de el a la fuerza. —Ahora quiero ver qué harás—
Jughead se abalanzó a ella, y atrapó los labios de la chica en un beso tan fogoso y feroz, que parecía que estaba desquitando toda su ira y enojo en ese beso.
El tomó el rostro de la chica entre sus manos, y dió unos pasos hasta que la pegó a la pared, y sus cuerpos ejercieron presión uno sobre el otro.
Tuvieron que separarse para poder tomar aire, sin abrir siquiera los ojos, y Jughead empujó a Betty para que cayera en la cama.
Cuando Betty cayó en la cama, abrió los ojos como platos y vio cuando Jughead cerró la puerta de la habitación con seguro y volvió a ella, quedándose quieto, mirándola fijamente.
—¿Acaso te volviste loco? ¿Qué diablos estás haciendo?— Le preguntó Betty, mirándolo, extrañada.
—Te voy a enseñar que yo soy tu hombre, y tu mi mujer— Aseguró el ojiazul, empezando a quitarse la ropa.
Betty involuntariamente se mordió el labio, y pronto ya los dos estaban sin nada de ropa, en la cama, uno encima del otro mientras gemían el nombre del otro, teniendo sexo salvaje.
Jughead arremetía contra ella con rabia, como si todavía estuviese enojado y lo estuviera cobrando en la cama con ella. Sus embestidas eran fuertes, con velocidad, agresividad.
Betty gemía, y enterraba sus uñas en la espalda del chico mientras el la penetraba agresivamente. Tanto que ella pensó que se rompería y no iba a aguantar más.
Y ella en ese momento no sabía que Jughead se lo iba a hacer dos veces más esa noche.
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Sexo salvaje para resolver un conflicto, pero... ¿Será esa siempre la solución a los próximos problemas?
